La situación fiscal viene agravándose día a día. En el proyecto de Presupuesto 2024, el Ministerio de Economía estimó que el 2023 terminaba con un déficit primario de 2,4% del PIB y una tasa de inflación anual de 136%. Este último dato no es trivial porque ya en setiembre del 2023 la inflación es de 138% sin señales de que la “curva se achate”.
Pero peor aún, este proyecto de Presupuesto 2024 no contempla la eliminación del impuesto a las Ganancias para asalariados y jubilados y la devolución masiva del IVA de la canasta básica. Con lo cual significa que el déficit será más grande que 2,4% del PIB. Aunque -y aquí la necesidad del gobierno de que la inflación crezca-, si la inflación termina el 2023 cerca del 150% anual, varios gastos se van a licuar con lo cual se podrá mostrar que se cumplió con el 2,4% del PIB de déficit primario. Claro, se habrá incumplido con la meta de inflación que en lugar de 136% será de 150% anual, pero, bueno, no se puede todo.
Las mayores inconsistencias vienen el año que viene. En el proyecto de Presupuesto 2024 se proyecta una reducción del déficit primario de 0,9% del PIB con una inflación anual que baja al 70%. Hasta aquí, el gran interrogante era cómo hacer para bajar el déficit primario en términos del PIB con una menor tasa de inflación, si en la Argentina la única herramienta que se usa para bajar el déficit fiscal, en términos del PIB, es la inflación. Lo hizo el anterior a partir del 2018 y lo hizo este Gobierno también.
Gran interrogante porque en el mensaje del proyecto de Presupuesto 2024 ni figura la palabra “anti-inflacionario” (la palabra “plan” está 1.000 veces, pero nunca acompañada por la segunda, que es mala palabra).
Como las inconsistencias no eran pocas se decidió sumar otra. La meta para el año que viene será superávit primario de 1% del PIB. Ante la pregunta de “¿Cómo?”, la respuesta obtenida es: bajando el gasto tributario.
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