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India debe solucionar lo antes posible la vacunación de su gente para escapar de la pandemia y de la mala imagen.
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India: entre un conflicto geopolítico y uno regional con trasfondo de armas nucleares

Si la potencialidad china admite una disputa sobre la supremacía mundial frente a los Estados Unidos, no menos cierto es que, al sur del Himalaya, la India entrevé una concurrencia con su vecino norteño. Concurrencia que comenzó no hace mucho y que tardará aún unos años –quinquenios- en materializarse por completo.
La cuestión no es menor dado que las relaciones entre la China y la India oscilan entre la desconfianza y la agresión. En el pasado, ambos países, cuando ni remotamente soñaban con un futuro de potencias, se enfrentaron en una guerra que duró un semestre allá por 1962.
En aquel conflicto, mucho tuvo que ver la suerte del Tibet, el reino independiente gobernado por el aún hoy superviviente Dalai Lama, invadido doce años antes por los triunfantes comunistas de la guerra civil china y hoy, en consecuencia, anexado unilateralmente a la República Popular China. 
Reclamado desde principios de siglo por el entonces vigente Imperio Manchú que gobernaba China, el Tibet –que declaró su independencia en 1913- fue ocupado militarmente por China en 1952. Unos años después, en 1959, tras el fracaso de la revuelta tibetana el Dalai Lama huyó del Tibet a... la India, donde reside.
Este avance del régimen comunista chino encendió todas las alarmas indias que sustituyó sus guardias fronterizos por unidades militares. La guerra comenzó en mayo de 1962 y los combates, algunos a más de 4 mil metros de altura, se extendieron hasta noviembre de 1962.
La victoria quedó del lado chino que, no obstante, con el camino libre hacia la capital india Delhi, detuvo el avance y se contentó con algunos puestos avanzados capturados en el Himalaya.
Tras aquel episodio, transcurrieron decenios de “paz armada” hasta el 2020, cuando movimientos de tropas de uno y otro lado desembocaron en escaramuzas en la región de Aksai Chin, desértica, salina y casi despoblada, que administra China y reclama India como parte de Cachemira.
Finalmente, el 21 de febrero pasado, ambos gobiernos emitieron un comunicado común de retirada de tropas en la región himaláyica del Ladakh, territorio indio. Para la India, China constituye una constante hipótesis de conflicto. De allí su adhesión al QUAD –Quadrilateral Security Dialogue- que integra junto con Australia, Estados Unidos y Japón,  y cuyos inicios se remontan al 2007. 
Tanto China como India cuentan con capacidad militar nuclear. China forma parte de las potencias nucleares reconocidas como tales por el Tratado de No Proliferación Nuclear firmado en 1992. India no. China cuenta con un arsenal estimado en 350 ojivas nucleares. De su lado, la India contabilizaría –no existe declaración al respecto- 150 ojivas nucleares.

La paz armada
Si de fuerza nuclear hablamos, cualquier análisis sobre la India debe tener en cuenta el arsenal pakistaní estimado en 160 ojivas. Mientras frente a China, India ingresa en el terreno geopolítico sobre los océanos Pacífico e Índico, con Pakistán se trata de un conflicto regional que cuenta con dos vertientes, la histórica y la geográfica.
La variante histórica, al menos en su fase moderna, arranca con el proceso de independencia de la potencia colonial, cuando el Reino Unido dividió en dos al Virreinato de la India según la predominancia religiosa. 
Así nacieron la actual India y Pakistán, este último un desatinado producto de ingeniería política y geográfica cuya soberanía residía sobre dos territorios –el actual Pakistán y la actual Bangladés- ubicados a más de 1.000 kilómetros el uno del otro, bajo las denominaciones de Pakistán Occidental y de Pakistán oriental.
La partición dio lugar a un inmenso movimiento poblacional -14 millones de personas, en total- con musulmanes que emigraban hacia Pakistán y con hindúes que lo hacían en dirección contraria, hacia la India. Inmediatamente se produjeron choques entre las comunidades religiosas cuyo resultado fue un proceso sangriento de limpieza étnica a ambos lados de la frontera.

El nacionalismo hindú
Durante décadas, la India fue gobernada por el Partido del Congreso Nacional Indio, cuyos líderes más encumbrados fueron, nada menos, que el Mahatma Gandhi, el apóstol de la no violencia; el Pandit Jawaharlal Nehru; su hija Indira Gandhi y su nieto Rajiv Gandhi.
De ideología socialdemócrata y totalmente laico, el Congreso Nacional Indio –el término indio no contiene connotaciones religiosas con las que sí cuenta el término hindú- gobernó la India, la mayor parte del tiempo desde la independencia en 1947 hasta el año 2014.
Fue entonces cuando debió ceder el poder al actual primer ministro Narendra Modi (70 años) quién lo ejerce hasta la fecha como líder del Partido Bharatiya Janata (BJP). Al contrario del Congreso Nacional Indio, el Bharatiya Janata es un partido ubicado en la derecha del espectro político con posiciones nacionalistas indias y religiosas hindúes.
Como dato a tener en cuenta, es que el BJP es el partido político más grande del mundo –en cuanto a membresía-, superior a la nunca transparente afiliación al Partido Comunista Chino, que es quien le sigue.
Desde lo económico, a contra cara del estatismo ideológico del Congreso Nacional Indio, el BJP exhibe un credo liberal y prioriza la globalización y el crecimiento económico. Desde lo social, es un partido conservador identificado con el hinduismo religioso y, por ende, hostil a la minoría musulmana de la India, estimada en 150 millones de personas.
Si desde lo geopolítico la India se ubica del lado de las democracias liberales contrarias al autoritarismo populista, desde lo político interior, la cuestión no aparece como tan clara.

Salud y economía
Con 385 mil fallecidos, la India se ubica como el tercer país  con más muertes, solo por debajo de los Estados Unidos con 600 mil y Brasil con 495 mil, como producto del Covid-19. Pero, las cuentas resultan completamente diferentes si los cálculos de decesos producto de la pandemia son efectuados por millón de habitantes.
En ese caso, Brasil cae al séptimo lugar con 2.357 fallecidos por millón de habitantes; Estados Unidos pasa al lugar 17 con 1.836 muertos por millón de habitantes; mientras que la India solo contabiliza 282 fallecimientos por millón de habitantes.
Si se tienen en cuenta los últimos siete días para analizar la tendencia, Brasil resulta el más vulnerable con 345 contagios y casi 10 fallecidos –siempre por millón de habitantes-; la India muestra 55 contagios y casi 3 muertos por millón de habitantes y Estados Unidos, 39 casos y 1 muerto adicional.
En cuanto a la vacunación, los datos resultan poco auspiciosos. Las personas vacunadas con primera dosis superan el 15 por ciento, mientras que los completamente vacunados solo alcanzan al 3,5 por ciento que equivale a 50 millones de habitantes.
No obstante la objetividad de estos datos, el primer ministro Modi no goza de buena prensa, en particular, en los medios catalogados como progresistas, adhieran o no al populismo autoritario.
Desde el ángulo económico, los datos del 2020 no pudieron ser peores. El Producto Bruto Interno indio cayó en ocho por ciento. Pero, los indicadores del primer trimestre de 2021 muestran una reversión de la tendencia anualizada con un crecimiento del 1,8 por ciento. 
Si bien resulta un guarismo modesto, debe tenerse en cuenta que la comparación es frente al  primer trimestre de 2020, cuando la pandemia no había afectado en nada a la India.
Del 2003 a la fecha, la economía india creció a valores superiores al 5 por ciento anual con la excepción del 2019 con cuatro por ciento y del 2008 con 3,4 por ciento y con un pico del 10,3 por ciento durante el año 2010.
La mezcla de la economía con la política parece inevitable al menos por las riberas del Pacífico y del Índico. Si los europeos se ilusionaron con una asociación con China, la desilusión no tardó en llegar cuando China atropelló las libertades y las garantías democráticas en Hong Kong y cuando se conocieron hechos y datos que afectan a la minoría uigur.
Hoy, el viento cambió. Sopla en dirección de India. Tras su cumbre informal de Oporto, Portugal, de mayo de 2021, la Unión Europea decidió relanzar las negociaciones para un acuerdo de libre comercio, tras ocho años de congelamiento.
En Oporto, se habló de infraestructuras y de inversiones. Temas de los que se hablaba con China hasta diciembre del año pasado. Hoy, en cambio, el tema que prevalece en la relación sino-europea es el de la aplicación de sanciones mutuas.
India debe solucionar lo antes posible la vacunación de su gente para escapar de la pandemia y de la mala imagen. Y ello implica un riesgo presupuestario de magnitud dado el gasto creciente que representa acelerar la vacunación. Pero es un riesgo que tiene sentido correr. Desde la salud de la población india y desde la recuperación de la economía.

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