Hace ya varios meses, más precisamente desde que 2021 dio sus últimos estertores, que Axel Kicillof blanqueó sus intenciones de ir por la reelección. No lo dijo con todas las letras ni hacía falta: al lanzar un plan de gobierno para seis años, puso en blanco sobre negro qué anhela para su futuro político.
Aquel movimiento cobra más trascendencia por estos días en los que el oficialismo transita por un período de ebullición política enmarcado en el enfrentamiento entre el kirchnerismo y la Casa Rosada. Y donde, en sintonía, aparecen nombres de dirigentes presuntamente anotados en una carrera en la que no quieren dejar correr en soledad al Gobernador.
Ese menú se va ampliando con el correr de los días. Mientras Cristina Kirchner no levante la voz para ordenar el tablero, el Frente de Todos bonaerense seguirá trabajando medianamente unido, aunque sin reconocer a Kicillof como aspirante indiscutido para la Provincia en 2023.
El Gobernador lo sabe. Mantiene una convivencia forzada y medianamente amable con su jefe de Gabinete, Martín Insaurralde, que comparte sus mismas aspiraciones. Pero no es una relación que transite por un lecho de rosas.
Como representante de varios intendentes del Conurbano, el lomense es cabeza de la avanzada que desde el peronismo territorial se despliega sobre las costas de Sergio Berni. Los alcaldes quieren quedarse con el ministerio de Seguridad, pero no estarían ofreciendo un candidato de pergaminos indiscutidos. Contarían, en principio, con algún auspicio de Máximo Kirchner, que hace algunas horas zamarreó al polémico funcionario luego de que el propio Berni recordara que hace algún tiempo había ordenado detener a Juan Grabois, uno de los líderes de los movimientos sociales cercanos al kirchnerismo.
Kicillof está dispuesto a resistir. Berni, aun con resultados cuestionables en su área, es un pararrayos político para el mandatario.
Absorbe descargas de aquí y de allá. Pero además, el mandatario bonaerense reconoce que no le saca el cuerpo a la demandante tarea de lidiar con la Policía y el delito.
En un escenario tan provisional, en el kirchnerismo no se descarta que el camporista ministro Eduardo “Wado” De Pedro pudiera ser candidato en la Provincia. Y en las últimas horas, en sintonía con el reencuentro con Cristina Kirchner, salió a menearse el nombre del exgobernador Felipe Solá.
Esta agitación oficial encuentra dique de contención en el Instituto Patria. La voz de Cristina Kirchner será una vez más determinante para terminar de ordenar el tablero. De sus labios saldrán definiciones centrales, tales como si habrá adelantamiento electoral en la Provincia, otro de los platos que se lee en el menú del Frente de Todos. O si ella misma encabezará alguna lista: se habla de una nueva candidatura a senadora nacional. Y finalmente, quién será el candidato que tendrá su bendición para intentar conservar la Gobernación.
Antes, claro, habrá que armar el rompecabezas desde los bordes. Cómo sigue el Frente de Todos y si baja el nivel de tensión entre el kirchnerismo y el Presidente, por ejemplo.
En las últimas semanas Kicillof se estuvo reuniendo con intendentes del oficialismo. De todos ellos escuchó la preocupación coincidente por el aumento descontrolado de los precios que impactan con crudeza sobre los que menos tienen. Y en medio de clima de fuerte tensión que se vive entre el Gobierno y el kirchnerismo, algunos le pidieron que buscara acercar posiciones y que se calzara el traje de mediador.
El Gobernador, elegantemente, declinó ejercer ese rol, acaso convencido de que no caben gestiones de buenos oficios en medio de una pelea política de alto voltaje que lo podrían terminar esmerilando. Desde hace algunas semanas el mandatario endureció su discurso en relación a la Casa Rosada. Y no está dispuesto a desafiar a Cristina a quien reconoce como su “única” jefa.
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