El discreto encanto de la casta

El discreto encanto de la casta

Más allá de la marcha en contra del veto al presupuesto universitario, el Gobierno ya había perdido la batalla en la opinión pública, como también había sucedido con la actualización jubilatoria. Estos son dos datos puntuales, pero que dicen cosas interesantes sobre la dinámica de la administración Milei.

En primer lugar, muestra al oficialismo en una encrucijada central respecto a qué costo prefiere pagar: si conceder a la mayoría social o resguardar su objetivo estratégico del equilibrio fiscal. Ninguna opción es gratuita. El punto es cómo logra sobrevivir a dicha encrucijada.

Segundo, incide en qué momento se toman esas decisiones. Como ya lo comentamos la semana pasada, la sumatoria de decisiones contrarias a la mayoría de la opinión pública se da en un contexto de caída de la aprobación del Gobierno. 

En tercer lugar, en ninguno de los dos casos –jubilaciones y universidades- tuvo propuestas alternativas a lo que le planteó la oposición. Simplemente se dedicó a decir “no” (y celebrar el éxito del veto).

En cuarto término, como ya lo vimos el domingo de la cadena nacional, hay un discurso que huele a agotado, que perdió épica. El equilibrio fiscal dejó de entusiasmar (como era esperable, a la corta o a la larga). Ergo pierde novedad, ergo desgasta expectativas y, por consiguiente (diría Felipe González), cae la imagen positiva.

Esto significa que el nuevo Gobierno entró en otra etapa, en donde los actores de la oposición empiezan a desentumecerse. Veamos tres indicadores:
1. Schiaretti, sin prisa, pero sin pausa, anda en tarea de recolección de fichas para articular algo hacia 2025;
2. Cristina, la eterna, un día volvió al conurbano para mostrar condolencias con su base social clásica (¿será candidata? ¿lo será para utilidad de Milei? ¿de esa manera aplaca la interna de Kicillof & amigos vs. La Cámpora?);
3. El calabrés, en una reunión que pudo ser clave esta semana, llegó a la conclusión que con el “gatito mimoso” no se puede ir a ningún lado, y que no descarta ser cabeza de lista del PRO, independiente de LLA, expresando un público que quiere algo moderado. Además, el líder amarillo está muy disgustado con Toto y el Coloso porque lo critican, siendo que él los llevó a la fama.

A esos tres datos se le suma la visión de varios actores relevantes de la política nacional que expresan preocupación en privado respecto a la inestabilidad del cuadro de situación. Por ejemplo, con la ida de los dos funcionarios en el área de Defensa, significa que se fue uno del equipo cada 4,2 días desde que asumió el libertario hace casi 10 meses. Otro detalle: un gobernador de una provincia importante tuvo que ir a Chile a renegociar una deuda en dólares. El prestamista le recomendó que compre todos los dólares baratos que pueda, mientras pueda, porque cree que el esquema económico del oficialismo no cierra (además de que la sequía actual traería menos dólares de los esperados en la próxima cosecha).

Frente a este cuadro, el Gobierno sueña sobre los laureles de los dólares financieros planchados, un relativo éxito del blanqueo (que está por verse, aunque agradecen la gestión de Sergio Tomás Copperfield sobre los datos de las cuentas de argentinos en EE.UU.), un septiembre donde el Central salió ganador en la compra venta de verdes, un riesgo país que baja, un campo que sigue liquidando y automotrices que se siguen recuperando. Pero, la recaudación bajó por la recesión y agosto fue un mal mes para las inversiones. 

Por las dudas, el león libertario no olvida sus rasgos de pragmatismo. Esta semana dio dos muestras. Una fue su recalificación de China, a quien describió como “un país interesante… que no pide nada, solo que no los molesten”. Evidentemente dejó de ser una dictadura comunista, porque a) es el segundo socio comercial del país, b) nos extendió el swap, y c) nos venía poniendo barreras fitosanitarias a la venta de carne, cuando a Brasil le aceptaba todo.  La segunda muestra de pragmatismo fue la reunión con los gordos de la CGT, expertos históricos en negociaciones. Ya habíamos comentado que la reglamentación de la reforma laboral salió con sordina, y por eso no hubo reforma sindical. Los muchachos ¿mileístas? le hicieron un homenaje a Chaplin en el off the record: dijeron que “El Pibe” habla su mismo idioma. 

El 17 de octubre –nada más, ni nada menos-, si no se le encuentra una solución al conflicto de Aerolíneas Argentinas, la empresa podría ir de vuelta al paro. Todo indica que el Gobierno decidió que dejara de volar. Si eso sucede, la escena será para alquilar balcones. Primero, la oferta de cabotaje existente no puede absorber ni por lejos la demanda. Segundo, aunque hubiese una expansión de la oferta con prestadores que hoy no están, de todos modos el déficit sería enorme. Tercero, dicha alternativas no quieren meterse en camisa de once varas porque nadie les podría dar seguridad de que AA dentro de un tiempo vuelva a volar. Cuarto, en el mundo faltan aviones y pilotos, de modo que no hay una oferta ansiosa por venir a volar los cielos abiertos porque no tendrían cómo. Quinto, el mal humor que se generaría en la clase media y media alta -acostumbrada a volar- sería mayúsculo, con la mayor parte del territorio incomunicado. Y sexto, no hay que olvidarse del valor simbólico de la empresa, que ya fue privatizada dos veces. Solo un ejemplo del caos posible: la industria de los cruceros desde Ushuaia se sostiene sobre la existencia de vuelos… que no habría. 

LLA ya es un partido nacional y así lo festejó en Parque Lezama. Es importante para ellos porque no dependerán de ningún sello para presentarse a elecciones. Tampoco dependerán ya del PRO. Pero la noticia política no va más allá de eso (si no lo armaban con el poder del Estado Nacional…). Lo cierto es que el presidente dio rienda suelta a sus vehemencias y “el Jefe” salió a la palestra. No fue una buena idea porque no tiene imagen positiva. Tampoco se comprende muy bien por qué hicieron un acto clásico, siendo ellos los disruptivos frente al statu quo. Como lo dijo Buñuel con la burguesía, ser casta tiene su encanto.


Carlos Fara: Consultor político.

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