En muchos partidos bonaerenses en los que hoy las aulas están abiertas, y a dos meses del comienzo de las clases, todavía no se han aprobado los protocolos para que las más de 30 escuelas agrarias, agrotécnicas y técnicas puedan regresar a sus servicios de residencia, comedor y transporte.
Por eso nos preguntamos si el Gobierno provincial desconoce la realidad de la educación rural o si directamente ataca el principio constitucional de igualdad de derecho en igualdad de condiciones.
Lo que no dudamos es que cerrar las residencias es una decisión arbitraria de la provincia que impide a sus alumnos volver a clases presenciales o que los obliga a viajar cientos de kilómetros todos los días, con el costo que ello implica. Se trata de una clara discriminación hacia las escuelas agrarias, esenciales para mantener la educación en las zonas rurales. De hecho, los protocolos que estableció el ministerio de Educación no contemplaban la existencia de escuelas pupilas. Y en vez de reconocer ese error, se decidió directamente prohibir su funcionamiento.
¿Cuál es el criterio sanitario que evita tener burbujas cuidadas y aisladas durante una semana en una residencia pero que permite la circulación diaria entre pueblos de cientos de adolescentes? Porque a eso los empuja hoy la provincia a quienes pretenden estudiar en las zonas rurales, en vez de mirar a las residencias o albergues de las escuelas agrarias y técnicas como excelentes centros de aislamiento, donde además se imparte educación intensiva y se brinda una alimentación equilibrada y nutritiva. Es así que no resulta lógico que el ministerio de Educación de la provincia todavía esté evaluando las presentaciones de estas escuelas, una clara muestra de la desatención que se le da a un derecho esencial como es la educación.
Ya vivimos durante 2020 los daños del encierro y de la virtualidad en nuestros hijos. Por eso, no podemos permanecer pasivos, el impacto negativo que la falta de contacto con sus pares genera en los chicos es demasiado grande.
En el caso de las escuelas agrarias, se trata de lugares a los que concurren chicos que viven a muchos kilómetros de distancia y que necesitan vivir en sus residencias. Sus padres por lo general no pueden costear de otro modo la educación de sus hijos. Al mantener las escuelas albergue cerradas, se corre el riesgo de que muchos chicos abandonen su escolaridad.
Los chicos necesitan recuperar los lazos con los amigos, el contacto con sus profesores, el juego en común y las ganas de aprender. Es demasiado lo que se pierde si no se retoma la presencialidad en todas las escuelas. No solo están en juego los contenidos académicos, sino que se está poniendo en jaque su formación como seres libres, como futuros ciudadanos que tienen en la educación la forma de cambiar la realidad en la que viven, de elegir qué futuro quieren forjar.
La virtualidad, lo hemos visto, profundiza las desigualdades ya que muchos alumnos no tienen acceso a medios remotos y no todos los padres pueden ayudar a sus hijos en las tareas. Además, no podemos desconocer las enormes limitaciones adicionales que la enseñanza virtual tiene para los alumnos rurales que no cuentan con señal de celular o de internet.
Las escuelas agrotécnicas son la base de la movilidad social, a través del aprendizaje teórico y práctico en sus entornos productivos hacen la diferencia para muchos adolescentes que, de otro modo, quedarían relegados a una situación de vulnerabilidad por falta de oportunidades. A su vez, integran a los alumnos al mundo productivo y son parte de la identidad bonaerense.
Por eso, es urgente que se vuelvan a habilitar los servicios de residencia en las escuelas agrarias, agrotécnicas y técnicas, que ya cuentan con protocolos presentados ante las autoridades, para que 2021 no sea otro año perdido en materia de educación rural.
Es hora de que las autoridades provinciales salgan de los escritorios de La Plata, recorran las escuelas agrotécnicas, perciban su realidad y les den las respuestas que merecen.
(*) Senadora provincial de Juntos por el Cambio.
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