No se trata de destacar una cuestión ideológica ni mucho menos postular concordancia de ideas, sino de poner sobre relieve la pericia de un candidato para tocar la fibra sensible de un pueblo agotado de promesas vacías. Un rugido que sumó adeptos y, como consecuencia, fieles que luego marcharon hacia las urnas. En la columna de hoy el resultado de las PASO, como un ejemplo del hastío discursivo de las campañas políicas.
Así como sucedió en el 2001 con el recordado “que se vayan todos”, vuelve a ocurrir veintidós años más tarde. La única diferencia es que en aquel momento quien capitalizó el descontento popular fue la idea de anarquía y ahora ese sentimiento favoreció al candidato de la cabellera leonina.
En medio de tanta “verba”, frases hechas, recursos repetidos, batalla mediática e inversión propagandística inútil surge un solo ganador. El producto de una estrategia clara que levantó una bandera bien alto. La referencia a “la casta” fue suficiente para igualar y superar a los aparatos políticos más potentes del país.
Los números son claros, la grilla de inversión publicitaria marca el liderazgo de uno de los más perjudicados en estas elecciones: Horacio está a la cabeza, seguido de Sergio, Patricia y partidos de Izquierda, quienes paradójicamente también destinan millones a estas cuestiones “marketineras” de las que habitualmente reniegan.
La gran mayoría hizo foco en el medio, en estar omnipresentes, en todos lados, todo el tiempo. Con “lemas” y referencias que ya nadie cree, repitiendo fórmulas y desplegando fotos forzadas, incluso algunas que dan un poco de gracia, como la de Horacio portando un taladro atornillador manual, simulando tarea laboriosa. Una impostura mayúscula a la que lo expusieron asesores que hoy deberían estar buscando trabajo.
En esta columna me refiero solo a los recursos para captar la atención, el interés y ganar una puja electoral. Claramente, no se trata de una garantía de buena gestión de gobierno, pero, desde mi lugar, quiero destacar que si hablamos de comunicación, la inversión en medios es solo una catapulta para lanzar algo que debe ser consistente. El mensaje, siempre el mensaje es el protagonista, aún en tiempos de velocidad extrena y urgencias permanentes.
En este, como en la gran mayoría de los procesos eleccionarios, surge una sensación de subestimación del electorado. Hemos observado una gran simplificación de ideas y discursos. Una orquestación que no dio resultado ya que por detrás de todo había una fibra sensible, un cansancio que solo una persona supo capitalizar. Un rugido que hizo temblar a una comunidad que hoy no sabe quién será su Rey. En octubre veremos si finalmente es el León, el Tigre o Pato. Mientras tanto, el resto de los animales nos dedicaremos a sobrevivir en esta selva.
COMENTARIOS