Mario Meoni, un fuego difícil de apagar
TRIBUNA DEL LECTOR

Mario Meoni, un fuego difícil de apagar

Durante muchos años creí que lo que yo hacía era suficiente, trabajaba, estudiaba, compartía tiempo con mi familia, con mis amigos, leía, opinaba con la liviandad de los que no tienen que rendir cuentas de nada, todo sin mayores rivalidades, ni enemistades. Eso duró hasta que la vida me cruzó con Mario. Ese flaco que amaba a la política y a su familia por igual, con pasión desbordante, sin descanso ni renuncias.

Con él me di cuenta de que lo que yo hacía no era suficiente, que cada uno de nosotros somos una parte de un todo, que mientras haya desigualdades, sufrimiento, gente con necesidades o padeciendo injusticias, no debemos ni podemos quedarnos en la comodidad. Jamás renegó de su identidad radical y de su identificación con Raúl Alfonsín, pero dialogaba con todos por igual. Su pensamiento y sus ideas siempre tuvieron la misma humanidad, por eso, cuando el partido se corrió a la derecha, él no se movió, él no cambió, los dejó irse. El conservadurismo juninense, acostumbrado a manejar los hilos de la ciudad y de lo que alguna vez había sido un partido popular, no le perdonó la osadía, atacó con calumnias y vilezas usando de ariete, tristemente, a algunas piezas politizadas del Poder Judicial. 

Luchó hasta su último esfuerzo para construir una sociedad más equitativa. Siempre tuvo en claro que la educación, la cultura, la producción y el trabajo son la esencia fundamental para un país mejor. Gobernó con honestidad y transparencia, en cada paso reafirmó su visión transformadora, desprendida de todo interés o beneficio personal.

Un año atrás el dolor y la tristeza se multiplicó por miles en una movilización popular que conmovió a todos. El pueblo de Junín lo lloró en las calles junto a dirigentes políticos y sociales llegados de todo el país y representativos de todos los sectores ideológicos que se convocaron para rendirle homenaje. Pasó un año. Nos quedan sus palabras, su serenidad, sus ideas, su ejemplo y también estas lágrimas. No es poco.

Por Patricio Fay
 

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