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MARKETING APLICADO

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La tiranía del crítico de redes.

Mucho se habla del empoderamiento de los clientes en manos de la tecnología, herramienta que no solo permite la búsqueda de alternativas frente a cada necesidad, sino además opera como “arma letal” al señalar a quien no hace las cosas bien. Hoy las calificaciones expresadas en el mundo digital son sentencias que pueden condicionar un negocio, sobre todo si de gastronomía se trata. En la columna de hoy quiero señalar a una especie que no me cae bien: los botones por naturaleza. 

De forma constante regurgitan la crítica, la analizan y están expectantes al error, como quien vive pendiente de descubrir el truco del mago. Exhiben cierto placer por la denuncia, y frente a la primera oportunidad ¡zas! Lo publican en las redes sociales. 

Botones que, en lugar de llamar con discresión al mozo, se exaltan arrobando o etiquetando al negocio en cuestión, promoviendo un espectáculo de mal gusto. Un pelo en el plato, un olvido o una demora, cualquier excusa es suficiente para generar la exposición. 

Una histeria colectiva que no busca una solución, sino la denuncia, por la denuncia en sí misma. Indignados, envenenados. No perdonan ni olvidan, por el contrario, se esfuerzan en que al negocio en cuestión no le vaya bien descargando su ira. Stories, calificaciones en google, instragram, facebook o Trip Advisor. Todo va a la red y nunca el planteo cara a cara. 

La cobardía de las redes está a la orden del día. Se ve mucho en Capital; un poco menos acá, donde nos conocemos todos y nos cuidamos un pocos más porque, a fin de cuentas, nadie está excento de la venganza. Y la más temida por todos puede venir en el plato. 

Pienso que el empoderamiento del cliente no da derecho al escrache de primera mano. Invito a re-pensar la situación, a “pesar” los errores que, seguramente, todos tenemos.

Acaso en este mismo espacio hemos criticado situaciones en las que la marca no está a la altura y exhibe experiencias negativas. Pero, cuando se puede, hay que ser buena gente. 

Se felicita en público, se corrige en privado, dicen los antiguos. Llamar al mozo, pedir por el gerente o encargado. Actuar de buena fe, entendiendo que ese lugar genera puestos de trabajo. 

Basta de botones; más vale la crítica de calidad y bien intencionada. Mozo, hay un pelo en la sopa.

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