MARKETING APLICADO

Relajados

La intención o el efecto.

Había una sola palabra que el presidente no podía usar y lo hizo. Quizá la intención fue otra, pero el error discursivo estuvo presente. Los zócalos televisivos, copetes de los diarios digitales y todo el sistema periodístico actual se encargó del resto. Hicieron “carne” y fue el tema de la semana. En la columna de hoy “relajados”, la distancia entre la intención y el efecto. 
Fue en el marco de una cuidada cadena nacional, guionada y chequeada. Aún así la imprudencia retórica no alertó el radar de los “asesores”. Interpreto que la intención fue mencionar que el sistema de salud, vale decir quienes le ponen el pecho a la cuestión, debían dejar de lado aquellas prácticas médicas “no urgentes”. Punto y aparte. El tema es que, en un momento de extrema presión utilizó un término que cayó como una bomba. Si hay algo que justamente no tienen los profesionales de la salud es la posibilidad de relajo. Luego, llegaron las desmentidas y explicaciones apuradas. Que dije, que no lo dije que los medios me sacaron de contexto y todo lo que ya sabemos. ¿Se podía evitar? Creo que si. 

¿Qué es comunicar?  
En este punto quiero volver a un fundamento principal, tan simple como entender que la comunicación no es lo que el emisor quiere e intenta decir sino el proceso que sucede con su audiencia y en el medio, pasan cosas. Sin dudas, el público de Alberto es muy amplio, diverso y naturalmente, como toda interpretación está plagada de subjetividades. Algunas, con carga emotiva, otras con intenciones marcadas. Frente a esto, la prudencia es un recurso vital, sobre todo en tiempos de extrema sensibilidad. 
Así como las marcas no son lo que su propietario cree que es sino lo que sus usuarios dicen de ella, hoy más que nunca, la comunicación no es lo que vos querés decir sino lo que la gente interpreta. El contexto mediático es complejo. Tweets, re-tweets, edición, zócalos, viralización. Frases al aire, con fondos de alerta. Palabras sueltas con el primer plano de quien lo dijo. No importa si la tergiversación es accidental o intencional, el comunicador deberá considerarlo. 
El primer ejercicio es ponerse en el lugar del otro. Pensar en la audiencia, público o cliente. Cuál es su razón o emoción. Intereses, motivaciones, sensibilidades o expectativas. Sobre esto saben los dirigentes, lo tienen medido y estudiado. Quizá mucho más en procesos electorales que en el ejercicio del cargo para el que fueron elegidos. Ahí la paciencia se agota y los caminos se acortan. 
La comunicación es una herramienta fundamental en estos tiempos. La pericia radica en medir cada palabra, un ejercicio que no solo le “cabe” al presidente sino a todos nosotros, sobre todo en tiempos tan complejos para la trama social. No nos relajemos, cuidemos nuestras palabras, del otro lado hay personas.