La altísima inflación del 12,4% en agosto, que deja un arrastre muy alto para septiembre, obliga al Gobierno a recalcular en forma permanente sus pasos para tratar de contener una crisis en ascenso.
Las medidas se empezaron a tomar más pensando en la elección de octubre, y en el posible balotaje de noviembre, que con una visión de largo plazo. Es que en el largo plazo estaremos "todos muertos", parecen pensar en la conducción económica, citando libremente una frase conocida del economista John Maynard Keynes.
Queda claro en la dinámica que adoptó el ministro candidato Sergio Massa, involucrado en un torbellino de anuncios mientras corre de atrás a la escalada de precios.
Vocación de poder nunca le faltó al funcionario, y por eso exige a fondo la inventiva de sus colaboradores para tratar de contrarrestar cada golpe de la realidad con medidas pro consumo.
El último anuncio fue la devolución de IVA para las compras de alimentos que beneficiarán a monotributistas, jubilados y trabajadores que no tributan ganancias. Su segundo, Gabriel Rubinstein, ya avisó que en septiembre la inflación también dará alta, en línea con lo que vaticinan las consultoras que entregan sus pronósticos al Banco Central.
Los datos del costo de vida generan una gran preocupación, porque pegan muy fuerte en los sectores más postergados, que representan ya largamente el 40 por ciento de la población.
"Es muy difícil que un gobierno logre hacer una buena elección en un escenario cada vez más cercano a una hiperinflación", fue el crudo diagnóstico trasmitido por uno de los consultores más escuchados del mercado, que ya había pronosticado una inflación del 12% para agosto.
La realidad le devolvió un escenario aún más complicado, lo mismo que le viene ocurriendo a Massa, y que pronostica nuevos nubarrones en el horizonte electoral del oficialismo.
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