En tensión con Máximo Kirchner, Kicillof insinúa una emancipación
POLÍTICA BONAERENSE

En tensión con Máximo Kirchner, Kicillof insinúa una emancipación

Empecemos contando las cosas como son: está todo mal entre Axel Kicillof y el tándem político oficialista integrado por el diputado nacional Máximo Kirchner, ahora flamante titular del PJ bonaerense, y la vicepresidenta Cristina Fernández, la ex mentora del gobernador bonaerense.
El punto de inflexión fue la movida política post elecciones de noviembre último por la que Axel debió tolerar casi una intervención de su gestión. Cristina lo citó en el sur, su lugar en el mundo, para contarle que la cofradía de intendentes del Conurbano, aliados de su hijo, desembarcarían en La Plata para ocupar puestos clave de su gobierno.
Es que Cristina y Máximo estimaron que la remontada respecto a las Primarias, que no le alcanzó al peronismo para ganar las legislativas pero sí para zafar de la paliza que temieron luego de las PASO, fue gracias a que se despabiló un aparato que había dormido en el test previo de septiembre. Y que eso se debió al oficio de los jefes comunales, insuflados por el liderazgo de Máximo.
Aquella peculiar “victoria” del PJ bonaerense en noviembre sirvió, en los hechos, como un anabólico anímico: ahora sus dirigentes sienten que en 2023, aún perdiendo las elecciones presidenciales en todo el país (lo que implicaría dejarle la Casa Rosada a la oposición) el peronismo podría retener la estratégica Provincia de Buenos Aires con muy poco.
Por eso asoma hoy un elemento de tensión entre Axel y Máximo, que acaso signe esa relación por los próximos dos años.
El gobernador viene avisando que se piensa a sí mismo en el sillón de Dardo Rocha por seis años más. O sea: los dos que le faltan de su primer mandato y una posible reelección de cuatro más. Anida ahí un segundo mensaje: Kicillof parece decir que no está para que lo cuenten como postulante a la presidencia del oficialismo en 2023, versión que insisten en desparramar usinas del cristinista Instituto Patria. 
Máximo, por su parte, asoma decidido a replegarse en la Provincia de cara al recambio de 2023. Se imaginaría a sí mismo como candidato a gobernador, aún desafiando a Axel en una Primaria Abierta tal como propuso Alberto Fernández. Se supone que para eso le interesa ser presidente del PJ bonaerense, un partido que hace más de dos décadas se caracteriza por elegir sus autoridades a través de una farsa consensuada que siempre es avalada por la Justicia Electoral.
El hombre fuerte del gobierno provincial hoy es el lomense Martín Insaurralde, aliado de Máximo. Su gente ha ocupado lugares estratégicos del gabinete. La política provincial habla con él, no con los funcionarios puros de Axel. Se está viendo mucho en las conversaciones por el presupuesto provincial 2022.
Esto molesta mucho al gobernador, cuentan en la calle 6. Pero como piensa dar batalla, ha empezado un tenue ejercicio de reclutamiento de masa política propia. Dos años tardó en iniciar ese ejercicio. Y arranca con un déficit: el Conurbano peronista es de Insaurralde-Máximo-Cristina, en donde la vicepresidenta esgrime la carta fuerte del respaldo incondicional del voto justicialista en la poderosa Tercera Sección Electoral (Sur y Oeste del Gran Buenos Aires). “La dueña de los votos”, definen los cristinistas.
Axel ha empezado a citar a dirigentes, legisladores, ex funcionarios para tener discretas charlas. “Hablen con Carli”, les pide. Se trata de Carlos Bianco, su alter ego, el ex jefe de Gabinete que, cuando debió ceder su silla a Insaurralde, fue nombrado “asesorísimo” del gobernador y hasta se le creó una estructura paralela a la del ex intendente de Lomas de Zamora, quien tiene el cargo real de jefe de ministros. 
En esas conversaciones, Axel traza límites: “De un lado van a estar ellos, del otro nosotros”, explica. “Ellos” son Máximo, Cristina, los intendentes del GBA. Son los que le han propinado ciertos golpes recientes, una manera de recordarle que el tándem Cristina-Máximo casi que decretó que él sólo está para gestionar las incomodidades superficiales de cualquier gobernador hasta el 2023. Dos ejemplos recientes. Uno: Axel sólo tiene un incondicional en la Cámara de Diputados Provincial. Es Carlos “Cuto” Moreno, legislador por la Sexta Sección (de Tres Arroyos, aunque vive en la platense City Bell). Era vicepresidente del cuerpo hasta el 9 de diciembre. Ahora lo bajaron a vice primero pero casi de milagro le dejaron la posibilidad de la famosa “firma”. Es el gancho legal para sacar todas decisiones vinculadas a los fondos de la Cámara, que comparte con la presidencia. Moreno obtuvo eso porque el kicillofismo logró apagar una rebelión del peronismo que quería degradarlo a un cargo intrascendente.
Dos: el 10 de diciembre pasado, el adolescente Luciano Olivera fue asesinado por un policía bonaerense en Miramar, lo que generó una pueblada en el lugar. Axel bancó al ministro de Seguridad, Sergio Berni, desde un primer momento y a pesar de cierta ausencia inicial del funcionario. A los pocos días, en forma más bien sorpresiva, se conoció que el abogado Gregorio Dalbón se hizo cargo de la representación de la familia de la víctima.
Dalbón es uno de los abogados de Cristina. En los corrillos de la política peronista de la Provincia se habla de que el letrado asumió la faena por pedido de la vice, ahora enconada con Berni después de haberlo prohijado. Una pelea que se habría de-satado por el cierre de las listas de candidatos de las pasadas elecciones, que Cristina y su hijo confeccionaron a “gusto y piacere”, sin siquiera consultar con la estructura partidaria. “Yo estoy muy alejado de Cristina”, había dicho Berni por televisión antes del brutal crimen. 
De acuerdo a fuentes que lo tratan mucho, Axel imaginaría un 2023 con Alberto y él mismo yendo por la reelección en sus respectivas poltronas. Dicen que en reuniones privadas hasta habló del fin del Frente de Todos como se lo conoce actualmente. Por ahora, suena a ciencia ficción.

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