Insaurralde junto a su par de Nación, Juan Manzur
ANÁLISIS

Kicillof-Máximo: tensión y más cambios en danza

Apenas terminó el acto, Axel Kicillof se retiró del Teatro Metro. Tomó la avenida 51 y enfiló hacia Casa de Gobierno. En simultáneo, los intendentes recién asumidos en su gabinete se quedaron en la calle para hablar con los periodistas. No sólo cumplían con la formalidad y el protocolo: hacían tiempo para reunirse a pocos metros de allí, sin el Gobernador pero con Máximo Kirchner, en la residencia del presidente de la Cámara de Diputados bonaerense. Esa postal posterior al acto de asunción de los jefes comunales Martín Insaurralde y Leonardo Nardini en el Ejecutivo provincial refleja muchas cosas: una de ellas, acaso la principal, el clima de tensión que se ha ido acumulando entre el jefe de La Cámpora y Kicillof y que hizo eclosión el fin de semana con el loteo del gabinete que se vio obligado a aceptar el Gobernador tras la derrota electoral en las PASO. Con la anuencia de Cristina Kirchner -a quien Kicillof reconoce como su jefa política-, el gobierno bonaerense que asumió en diciembre de 2019 le cerró la puerta a los intendentes. Acostumbrados a ostentar espacios de poder en los gabinetes de gobernadores peronistas, presionaron por varios lugares como Seguridad e Infraestructura, entre otros. El mandatario entonces electo se replegó sobre su círculo de confianza y le cerró la puerta al poder territorial. Los intendentes nunca perdonaron ese desprecio.

El clima de tirantez fue marca registrada de esa relación. Las discusiones entre Insaurralde y Sergio Berni fueron de antología. Tanto como los intentos fallidos para articular desde los territorios alguna relación más o menos fluida con el ahora desplazado jefe de Gabinete, Carlos Bianco. Las vueltas de la política hicieron que ahora Insaurralde y Berni estén obligados a compartir escudería.

Pero ese desprecio político de Kicillof al poder territorial del PJ sufrió un cachetazo sonoro. Primero fue el resultado electoral. Después, fundamentalmente, la ofensiva de Máximo Kirchner avalada por Cristina, que hasta hizo viajar a El Calafate al Gobernador para comunicarle que debía abrir el gabinete y no sólo eso: ceder espacios a los intendentes, socios desde hace tiempo de su hijo y futuro presidente del PJ bonaerense.

Máximo ha tejido con buena parte de los alcaldes una relación particular. Fueron ellos, y en particular Insaurralde, quienes le allanaron el camino para que se quedara con la presidencia del partido en la Provincia. Muchos de ellos le venían transmitiendo al diputado nacional sus quejas sobre el funcionamiento y el poco feeling con el gabinete de Kicillof. Como consecuencia de esos movimientos y de otras circunstancias políticas, La Cámpora comenzó a mostrarle los dientes a Kicillof. Dos hechos pasaron poco menos que desapercibidos pero ya mostraban, antes del cierre de listas para las PASO, la decisión del camporismo de avanzar sobre el gabinete provincial. El primero de ellos, la versión que se echó a correr sobre la posible candidatura de Bianco a diputado nacional. “Es fuego amigo, no hay nada de eso”, decían por entonces en el Ejecutivo. Varios funcionarios apuntaban a La Cámpora (léase Máximo) como la usina de esos rumores insidiosos. A la vista de lo que ocurrió, todo indica que desde hace tiempo la jefatura de Gabinete de Kicillof estaba en la mira.

Kicillof logró bloquear esa salida al igual que la de Teresa García del ministerio de Gobierno, un espacio por el que se frotaba las manos Santiago Lalo Révora, otro hombre de Máximo y actual secretario de Asuntos Municipales. Pero la derrota electoral terminó horadando la coraza de Kicillof, Máximo presionó para ubicar a los intendentes que le responden y Cristina, desde El Calafate, hizo el resto.

La llegada de Insaurralde arrima amplios interrogantes. Es un secreto a voces en el oficialismo ANÁLISIS José Picón jpicon@eldia.com Kicillof-Máximo: tensión y más cambios en danza que nunca tuvo una buena relación con Kicillof. Es recíproco: el mandatario tampoco suele hablar bien del lomense. Ahora estarán obligados a convivir en un equipo que, si no se produce un giro dramático de la elección, se verá expuesto a una derrota electoral en noviembre.

Es una relación que esconde en sus pliegues otros asuntos más espinosos. En el peronismo se dice que Insaurralde alimenta el sueño político de llegar a la Gobernación y que contaría con el guiño de Máximo Kirchner. En el PJ bonaerense se dice que habría sido parte del acuerdo por el que el intendente le allanó el camino al hijo de Cristina para quedarse con la estructura partidaria del peronismo provincial. Insaurralde se vuelve a cruzar en el camino de Kicillof, que antes de las elecciones había comenzado a hablar de que su proyecto político en la Provincia era a ocho años. El cimbronazo electoral con proyección al gabinete provincial puede que no sea el último. Ya se habla de la llegada de una nueva tanda de intendentes en los próximos meses (¿diciembre?). Uno de ellos aterrizaría en Vialidad y todos los cañones apuntan al alcalde de Punta Indio, Hernán Y Zurieta. También se menciona la posible creación de un ministerio de Turismo que sería ocupado por un jefe comunal de la Primera sección electoral.

No son las únicas versiones. También se habla de que intendentes del Gran Buenos Aires estarían empujando reemplazos en la Dirección General de Escuelas, donde se cuestiona con dureza a su titular Agustina Vila, y en el ministerio de Trabajo que lidera Mara Ruiz Malec. Todo, en un contexto en el que la relación entre el Gobernador y Máximo Kirchner atraviesa un punto crítico.

José Picón