La nueva economía ya no se rige por estándares que acunan libros de tapa de cuero, tan necesarios como incompletos. Aquel viejo paradigma que refiere a un “currículum vitae” propio del “copy & paste” y la entrevista donde la apariencia es más importante que el pensamiento. Hoy, los buscadores de talentos apuntan a la inteligencia emocional. La mixtura de información, cultura y experiencia como ingredientes que construyen algo nuevo y diferente; una perspectiva superadora que se ubica por encima de los modelos actuales.
Quienes alguna vez partimos a otra ciudad detrás de un “saber” que nos permita subsistir, buscábamos en primera instancia engrosar el CV para presentarlo a alguna empresa. Una vez que llegamos a estas, “zas” los paradigmas cambian; acaso eso es lo único constante y permanente, el cambio, motivo por el cual no hay que atribuirle al aprendizaje una sola fuente: por decir una facultad, los libros o los cursos a distancia. Aclaro que los dos primeros no son sólo necesarios sino obligatorios, el tema es que no alcanza sólo con replicar como loros esos párrafos o frases de auditorio. Por el contrario, el valor está en la interpretación y en la experiencia profesional o de vida
En este punto radica la clave de esta columna. Desconfío de los libros que vienen “listos para su consumo” (excepto los de cocina) e indican la receta que nuestra mente debe seguir. Aquellos denominados de “autoayuda” y prometen tener la solución a tantos problemas como títulos se puedan redactar: “Las siete claves para hacerse millonario, evite gente tóxica o 3 pasos para amar”. Ojo, no descarto su lectura, para el caso el sentido crítico sólo se gestiona a partir del arribo a esos contenidos.
Una vez, en un viaje por Bolivia un amigo me pregunto por qué, mientras él leía “Las 7 claves del éxito” yo leía un libro de Galeano sobre fútbol. No supe bien que responder. La respuesta más directa era porque me gustaban Galeano y el fútbol pero él se refería a otra cosa. Su interrogante estaba relacionado a saber que te dejan esos contenidos en la vida cotidiana. Todavía no lo sé; sólo entiendo que en algunos casos cuando necesito alguna herramienta, pensamiento o idea ahí están. Con mucho esfuerzo en la mayoría de los oportunidades pero aparecen como una soga hacia la salida, una o varias.
No confío en la memoria, esa forma de perpetuar información en nuestro cerebro. Le tengo mucha más confianza a la suma de valor intelectual a partir del suceso “lúdico”. Cuánto más interesante sería, por ejemplo, la historia argentina contada por personajes ilustrados que griten conquistas patrióticas. Eso es una ayuda, una “autoayuda” para que las nuevas generaciones sigan mejorando la capacidad de nuestra sociedad en su conjunto. Se trata de un modelo, de autoayuda.
MARKETING APLICADO
Auto-Ayuda
Un modelo de pensamiento.
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