En un mundo cargado de incertidumbres por la salida de la pandemia y las consecuencias de la guerra en Ucrania, en el entorno de Alberto Fernández tienen en claro que hasta el final de mandato deberán hacer frente a dos desafíos bien marcados. El de un kirchnerismo que no prevé abandonar los cargos pero sí continuar diferenciándose de la gestión pensando en “volver a poder” en 2027, descontando una victoria opositora en 2023, y de una inflación galopante que romperá los récords que supo cosechar el macrismo hasta 2019.
Justamente la escalada inflacionaria ha pulverizado las promesas electorales de mejorar el poder adquisitivo de la población -en la campaña 2019 se denominaba “llenar la heladera” vacía por los ajustes de aquella época- lo que obligará al oficialismo a articular un nuevo relato si quiere mostrarse competitivo en las presidenciales del año próximo.
Nuevamente surgen tibios intentos del Ejecutivo de aprovechar la hoja de ruta devenida del acuerdo con el FMI para generar una agenda propia. Fue el ministro Martín Guzmán (Economía) quien, previa coordinación con Alberto F., planteó que llevarán adelante el plan económico “solo con los que estén alineados”, en elíptica advertencia a los funcionarios cristinistas.
En este último sector se quejaron del tono belicoso del economista platense que, concluyeron, no ayuda a cerrar la grieta interna.
“No podemos estar a la defensiva con estos números de la economía”, deslizaban el pasado martes cerca del jefe de Estado al hacerse eco de la suba de la actividad, la caída del desempleo y el boom de reservas en los centros turísticos para la Semana Santa. Empero, un día después se conoció el número más importante para esta gestión: la inflación del 6,7 por ciento de marzo, con un acumulado de 16,1 por ciento para el primer trimestre que pulverizó cualquier intento de fijar una pauta salarial y ha obligado a algunos gremios a negociar paritarias por solo 3 meses (las paritarias, aun con revisiones, son anuales).
Espacios de poder
En Casa Rosada insisten que quienes no se sientan “incluidos” con el rumbo económico deberían salir del Gobierno. Pero el kirchnerismo jamás abandonaría cajas que permiten ganar espacios de poder, como las de Anses y PAMI, o áreas sensibles para hacer política para su electorado como Energía. Incluso advierten que un eventual corrimiento de Wado de Pedro a Justicia, que propala un sector del “albertismo” para que Agustín Rossi pueda recalar en Interior, sería inaceptable. Lo que ocurre es que el funcionario camporista ya no es eje de la relación de los gobernadores, pero le garantiza a Cristina Kirchner presencia en Balcarce 50. Y desde hace tiempo está embarcado en giras al exterior para promover su imagen ante una eventual candidatura en 2023. El dirigente santafesino, en cambio, es habitual confidente del Presidente y en los pasillos del poder advierten que su mentada incorporación al gabinete “está madurando”.
En este escenario no son pocos los colaboradores del jefe de Estado que le recomiendan “limpiar” el gabinete de funcionarios díscolos que ponen palos en la rueda. Uno de los apuntados, el secretario de Energía, Darío Martínez, convocó, con marcado atraso, a las audiencias públicas para mayo próximo para actualizar tarifas de gas y luz. Otro de los cuestionados es el secretario de
Comercio, Roberto Feletti, que desafió al Ejecutivo al asistir a un acto de Axel Kicillof en el que se despegó del rumbo económico propiciado por Hacienda. También se lo acusa de poco efectivo en su tarea: según el Indec, los alimentos y bebidas subieron 7,5 por ciento en febrero y 7,2 por ciento en marzo.
Desde el propio “albertismo” sugieren que el Presidente se toma demasiado tiempo para decidir cuestiones de Estado, como bien podría ser un cambio en el equipo de gobierno. Incluso se lo escuchó meditar en voz alta este tema mientras acompañaba a su mujer, Fabiola Yáñez, que acababa de dar a luz en el sanatorio Otamendi: hizo referencia a un “ministro que no funciona” y que bien podría ser reemplazado en las próximas horas. Fiel a sus “tiempos”, como ironizan en Balcarce 50, aún cavila si finalmente llevará a cabo cambios “quirúrgicos” en el gabinete en los próximos días.
En el entorno del jefe de Estado no son pocos los que aseguran que el kirchnerismo busca refugiarse en la Provincia ante lo que considera una segura caída en los comicios nacionales de 2023 y que por eso se diferencia del Ejecutivo con la esperanza de volver al poder en 2027 sin ningún intermediario en el sillón de Rivadavia.
“Es delirante lo que plantean hacer. Y hablan de un escenario de otra época, como quienes se juntan 10 años después a rememorar el viaje a Bariloche. La pandemia, la deuda del macrismo y ahora el shock externo por la guerra no tiene nada que ver con lo que se vivía en 2015”, se descargó una funcionaria cercana a A. Fernández. Poco les importan estas consideraciones a los militantes camporistas que gritaron “¡Vamos a volver, a volver!”, en la previa a la presentación de Cristina en el CCK del pasado miércoles. No dejaron dudas que no consideran como propio al gobierno de Alberto.
Impuesto a la renta extraordinaria
Empero, el ministro Guzmán planifica en silencio un proyecto que busca seducir a todas las tribus del Frente de Todos en el
Congreso: un impuesto a la renta extraordinaria de las exportaciones de commodities, como combustibles y granos que tuvieron alza récord por la guerra en el este europeo. El objetivo es aprovechar la recaudación del nuevo tributo para otorgar un subsidio a sectores no sindicalizados afectados por la disparada inflacionaria.
La iniciativa también buscaría aquietar el malestar de los gobernadores peronistas que vienen pidiendo una solución urgente a la suba de precios. A fines de marzo ya se habían citado en las oficinas porteñas de la calle Paraguay donde varios mandatarios, como el sanjuanino Sergio Uñac, deslizaron sus intenciones de desdoblar el calendario electoral local del nacional, en 2023, para no quedar pegados a la suerte del candidato presidencial del Frente de Todos.
Cumbre del PRO
Esas y otras alquimias electorales fueron parte de la sorpresiva cumbre PRO realizada a comienzos de semana en un restaurante de la costanera norte. Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal y Federico Pinedo comenzaron a debatir en esa cena cómo elegir al candidato del espacio en la segura interna que realizará Juntos por el Cambio el año próximo.
Pero no hubo acuerdo.
Varios diputados del partido amarillo siguen coqueteando con el libertario Javier Milei, que representa una verdadera divisoria de aguas para el radicalismo. El flamante pre-candidato presidencial ha ridiculizado la figura de Raúl Alfonsín. El gobernador jujeño Gerardo Morales ya dijo que su partido no toleraría su incorporación a la coalición opositora.
El titular del interbloque de JxC en el Senado, el radical Alfredo Cornejo, propicia un acercamiento con el PRO para tejer alianzas que permitan incluir a dirigentes de ambos partidos en la futura fórmula presidencial. Lo que se busca es evitar, a la postre, un escenario similar al de 2015 cuando el PRO monopolizó la gestión del Ejecutivo tras haberse impuesto previamente en la compulsa interna.
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