Países Bajos: un atasco político que hoy no impide el crecimiento económico y social
Para gran parte de los estados del mundo permanecer gobernados por un ejecutivo provisorio, sin mandato, representa una crisis de consecuencias imprevisibles. Con solo algo más que 24 horas, la acefalía ministerial provoca terremotos políticos. Pero, hay excepciones. Algunos países europeos son prueba de ello. Uno de ellos, el Reino de los Países Bajos.
En marzo del 2021, la ciudadanía votó para la constitución de un nuevo gobierno. El resultado fue una confirmación, como más votado, al partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD por sus siglas en neerlandés) del primer ministro Mark Rutte, con 34 escaños sobre un total de 150.
Lejos, muy lejos, de alcanzar una mayoría parlamentaria, tras la elección, Mark Rutte comenzó las negociaciones con otras formaciones políticas para formar gobierno. El Reino de los Países Bajos es una monarquía constitucional parlamentaria, de forma tal que para alcanzar el gobierno es necesario componer alianzas que aseguren una mayoría legislativa
Si bien el VVD ganó un escaño con relación a la legislatura anterior, los grandes triunfadores de la elección fueron Demócratas 66 (D66) y el Foro para la Democracia (FvD). El primero creció en cinco diputados y totalizó una bancada de 24, mientras que el segundo pasó de dos bancas a ocho. El VVD del primer ministro Rutte en una formación inscripta en el liberalismo; el D66, también liberal, pero con un marcado acento social; el FvD, a su vez, es un partido conservador, populista y euroescéptico.
Es posible imaginar una coalición entre el VVD, más D66, más la Llamada Demócrata Cristiana (CDA) con 15 escaños y el Partido Socialista (SP) con 9. La sumatoria alcanzaría 82 asientos, superadora de las 76 bancas requeridas para formar mayoría en un parlamento de 150 representantes.
Sencillo en la teoría, sumamente dificultoso en la práctica. Ya pasaron seis meses desde aquella elección y el gobierno no aparece. Mientras tanto, como ocurre en las democracias parlamentarias asentadas, el primer ministro Rutte y el gabinete continúan en sus puestos, pero solo despachan asuntos corrientes. Ninguna ley puede ser presentada.
Pero, ni la espera, ni la negociación pueden ser eternas. Más de fondo, los problemas del sistema político neerlandés radican en la caída de los partidos tradicionales. Llámense liberales, socialistas o demócratas cristianos, en conjunto, las tres formaciones solo totalizan 58 representantes sobre 150.
Primer ministro en teflón
Mark Rutte es un político de 54 años, nacido en La Haya, que toca el piano y es graduado en historia en la Universidad de Leiden. De familia de militantes políticos de la Llamada Demócrata Cristiana (CDA).
Pero el joven Mark prefirió adherir al liberal Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) del que fue presidente de la juventud entre los años 1988 y 1991. En la esfera privada, trabajó varios años para la multinacional británica-neerlandesa Unilever.
Mientras tanto su peso político aumentaba tras formar parte de la directiva del VVD. En 2002, fue designado secretario de Estado (viceministro) de Asuntos Sociales y Empleo. Luego en 2004 fue secretario de Estado de Cultura y Educación.
En 2006 resultó electo presidente del VVD en una elección interna donde obtuvo el 51,5 por ciento de los votos. Un mes después, en junio, fue votado diputado a la Segunda Cámara de los Estados Generales, la cámara baja del Parlamento neerlandés. Inmediatamente resultó electo presidente de su bancada.
En setiembre de 2010, Rutte accedió al cargo de primer ministro como jefe de un gobierno minoritario formado por el VVD y la CDA que contaba con el apoyo parlamentario del derechista Partido por la Libertad encabezado por el euroescéptico y antiinmigración Gert Wilders.
Desde entonces, con diversas coaliciones, Rutte presidió tres gobiernos y se apresta, si logra alcanzar algún acuerdo, a encabezar el cuarto. El primer ministro no es el único caso de supervivencia. Sin ir más lejos su colega y vecina alemana Angela Merkel lo supera en tiempo como jefa de gobierno. Pero Rutte continúa sus pasos y ya lleva once años ininterrumpidos al frente del ejecutivo neerlandés.
Para los analistas políticos, la capacidad del jefe de gobierno para sortear inconvenientes y crisis es su principal virtud. De allí su apelativo de “primer ministro teflón”: nunca queda pegado. Inclusive cuando después de negar los hechos, debe admitirlos. El caso más rimbombante ocurrió cuando le ofreció un cargo ministerial a un diputado de otro partido para que abandonara su campaña sobre los fraudes que padres y madres llevan a cabo para cobrar asignaciones familiares.
Rutte negó los hechos para después admitirlos ante la evidencia. Sin embargo, sorteó la moción de censura parlamentaria porque la acusación sobre los fraudes resultó… errónea.
Los Países Bajos ocupan el lugar 35 entre los estados que padecieron más muertes por coronavirus con algo más de 18.500 desapariciones. En promedio por cada millón de habitantes, los muertos neerlandeses son 1.072, lugar 49 entre algo más de 200 países medidos. Con reserva del primer lugar para el país con mayor número de fallecidos
Si a lo anterior se agrega que el país figura decimo octavo entre las naciones con mayor número de vacunados con dosis completa con un 63,46 por ciento de la población, no resulta extraño que la población, en general, apruebe las decisiones políticas del gobierno del primer ministro Rutte, al respecto.
La economía imparable
En materia económica, la administración Rutte también tiene mucho que mostrar. A la fecha, la economía neerlandesa se repone del parón provocado por la pandemia, a una velocidad que causa envidia entre los países desarrollados.
Durante el segundo trimestre del 2021, la producción creció un 9,7 por ciento anualizado. Se trata del crecimiento más alto experimentado por los Países Bajos desde la Segunda Guerra Mundial. Y resulta superior al de cualquier otra economía de la Unión Europea en igual período.
Otros datos: la tasa de crecimiento para el año 2021 alcanzará al 4 por ciento. El consumo de los hogares ya supera el 5,7 por ciento anual. La desocupación actual es del 3 por ciento, es decir plena ocupación. Y la Bolsa de Amsterdam pasó, por primera vez en la historia, el indicador de 800 puntos con un crecimiento para el 2021, a la fecha, del 28 por ciento.
Semejante catarata de buenos datos genera una euforia contagiosa sobre el presente del país. Más aún si como ya puede ser comprobado, el mundo financiero mudó su asiento de Londres a Amsterdam. No obstante, como siempre, el éxito viene acompañado de algunos problemas. Es que, a mayor crecimiento de la economía, mayor faltante de mano de obra.
Faltan obreros en la construcción, trabajadores sanitarios, ferroviarios, empleados de comercio, personal calificado tecnológicamente, gastronómicos. En agosto, las estadísticas señalaban que 318 mil puestos de trabajo estaban disponibles para un total nacional de 300 mil desempleados.
Una estadística que refleja solo parcialmente la realidad. De los 300 mil desempleados, no todos buscan un empleo y otros solo son desocupados temporales entre uno y otro trabajo ya concertado. De allí que para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) una tasa de desocupación inferior al 5 por ciento revela pleno empleo.
La situación laboral neerlandesa provoca un cambio impensable para la tradicional política sindical. El vicepresidente de la confederación sindical FNV, Zakaria Bufangacha, lo describe así: “debemos elegir la reducción del número de empleos de baja calidad, sin o con poco valor agregado, para determinar los sectores importantes para nuestra sociedad.
Para Cees Oudshoorn, el director general de VNO-NCW, la central patronal que nuclea mas de tres mil empresas, el nuevo modelo holandés -llamado “modelo de los polders”- va más allá de la defensa de los intereses sectoriales. Ocurre que el cambio de mentalidad sindical es acompañado por un cambio similar empresarial. Hoy la preocupación de las patronales ubica a la colectividad donde están radicadas y al rol del Estado por encima del puro beneficio.
¿Cuáles son, entonces, los temas de preocupación de la central patronal? Pues el cambio climático, la transición energética y el sector pasivo donde el envejecimiento de la población predice un aportante por cada tres retirados para el año 2050.
Los Países Bajos muestran pues la contradicción entre una sociedad dividida por una polarización creciente, donde crecen los populismos y la crítica a la política tradicional, con indicadores económicos netamente favorables y sectores sociales responsables.