Así como el Tartufo de Moliere simula ser muy devoto, para hacerse de la fortuna de Orión, o como Hamlet fingió estar loco para ocultar sus verdaderas intenciones de matar a su tío Claudio, desde que el mundo es mundo, personas o grupos de personas, dicen ser lo que no son, y actúan de un modo diferente al que dicen ser. Sus intenciones van por un lado y su discurso por otro, o en muchos temas tienen un doble discurso.
Esto sucede con espacios políticos que se autocalifican de “progresistas” y su gestión contradice esta concepción. Un caso que llama la atención es el de los progresistas que defienden la denominada “sociedad de consumo”.
Analicemos este dilema. Desde el punto de vista económico, y en apretada síntesis, la discusión mas importante entre la izquierda y la derecha, se centra en que mientras la primera sostiene que es el Estado el que distribuye los recursos con mayor equidad, la segunda entiende que el mercado es mas eficiente para hacerlo. ¡Esa es la cuestión!
Quiero anticipar al lector, que no es la intención de este artículo exaltar o denigrar al progresismo o a la sociedad de consumo, sino tan solo mostrar la incompatibilidad que existe entre ambos, a pesar de que tantas veces hemos escuchado clamar a quienes se dicen “progresistas”, que para salir de la crisis es necesario "incentivar el consumo", o que se debe volver a poner al consumo en el eje de las políticas globales, o que para criticar las políticas de ajuste, sostienen que no es lógico que las economías puedan crecer a partir de la restricción del consumo.
Empecemos por hacer un breve análisis de lo que se denomina “sociedad de consumo”. Para entender como se gestó, debemos primero analizar lo que se denomina la producción en masa.
La fabricación de productos industriales comienza de forma artesanal, los distintos productos eran fabricados de a uno, los costos de producción eran por lo tanto altos, y el tiempo que insumía el trabajo era demasiado.
Así inspirados por la idea de producir más, de hacerlo en menos tiempo y reducir los costos, nace el proceso de producción en masa, que fue verdaderamente revolucionario para la industrialización. Se trata de una forma de organización de la producción, para generar la fabricación de un mismo artículo estandarizado, en grandes volúmenes.
El consumo es algo necesario para la subsistencia del hombre. Desde el momento que el ser humano necesita bienes para su subsistencia, debemos concluir en que resulta imprescindible la producción de los bienes que puedan satisfacer esas necesidades.
Si bien el ser humano siempre ha sido consumidor, en la antigüedad consumía de acuerdo con sus necesidades básicas. La aparición de la producción en masa, con su consiguiente expansión de la oferta de bienes, hizo necesario a los productores, incentivar la demanda de sus productos, para colocar en el mercado todo lo que fabricaban. Esto dio nacimiento a la sociedad consumista, caracterizada por la superproducción industrial, y la creación de nuevas necesidades y hábitos en la sociedad, entre los que destacamos el deseo de comprar y consumir por el mero placer de consumir.
La publicidad cumple un rol destacado en este sistema, ya que la producción masiva de bienes de consumo exige una venta también masiva de esos productos, y ésta venta sólo puede realizarse con la intervención de la publicidad, que incentiva la compra y consumo de bienes y servicios tanto esenciales como los que no lo son, y promueve la competencia entre los individuos por el “status”. Impone la idea de que quien mas posee, y quien consume las mejores marcas, tiene mas prestigio en la sociedad.
Para completar el esquema, el sistema financiero le facilita al consumidor el endeudamiento para que haga realidad su deseo de consumir.
Veamos a continuación, qué puede en la actualidad, entenderse por progresismo. Si bien el concepto es bastante laxo, lo que lo caracteriza con mayor nitidez, es su objetivo primordial: una sociedad mas igualitaria. Por eso son fundamentales para eso, las políticas de inclusión social, y redistribución de la riqueza.
Entonces, para llevar a cabo sus programas, resulta imprescindible el rol que debe cumplir el Estado. En consecuencia, volviendo a la distinción que efectuamos anteriormente, el progresismo es un movimiento de izquierda, ya que en su ideario, es imprescindible la intervención del Estado para lograr la mejora social y moderar las desigualdades que provoca el capitalismo.
Si bien el progresismo no pretende abolir el sistema capitalista, si consideramos que la “sociedad de consumo” está intimamente ligada a la economía de mercado, y aparece como una etapa avanzada del desarrollo del capitalismo, podremos entender porqué la crítica de la “sociedad de consumo” ha sido central en los postulados del pensamiento progresista, que propone una economía con fuerte presencia del Estado.
Resulta curioso que muchos de los que se autocalifican como progresistas y promueven el consumismo, son críticos despiadados de lo que llaman “neoliberalismo”, que no se trata de otra cosa de un conjunto de medidas económicas, que tienen su punto neurálgico en la cultura del consumo. En otras palabras, para el progresismo, el neoliberalismo representa la exaltación del consumo.
Considero que creer que el crecimiento económico, depende, o necesita imprescindiblemente del aumento del consumo, está en las antípodas del pensamiento progresista, ya que el consumismo resulta una consecuencia de la concepción que nos legó el individualismo, que hace exaltar el interés propio, la satisfacción del deseo de consumir, por sobre el interés general de la sociedad.
No obstante, muchos gobiernos que se consideran progresistas compran la lealtad de las masas mediante la incentivación del consumo, poniendo en evidencia la cínica forma de legitimar su poder.
Por el contrario, quienes se dicen realmente defensores desde siempre, del ideario progresista, pretenden impulsar un cambio estructural que posibilite una sociedad más justa y humana, y dicen que ello es posible logrando que ella sea, menos consumista.
No quiero terminar estas reflexiones, sin referirme a otra de las grandes paradojas que nos traen quienes diciéndose progresistas, adhieren a concepciones totalmente contrarias a estos postulados. Durante el siglo XIX se produjo en nuestro país una lucha despiadada entre dos modelos de organización política y económica.
Por un lado quienes postulaban la idea del “progreso”, fomentando la educación, la inmigración, la explotación agropecuaria y la inserción del país en el mundo, y cuyos referentes más importantes, además de Sarmiento, integraron la generación del 80. Del otro lado estaban Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga y muchos caudillos provinciales, de pensamiento conservador, quienes propugnaban que el orden debía imponerse como requisito ineludible, pregonando la restauración de la leyes, que no era otra cosa que reestablecer las estructuras socio económicas feudales preexistentes, mediante un sistema autocrático de gobierno. En palabras de Sarmiento: una disputa entre Civilización y Barbarie
Muchos son los gobiernos que entre la civilización y la barbarie, abrazándose a la bandera del progresismo, hoy todavía, optan por la barbarie.
ECONOMÍA
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