Ni al oficialismo ni a la principal fuerza opositora les gusta que el análisis político centre su mirada en las internas. Pero cómo soslayar las causas -una mirada diferente sobre el modelo económico- y el efecto que la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura de bloque en Diputados tendrá sobre el andamiaje del Frente de Todos en general y sobre el acuerdo con el FMI en particular.
Para la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio, en tanto, las mayores diferencias no están tanto en el modelo de país al que se quiere llegar sino en la firme determinación del radicalismo de obturar los intentos del ala dura del PRO de radicalizar su postura y homogeneizar el discurso de la coalición con vistas a la estrategia electoral de 2023.
Hace solo una semana, el anunciado principio de acuerdo con el Fondo por parte del Gobierno generaba una nueva atmósfera de optimismo respecto a evitar las consecuencias nocivas que provocaría a la economía una nueva crisis de la deuda. Pero el portazo del diputado no solo blanqueó las diferencias del kirchnerismo con las metas acordadas por el equipo del ministro Martín Guzmán (Economía) con el staff del organismo. La reducción del déficit primario -“el recorte del 0,8% respecto al número del Presupuesto da un ajuste, no hay cómo disfrazarlo”, reflexionaba una fuente del camporismo consultada- y del nivel emisión monetaria, han sido los principales desacuerdos.
Si ya había dudas sobre el cumplimiento de estas medidas, nadie se anima a mensurar el efecto que tuvo en Washington el rechazo de una parte importante del oficialismo a la esperada carta de intención sobre el acuerdo que debería votar el Congreso. Hoy está casi descartado que esta iniciativa pueda entrar en extraordinarias y es muy probable que sea el presidente Alberto Fernández quien se refiera al tema durante su discurso del 1° de marzo en la apertura de sesiones ordinarias del Parlamento.
Riesgos
La crisis desatada en el oficialismo también pone en riesgo el debate de proyectos como el de Agroindustria o la reforma al Consejo de la Magistratura que en Casa Rosada pedía sean debatidos en febrero.
El titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y el flamante titular del bloque oficialista, Germán Martínez, han transitado los últimos días tratando de ordenar la agenda legislativa. Pero recién la semana próxima formalizarán las autoridades de unas 15 comisiones en la Cámara baja. En el Senado, donde hoy manda el silencio de Cristina Kirchner, pronostican que solo habría una sesión durante febrero.
Hoy el mayor interés del oficialismo está en intentar cerrar las heridas que produjo la salida de Máximo de la presidencia del bloque. En Casa Rosada hubo reuniones entre el camporista Wado de Pedro y el “albertista” Fernando “Chino” Navarro para intentar conciliar posiciones y el jueves el ministro de Interior recibió en su despacho, con foto incluida, al ministro “Juanchi” Zabaleta (Desarrollo Social), quien junto a Gabriel Katopodis (Obras Públicas), son los delegados del Presidente en la construcción de una agenda política independiente de los designios del Instituto Patria. “Hablaron del trabajo conjunto para adelante. Para atrás, nada”, admitió una fuente oficial en referencia al cruce de acusaciones entre las dos principales alas del Frente de Todos registrada durante la semana.
El problema con estos encuentros, que se han sucedido luego de anteriores crisis, es que por debajo de la estructura, esto es, entre las segundas y terceras líneas del Gobierno, la tensión continúa. Esas diferencias se evidencian, por caso, en el plan de segmentación de tarifas públicas que llevó a cabo la subsecretaría de Energía, a cargo del camporista Federico Basualdo, que choca con las expectativas que tenía Economía en la materia. Guzmán sabe que el Fondo le pide una mayor poda a los subsidios y el esquema hoy propuesto no garantizaría el menor gasto público demandado por el organismo multilateral de crédito.
El acercamiento a Rusia
La gira internacional de Alberto F. no solo provocó las críticas de la oposición por el destrato a Estados Unidos frente a Vladimir Putin en momentos de tensión entre las potencias por la cuestión de Ucrania y por la necesidad de concretar un cierre a la negociación por la deuda argentina ante el Fondo. En el camporismo cuestionaron no solo lo que consideraron una “torpeza comunicacional” sino también haber “provincializado” el anuncio de la construcción de Atucha 3 en Lima, la que sería la cuarta central nuclear del país, y haber desaprovechado la gira del jefe de estado por China.
El discurso de Fernández en la bilateral con su par ruso, donde además propuso a la Argentina como una “puerta de entrada” de Rusia en América Latina, obligaron a Juan Manzur a una inesperada foto con el embajador norteamericano, Marc Stanley. El jefe de Gabinete, de a poco, viene levantando el perfil luego de haber sufrido una campaña de desgaste desde adentro del Gobierno que ha puesto en riesgo su continuidad en el cargo.
Los funcionarios del Fondo Monetario Internacional y quienes conducen la política exterior de los Estados Unidos están acostumbrados a recibir críticas muy severas de los líderes latinoamericanos. Sin embargo, Alberto Fernández los sorprendió cuando en el Kremlin le ofreció a Putin que “la Argentina se convierta en una puerta de entrada para que Rusia ingrese a América latina de un modo más decidido”. Es cierto que luego, posiblemente informado por sus asesores, de la repercusión de esas palabras, hizo algunas aclaraciones, pero fue inevitable que los expertos norteamericanos sintieran que ningún gesto más que amistoso le parece suficiente a los argentinos, que no comprenden que los demás también tienen complicados panoramas y limitaciones políticas y económicas. Se trata de un sentimiento compartido por los técnicos del FMI, cuestionados por la prensa especializada de Europa y Estados Unidos por “ni siquiera hacer rigurosos análisis de los planes para pagar la deuda en diez o doce años a pesar de la tradición de incumplimientos”.
Confrontar con dureza
Desde su “lugar en el mundo”, el country Cumelén de Villa La Angostura, a Mauricio Macri se lo vio defender enfáticamente la posición de Patricia Bullrich de confrontar con dureza con el Ejecutivo, pedir la derogación de la ley de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda Pública, que obliga a discutir en el Congreso todo endeudamiento eterno, y a no acompañar la iniciativa en caso que el kirchnerismo confirme su rechazo. Tuvo algunos cruces con representantes de la Coalición Cívica.
Pero el momento de mayor tensión en la nueva reunión de la Mesa de JxC fue cuando el gobernador radical Gerardo Morales le pidió a Bullrich que no sea tan tajante sobre sus posturas ante los medios y no adelante supuestos posicionamientos de la coalición opositora.
Está claro que tanto el presidente de la UCR como la Coalición Cívica buscan dejar sentada la “responsabilidad institucional” de la oposición en el debate de un tema tan sensible. Pero, además, el jujeño, que tiene aspiraciones en tallar en la interna para las presidenciales de 2023, quiere evitar que nuevamente el PRO se lleve por delante al resto de los partidos de JpC en la definición de la estrategia política.
El miércoles próximo los dirigentes volverán a reunirse, esta vez de forma presencial, donde intentarán limar asperezas. Bullrich está decidida a competir por la presidencia y por eso reparte su tiempo en giras por el interior, visitó en Mendoza al radical Ernesto Sanz, y ayer recorrió localidades de la primera sección electoral bonaerense, lo que despierta tensiones hacia adentro del PRO también.
Horacio Rodríguez Larreta también juega sus fichas y apuesta a una construcción territorial de más bajo perfil. Así, evita confrontar con los socios radicales y enviar guiños a candidatos libertarios que han profanado la memoria de Raúl Alfonsín, como Javier Milei. En este escenario nadie asegura que con el reglamento y el sistema de toma de decisiones, que la coalición opositora recién oficializaría en marzo próximo, las internas puedan amortiguarse.
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