COACHING

Ver para creer

¿Qué sabemos de creencias? ¿Alguna vez te preguntaste en que creés? O ¿te replanteaste porqué hacés lo que hacés?, o ¿cómo sabés qué nadie ha influido en tus decisiones por lo que han dicho alguna vez y eso se plantó en vos? Empecemos por definir una creencia, que es el estado de la mente en el que una persona supone verdadero el conocimiento o la experiencia que tiene acerca de un suceso o cosa. La creencia se presenta como una proposición lógica y la manifestamos como afirmación dando por cierto algo, aun sin poseer evidencias de ello, transformándola en nuestra verdad absoluta.
Nuestras creencias nos dirigen de manera inconsciente y las hemos aprendido en la niñez a través de nuestros padres, nuestro entorno social, cultural y experiencias vividas. Por lo general no nos enseñan a explorar nuestras creencias y aprender a elegir aquellas que nos potencian o nos habilitan para llevar conductas que nos permitan alcanzar nuestros objetivos, a lograr resultados y a sentirnos bien. Al no conocerlas carecemos de la capacidad para poder transformarlas.
Como seres humanos necesitamos sentir que todas nuestras acciones, pensamientos y creencias son coherentes, necesitamos asociar la experiencia de la realidad con creencias racionales como supuestos verídicos para evitar contradicciones cognitivas y justificar nuestros comportamientos. Es decir, actuamos y luego buscamos razones que expliquen nuestro proceder.
Nuestras creencias son nuestras normas y guía de vida y determinan nuestro mundo. Nuestro pensamiento es expresión directa de nuestras creencias y se manifiesta a través del lenguaje. Por eso, solo vemos aquello que es coherente con nuestro sistema de creencias, vemos las cosas como somos y creemos que nuestra percepción es verdad. Una creencia es una convicción, una verdad que hemos construido. Como decía mi amigo Albert Einstein, “Todos somos unos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es un estúpido”.
Podemos empezar a darnos cuenta de nuestras creencias limitantes ahora mismo, por ejemplo, las que están relacionadas con la desesperanza (creer que no hay solución posible, una creencia sobre el resultado), la sensación de impotencia (sé que es posible pero no soy capaz) y la sensación de no valer suficiente (creer que no ser merecedor de algo con lo cual nos estancamos en la frustración de no conseguir lo que deseamos).
Las creencias se pueden cambiar, tenemos la capacidad de modificar procesos mentales, a través de la neuroplasticidad de nuestro cerebro, sólo hay que creer que es posible y accionar para generar evidencia en él. Continuar sin conciencia de la importancia de nuestro autoconocimiento nos aleja cada día más de nuestro ser, convirtiéndonos en víctimas del azar, al que llamamos destino.

(*) Coach de Mujeres, neurosicoeducadora, autoestima trainer.
Instagram: @danielatrech