La inflación enciende alarmas y golpea en el corazón electoral del oficialismo
El 4,7% de inflación de febrero es un tiro al corazón para el oficialismo. Dinamita expectativas, básicamente, porque genera malhumor social, erosiona fuertemente los salarios y porque abre un escenario, en conjunción con otras variables, de un posible freno a la recuperación económica que se registró el año pasado. Ningún estudio serio contempla que ese fantasma vaya como por encanto a disiparse en marzo. Cuando se conozcan los guarismos inflacionarios de este mes, se estará hablando de un índice que oscilará en un ascendente 5 ó 6%.
Esa espiralización empieza a destrozar las buenas nuevas del Gobierno. Hace algunos días, la Casa Rosada anunció una mejora del 12,3% en las jubilaciones y para los beneficiarios de la Asignación por Hijo. La inflación acumulada en el primer trimestre del año no bajaría del 14%. La caída del ingreso para esos sectores sociales será importante en los primeros meses del año.
En la Provincia, ese impacto está siendo particularmente severo. El corazón electoral del oficialismo bonaerense late, herido, frente a los precios sin freno. En especial, en lo que tiene que ver con los alimentos que sufren subas que rompen el techo de la media inflacionaria. En el Conurbano, donde anida el voto más consolidado del Frente de Todos entre los sectores más postergados, la inflación en alimentos en febrero fue del 8,6%. Algunos cálculos señalan que en el primer trimestre del año podría llegar al 22%. El dato es demoledor.
Las quejas que llegan a la Gobernación son recurrentes. Axel Kicillof acaba de inaugurar una ronda de reuniones con referentes distritales (intendentes y legisladores) donde el tema de los aumentos de precios sin control se lleva todos los análisis. El Gobernador escuchó, hace apenas horas, un número por demás inquietante y que grafica el deterioro que vienen sufriendo los salarios. “La última vez que la inflación en alimentos tuvo un cero adelante fue en febrero de 2015”, lanzó uno de los alcaldes que pasó por su despacho, portador de un ramillete de quejas hacia la Casa Rosada.
El propio mandatario está preocupado por la suba de los precios. En su entorno rumian críticas al gobierno de Alberto Fernández por el manejo de la situación y se quejan de que es el propio equipo nacional el que dinamita con sus idas y vueltas las medidas que anuncia.
Desde la mirada oficial con asiento en La Plata, creen que la “guerra” -como definió el propio Presidente la contienda que debe afrontar para desinflar los precios- requiere de medidas que obligarán a pagar costos políticos. “Y eso sólo puede hacerse si se está dispuesto a pagar esos costos. No se puede quedar bien todo el tiempo con todos los sectores”, reprochan.
Mientras tanto, Kicillof ausculta el territorio como forma de monitorear los avances de su plan de obras bautizado “6x6”, en el que ancla su proyecto de reelección. Pero en la Gobernación reconocen que esos encuentros comenzaron a derivar inevitablemente hacia la no tan gratificante tarea de tomar el pulso social en estos tiempos de aceleración inflacionaria.
Existe, por ahora, una preocupación contenida. “La situación es difícil, pero no hay desbordes”, es el resumen que surge tras las primeras reuniones con la mirada puesta en un territorio que puede empezar a ganar temperatura en forma acelerada si los desajustes inflacionarios se mantienen. Más aún, si se profundizan. De hecho, nadie se atreve en la Provincia a otorgarle la categoría de perenne de esa foto coyuntural.
Mientras, en la Provincia buscan aceitar medidas de contención social. Por caso, la ayuda alimentaria que se puso en marcha en medio de la pandemia, ahora se institucionalizará y pasará a ser un sostén permanente. La inquietud oficial se redobla con la mirada posada en el futuro. Se coincide en el diagnóstico que difícilmente haya proyecciones electorales venturosas para el Frente de Todos si estos niveles de inflación siguen cruzando la vida de los argentinos.