¿Qué es una sociedad? ¿Es solo una cantidad de personas que habita un mismo territorio y que se ha organizado jurídicamente a través de un Estado?
Sí, es todo eso, pero recordando al Leviatán, y con perdón de Thomas Hobbes, la sociedad es fundamentalmente un elemento vivo que nace, se desarrolla y hasta puede correr riesgos de disociación y hasta de muerte.
Para que esto último no le ocurra, y para que su devenir sea en paz, se ha provisto de herramientas que la trascienden y que le llegan desde el Contrato Social. La mayor: la Constitución. Ella nace de la entraña misma de su pasado y se proyecta hacia adelante. Pero ella también debe estar lista para defenderse de los déspotas, de los autoritarios y de los demagogos, que pretenderán siempre someter a la sociedad sometiendo a su armadura jurídica y protectora de la justicia, que es justamente su Constitución nacional.
Es imposible no evocar a Raúl Alfonsín, que funda la nueva democracia recorriendo el país, recitando su conmovedor Preámbulo. Con eso alcanzó para poner en disparada a los despistados de la historia.
¿Y a qué viene toda esta perorata? A que esa Constitución Nacional acaba de recibir, a través de la República, un descarnado agravio por medio de la descalificación realizada por la señora vicepresidenta a la Corte Suprema y al Poder Judicial en general.
Cuesta entender que quien ostenta una alta jerarquía, asignada por la misma República que ataca, puede llegar, en el colmo de la desmesura, a negar el equilibrio de los tres Poderes o a sostener que los jueces deben surgir de una elección popular. Todo para escapar a su destino carcelario. Y si no está dispuesta a respetar y hacer respetar a aquella Constitución debería renunciar. Pero lo más importante es poner el acento en la asombrosa apatía ciudadana ante este intento grave de violación y ataque a la instituciones mayores de las República.
Y no solo los legisladores y los partidos políticos son quienes deben reaccionar. Deben ser también todos los colegios de Abogados y de Magistrados del país. Deben ser todas las instituciones que estén comprometidas con el destino republicano de la Argentina. La prepotencia, la soberbia y la corrupción se están adueñando del país. Que no sea el sometimiento y el miedo la respuesta de la sociedad y de la Justicia, porque habrán iniciado el camino hacia el abismo.
Sí, sabemos que esta sociedad está preocupada y agraviada por la soberana incapacidad puesta de manifiesto por el Gobierno nacional en el manejo de la pandemia y en la búsqueda de la vacuna para enfrentarla, pero que ello no nos haga olvidar que también hay que vacunar a la República contra otros virus aún más peligrosos.
Qué mansa que es la sociedad con quienes la agreden y qué cruel es el Poder con ella.
Julio Ginzo.
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