El nuevo recurso de ídolos y clubes, y de las marcas que los patrocinan, se llama “documental”. Plataformas para trasmitirlos hay de sobra. Desde la convencional de ESPN a las novedades que ofrecieron HBO, Netflix, Amazon o algunas más. Ídolos y clubes aceptan que el formato termina siendo un gran vehículo para difundir la marca. Una publicidad entra y sale como si nada. En cambio, una buena historia bien contada en la pantalla genera un rebote mucho mayor. El ídolo o el club saben que ya tienen un público fiel. Pero lo que se busca es captar nuevas audiencias. Y para lograrlo, la historia no puede ser contada de modo lineal. Dulce de leche que ensalce al ídolo, al club o a la campaña del equipo que fuere. La historia precisa contrastes que hagan atractivo el relato. Es decir, el ídolo o el club deben conceder puntos oscuros, vulnerabilidades, confesiones. Las permitidas, claro. Pero que ayuden a quitar las armaduras de los hombres de hierro.
Mi documental favorito histórico se llama en inglés “When we were kings” (Cuando éramos reyes), la célebre pelea entre Muhammad Alí y George Foreman en Zaire, en el corazón del Africa negra y que ganó un Oscar de Hollywood. También ganó un Oscar, ya más reciente, Icarus, la producción de Netflix que denuncia doping de Estado en Rusia. Pero si tengo que citar una serie documental deportiva de la era moderna elijo a “The Last Dance” (El Ultimo Baile), la campaña y despedida del gran Michael Jordan de la NBA. Lidera por lejos. Además, describe exactamente la idea que conté más arriba. Jordan, ya con varios años de jugador retirado, busca captar nuevas audiencias, renovar su mito y comerle algo del mercado a LeBron James, rey moderno. Y Jordan, a su modo, lo logró. Lo logró porque él mismo hizo concesiones. No tuvo pruritos en mostrarse por momentos como un déspota, pero todo lo hizo, nos dice la serie, por su obsesión por ganar, es decir, un elogio (¿qué deportista no quiere ganar?) y no una crítica para la competencia del alto rendimiento. Bien estadounidense (de entretenimiento saben algo en Estados Unidos), la serie de Jordan le gana por goleada a algunas series de clubes (desde Barcelona a Boca) que apenas aceptaron mostrar alguna intimidad supuestamente divertida de los ídolos. Puro dulce de leche.
Por supuesto que hay documentales que no buscan exactamente promocionar a un ídolo ni a un club. Allí, por ejemplo, está Atleta A, también de Netflix, desnudando el submundo de abusos en la gimnasia de Estados Unidos, dolorosa por dónde se la mire. Hay otros documentales que tienen esa línea. Pero la moda en los documentales hoy es la autopromoción. El último ejemplo se llama Pelé. El documental estrenado la última semana por Netflix fue concesión del nuevo representante estadounidense de Pelé, Joe Fraga, que supo ser asesor del ex presidente Bill Clinton. El documental abre con Pelé caminando a sus ochenta años con un andador. Es un golpe para la imagen de quien fue llamado Atleta del Siglo.
El documental cumple así el objetivo de conceder algo. Como lo hace también luego, cuando Pelé debe responder si se dejó usar o no por la dictadura brasileña en la conquista del Tri en el Mundial de México 70. Una mínima respuesta de Pelé sobre ese tema, cualquiera que sea, consigue el objetivo. Porque todo cerrará si luego el mismo documental encuentra cómo justificar ese “pecado”. Decirnos que Pelé no tiene por qué tener el compromiso social de un Muhamad Alí. Si la historia está bien contada (como es el caso de Pelé), el documental buscará que empaticemos y comprendamos los puntos oscuros del ídolo (aunque el ídolo ayude poco porque aun hoy piensa casi lo mismo que cuando tenía veinte años y suena indiferente cuando en el documental habla de la dictadura). Pero, si se asume ese punto, se puede entonces a admirar las viejas hazañas, porque ese es el objetivo central.
¿Cómo no emocionarse entonces con los golazos y las conquistas de Pelé? ¿Cómo no pedirle a los más jóvenes que recuerden que el mundo no comenzó con ellos y sepan que antes había cracks acaso mejores a los de hoy? Se entiende la lógica comercial del viejo ídolo de renovar campañas de marketing, pero conmueve más la necesidad del ídolo de relatarnos sus goles, porque ni siquiera había televisión que pudiera filmarlos. Sin entrar en debates sobre si Pelé o Diego Maradona, si Leo Messi o Cristiano Ronaldo, el documental de Pelé nos ayuda a rescatar una figura mítica para la historia del fútbol. A recordar que el mundo no comenzó ayer. Y el fútbol tampoco.
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