La pandemia de Covid-19 sigue ocasionando problemas en el mundo. A esa situación global, en Argentina se suma el desafío del cronograma electoral que señalaba que en octubre debían realizarse las elecciones legislativas de medio término. En plena segunda ola, el Gobierno envío un proyecto de ley al Congreso que postergaba para septiembre y noviembre las PASO y las generales, respectivamente, considerando que las temperaturas templadas junto a un número más significativo de personas vacunadas ayudarían a disminuir los riesgos de contagio durante la jornada electoral.
Es importante mencionar que el proyecto ya fue aprobado por el Congreso y se logró con el apoyo de buena parte de la oposición, previa ronda de negociaciones entre los principales referentes legislativos y el ministro Eduardo “Wado” de Pedro. La rápida resolución parlamentaria representa un motivo de satisfacción y sobre todo de orden institucional. No obstante, hay que mencionar un tema que fue un telón de fondo durante esta discusión y que por el momento quedo en un segundo plano: la Boleta Única Papel (BUE).
A comienzos de año diversos referentes de la oposición y organizaciones de la sociedad civil sostuvieron que el presente contexto representaba una situación propicia para su implementación ya que aporta los siguientes beneficios: en primer lugar, en el marco de la crisis sanitaria evita la acumulación y el manoseo de boletas disminuyendo el toqueteo de objetos y superficies dentro del cuarto oscuro y, también, favorece el cuidado ambiental ya que se reduce el consumo de papel tanto para la impresión de boletas como para los controles posteriores.
Otro de los beneficios es que se facilita y promueve la distancia social ya que es menor el tiempo que las personas pasan en las escuelas y se elimina la necesidad de controlar la cantidad de boletas en el cuarto oscuro, e incluso no sería necesario tener un cuarto oscuro. Asimismo, es un paso hacia adelante en pos de la transparencia ya que se evitan situaciones de robo de boletas y la introducción de boletas falsas. Sumado a todo esto, representa un ahorro de dinero significativo para el Estado ya que se disminuye la impresión de papel.
A pesar de todas estas ventajas y la evolución en materia electoral que representaría, el tema quedó en un segundo plano y las razones obedecen no solo al oficialismo sino también a la oposición. Argentina es un país con un sistema político bipartidista: la UCR y el PJ constituyeron las principales ofertas electorales a lo largo del Siglo XX. Si bien es cierto que en el 2001 se produce una explosión y fragmentación del sistema político, hoy en día podemos simplificarla en dos grandes coaliciones (Frente de Todos y Juntos por el Cambio) en donde la UCR y el PJ continúan representando elementos significativos de ambas. Ahora bien, promover la boleta única implica equilibrar la cancha ya que la totalidad del espectro político quedaría en situaciones parejas a la hora de competir.
Me refiero puntualmente a la cuestión del aparato partidario y sus fiscales. Siempre los partidos políticos con representación territorial en todo el país contaron con más fiscales para el escrutinio y control de las elecciones, lo cual les garantizaba que sus votos sean efectivamente contabilizados mientras que los partidos locales o pequeños podrían sufrir distintas tipos de maniobras fraudulentas como el robo de boletas, la impugnación de votos o directamente el no conteo de los sufragios. Ante este cuadro de situación, la discusión por la boleta única es un elemento que volverá a la agenda pública, sobre todo teniendo en cuenta la debilidad económica presente y futura.
Finalmente, el país se debe una discusión completa en pos de modernizar su sistema electoral y el método de elección de sus representantes. La pandemia, más allá de todas las dificultades ya conocidas, nos presentó esta oportunidad: ojalá pueda ser aprovechada.
*Lic. en Ciencias Políticas (UBA)
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