El decreto 475/21 del pasado 17 de julio dispuso el reconocimiento de aportes por tareas de cuidado, en el marco jubilatorio nacional. La medida, que comenzó a efectivizarse el 1° de agosto, se direcciona a mujeres con hijos y/o hijas que tengan la edad requerida para jubilarse (60 años o más) y no cuenten con los años de aportes necesarios. Este año, más de 150 mil madres podrán jubilarse y en La Pampa fueron 18 las mujeres inscriptas en el primer día de puesta en marcha del decreto.
El reconocimiento de aportes por tareas de cuidado se erige como política pública en miras de acortar la brecha de género. La división sexual del trabajo dictada por el patriarcado encomendó a varones a salir del hogar para "trabajar", mientras las mujeres quedaron en casa al cuidado del grupo familiar. El mundo en clave patriarcal metaforizó con la reina del hogar para vender como reinado cómodo a lo que era, en verdad, servidumbre. "Eso que llaman amor, es trabajo no pago" denunciaba la feminista italiana Silvia Federici ante esta invisibilización histórica de las tareas de cuidado como actividad laboral. Hoy, la interpelación a la dicotomía capitalista y patriarcal de producción-reproducción, rescata a la economía del cuidado como trabajo. En este marco, los aportes jubilatorios por tareas de cuidado reivindican por fin su importancia nuclear para el desarrollo social, hasta erigir específicamente a la maternidad como actividad constitutiva de la sociedad e indispensable para su sostenimiento.
El patriarcado romantizó históricamente la imagen devota de la santa madre, que es feliz a pesar de una maternidad que la consume. La postergación de la vida pública y profesional de esa madre la saca de carrera para relegarla al hogar a tiempo completo o bien la expone a jornadas laborales dobles o triples, fuera y dentro de casa. En Argentina, las mujeres dedican, en conjunto, 96 millones de horas diarias de tareas de cuidado y en caso de existir niños y/o niñas, la dedicación es aún mayor, con una brecha de casi cinco horas respecto de los varones. Las licencias por maternidad y paternidad enquistan el estereotipo con 2 días para padres y 90 para madres. Muy pesar de los piedrazos a los techos de cristal, tamaño desfasaje continúa impactando en la cotidianeidad de mujeres que insumen su fuerza productiva maternal en un sistema esclavista.
Ante tamaña desigualdad estructural, el reconocimiento de aportes por tareas de cuidado de hijos y/o hijas recupera su valor social y económico a partir del abandono de los binomios producción/reproducción, público/privado. La medida también interpela las relaciones de género para desarticular antiguos lastres y habilitar nuevas convivencias y masculinidades, que coparentalicen, que arrullen y abracen. <
(*) Abogada, magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles.
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