Pienso que los medios, la comunicación y, naturalmente, la publicidad son el reflejo de una sociedad, de un momento cultural. Un relato o representación de lo que estamos viviendo. Bajo este concepto, en la columna de hoy los invito a reflexionar sobre lo que vemos todos los días. Una lectura crítica respecto a lo que decimos, reproducimos y consumimos; finalmente, a lo que somos como colectivo.
Muchas veces me divierto siguiendo cuentas de redes sociales que comparten publicidades de otras décadas. Es como un viaje al pasado, una forma de vivenciar el sistema de valores vigente en cada época. Sus visiones de la familia, el trabajo, la relación de poder del hombre sobre la mujer, el humor y otras señales que transforman aquellos contenidos en una invitación al litigio, marcas que desarrollaban mensajes que hoy serían repudiados.
Un hombre olfatea cual detective un plato de tallarines y, según narra la publicidad, descubre que no tiene la manteca que firma el mensaje. La secuencia finaliza con lo que en aquella época era una humorada: el comensal arroja las pastas sobre la cabeza de quien es su esposa. Hoy, una atrocidad; en otro momento, una situación jocosa, divertida. Algo ha cambiado y analizar esta publicidad, así como otras donde a la mujer se le adjudicaba un rol servil, son evidencias de un "clima" o contexto.
Hoy me pregunto qué pensarán de nosotros quienes nos analicen en treinta o cuarenta años. La música, los mensajes, nuestros representantes, el tono, las formas, los vestuarios, la trama que hay detrás. Los invito a repasar, hagamos este ejercicio juntos: prendan la tele y manténganse atentos a las publicidades.
La primera promesa que encuentro es un ansiolítico como la solución a todos los problemas: clavate uno de estos antes de arrancar el día y que todo te importe un hue…(nada).
Siguen los mensajes ludópatas, uno tras otro. Apuestas on line vinculadas al fútbol, hay mucho de esto. ¡Adiviná cuantos laterales habrá en el partido y ganá! También los tradicionales, que siempre están bajo la tentación de 'salvate ya mismo y mandá todo al diablo. Sí, a tu familia también'.
No solo sucede en los medios tradicionales, también en los digitales, que ya son tradición. Apps de delivery para que no salgas de casa, otras de resúmenes de libros para que no leas y de citas para que conocer a alguien ya no sea un arte, sino un par de clics. No hay tiempo, la promesa es la velocidad, por la velocidad en sí misma.
Lejos de la nostalgia, cerca de una mirada instrospectiva colectiva, esto somos. Lo que vemos, lo que consumimos, lo que generamos nos representa como comunidad. Un ecosistema donde no tiene sentido preguntarnos si son las marcas las que nos "venden" lo que quieren o si en realidad responden a demandas latentes que observan en nosotros.
Volver al pasado, para mirar al futuro y analizarnos como sociedad. Los invito.
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