Por estos días estamos atravesados por la dinámica de las promociones, propuestas que llegan con descuentos de hasta el 50% en algunos productos o servicios. A partir de esta situación, que comienza a naturalizarse, el sentimiento de los consumidores oscila entre la alegría por la oportunidad y la suspicacia por el valor real de lo que nos ofrecen. En la columna de hoy, me refiero a la pérdida de la credibilidad hacia las marcas que lanzan ofertas como política continua.
Dicen que las oportunidades pasan una sola vez, pero este año los carteles con los “descuentos increíbles” nacen, crecen y se reproducen. Desde un detergente hasta el servicio de telefonía celular, todo puede bajar de precio de un día para otro y como por arte de magia.
¿Cómo hacen para ofrecer este descuento?
Ya no acuden a motivos como “última semana”, “liquidación por cierre” o “fin de temporada”; ahora los descuentos llegan sin justificación, generando la sensación de que lo que pagamos habitualmente es descabellado. Estamos perdiendo la referencia del valor de las cosas, no solo por la cuestión inflacionaria, sino por la mala administración de las promociones desde el punto de vista comunicacional. Antes teníamos claro que para el cine contábamos con el dos por uno algunos días especiales; para la ropa, el tradicional “sale” de fin de temporada; y en góndola, algunas cosas puntuales. Ahora todo está dentro de la misma lógica que pone en jaque nuestra percepción.
¿Qué estoy pagando?
La comunicación de precios es fantástica siempre y cuando se pueda sostener en el tiempo. El punto sensible sucede cuando el romance finaliza y todo vuelve a la normalidad.
Nadie va a querer pagar lo mismo ya que la percepción sobre el valor se modificó y la conciencia comparativa hace que no estemos dispuestos a volver al valor de origen.
Cupones, días especiales, concursos, tarjetas y demás recursos. No seré yo como consumidor quien me niegue a recibir los beneficios promocionales, pero creo que, si la excepción se vuelve regla, asumiremos que el precio sin descuento no es real.
¿Qué nos están cobrando?
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