Velocidad sin sentido
Esta semana una de las tendencias, tanto en redes sociales como en los medios tradicionales, fue la bochornosa participación de un streamer en un partido de primera división del fútbol argentino. Una acción que muchos, erróneamente, vinculan al marketing. Hoy quiero hablarles de la cultura de la velocidad y el impacto sin sentido e imilitado (unlimited).
Estamos en una época en la que uno de los valores es ser mencionados; se denomina "trending topic" y no es algo nuevo. La frase "no importa si hablan bien o mal, lo importante es que hablen" tiene su antigüedad. El punto es que ahora no hay nada más detrás, solo se busca el golpe de efecto fugaz, un atajo que por lo general deja mal parada a la marca que pretende construir recordación o buena reputación.
Si hay algo que seguramente logró Riestra, y la marca que lo apadrina, es ubicarse en el mapa mediático, no solo a nivel nacional, sino también en el exterior. Medios de todo el mundo hablaron del papelón del fútbol campeón del mundo. Y acá surge mi pregunta.
¿Qué logró la marca o el equipo?
Quizá alguien me traiga datos que derriben este pensamiento, pero dudo que la bebida energizante o el club hayan alcanzado más ventas, socios o valor de marca. Por el contrario, lograron que todos recordemos una serie de irregularidades que inicia en su ascenso a Primera, arbitrajes sospechados, las características de su estadio y otras normas incumplidas.
Las marcas se desarrollan en torno a valores, asociaciones y, en consecuencia, percepciones. Un recipiente que completamos de sentido con lo que hacemos o dejamos de hacer.
Mientras que la competencia de esta bebida se relaciona con el deporte extremo, el aire libre y la energía que se necesita para una vida a pleno, Speed promueve atajos, trampas y otras cuestiones que opacan su posicionamiento.
Somos los campeones del mundo... del papelón. Porque este episodio no solo representa una mala imagen para Riestra, sino además para el fútbol argentino a nivel global.
Desde mi punto de vista esto no es marketing, sino un juego de niños impulsado por quien conduce el club con su personalidad que tiñe cada acción. Una acción que no mide efectos colaterales, sino el ego de ser nombrado, de aparecer como fin en sí mismo y no como un medio para lograr algo posterior.
A veces hay que disminuir la velocidad y pensar por qué y para qué queremos llamar la atención. Sobre todo en las curvas porque se corre el riesgo de despistar. Y acá claramente se fueron al pasto.