Después de la vertiginosa semana que pasó, impregnada por los coletazos del escándalo de la foto en la Quinta de Olivos, en el Gobierno bonaerense se fijaron como prioridad hacer una “vuelta de página” lo más rápido posible para superar el incidente y retomar los planes electorales iniciales.
Resulta innegable que el episodio tiñó la campaña del Frente de Todos, la sacó de un carril que ahora esperan recuperar. Los estrategas del oficialismo están mensurando hasta dónde pudo generar un drenaje de votos. Preocupa, en especial, el impacto que pudo haber tenido en el universo de los llamados votantes propios, aquellos que en los sondeos previos aseguraban que acompañarían al oficialismo en las urnas a pesar de los evidentes problemas económicos y sociales que el Gobierno nacional no ha logrado domar.
Para el oficialismo bonaerense es prioritario unificar el discurso y salir del atolladero en que lo metió la foto maldita. Más allá de lo que suceda con el capítulo nacional de la próxima elección, en el que la platense Victoria Tolosa Paz encabeza la oferta kirchnerista, para Axel Kicillof es clave, casi una obsesión, el resultado de la pelea en las ocho secciones electorales de la Provincia. Es que esas pulseadas secciónales determinarán la conformación de la Legislatura Provincial para los próximos dos años de su mandato.
El Gobernador aspira a mejorar allí la relación de fuerzas con la oposición, especialmente en el Senado, donde Juntos por el Cambio (hoy simplemente “Juntos” para presentarse a las elecciones) domina cómodamente los números.
Hasta diciembre, Kicillof está obligado a negociar absolutamente todo en inferioridad numérica. Algo -la negociación política- que le disgusta, que parece no estar en su naturaleza, si hay que guiarse por la interminable demora en cubrir vacantes judiciales o la decisión, ya adelantada, de no completar el directorio del Banco Provincia que tiene cinco sillones vacantes. Lo que deja en las puertas de la parálisis.
Es por esa necesidad de pelear los cargos legislativos provinciales que en el acto del miércoles pasado en el Estadio Único, cada candidato del Frente de Todos allí presente (a diputado, a senador, a concejal) se llevó una carpetita con lo que el Gobierno bonaerense denominó internamente como “hitos” de la gestión de Axel. Fue una suerte de machete o letra de campaña. Esto es: cada acto de gobierno, distrito por distrito, sección por sección, que el Gobernador pretende que sea “vendido” al electorado como una primera marca registrada de sus casi dos años en el Palacio de calle 6.
En este sentido, una primera decisión que se tomó en el “kicillofismo” es salir a reivindicar la cuestión educativa (un ítem que entienden defendible, más allá de la interminable no presencialidad por la pandemia), asumiendo en cierta manera el desafío que plantearon, cada uno a su modo, Diego Santilli y Facundo Manes, los candidatos de Juntos que deben dirimir sus cuitas en la Primaria del 12 de septiembre.
En esta línea, la gobernación hablará y mostrará mucho la inversión en obras en escuelas, desde pequeñeces de funcionalidad cotidiana hasta reformas de infraestructura que, según fuentes oficiales, a la fecha es mucho más onerosa que la que puede mostrar la gestión macrista que gobernó la Provincia hasta diciembre de 2019. Delicias que podrá reflejar alguna planilla Excel. Los anuncios sobre inversiones futuras en infraestructura asoman, en efecto, como la gran apuesta de la campaña kirchnerista bonaerense, a realizarse en rubros como caminos, cloacas, energía y demás.
Está en línea con la idea de la “reconstrucción” post pandemia, que rige toda la estrategia oficialista y con una premisa: todos involucrados de lleno en la campaña. Se verá sobre la marcha si las agendas correspondientes dan para eso.

PANORAMA PROVINCIAL
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