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OPINIÓN

La “grieta” por la extensa cuarentena se planta en el centro del debate político

El presidente Alberto Fernández sugirió -casi afirmó, podría decirse- que la sociedad ya no cumple el confinamiento a rajatabla, sincerando una situación que no es nueva y que al ciudadano de a pie ya casi no le llama la atención.

 Mas o menos la misma línea argumental transitó el gobernador Axel Kicillof -aunque con la impronta casi combativa que lo caracteriza- al aludir a un estudio sobre la movilidad de las personas a partir de la geolocalización de sus teléfonos celulares. Tanto Alberto Fernández como el Gobernador adoptaron esa postura en momentos en que recrudece la discusión política en torno a la extensión de la cuarentena, una herramienta que según sostienen los expertos sanitaristas, fue beneficiosa en términos sanitarios –porque ayudó a que no colapse el sistema de salud pero que también tuvo efectos negativos en el plano económico y social. Sectores de la oposición buscan por estos días canalizar esa demanda de la sociedad. De hecho, el lunes se realizará un nuevo “banderazo” cuya convocatoria se realiza a través de las redes sociales, para protestar contra la reforma judicial que impulsa el Gobierno pero que, en su trasfondo, reconocerá –como sucedió en anteriores demostracioneslas críticas ante una supuesta restricción a las libertades que conlleva la cuarentena. Desde Juntos por el Cambio negaron ayer que vaya a ser una movilización partidaria.

Pero los tres jefes partidarios que integran la alianza opositora, Patricia Bullrich (PRO), Alfredo Cornejo (UCR) y Maximiliano Ferraro (Coalición Cívica) se preguntaron ayer “qué significa no estar en cuarentena (en relación a las declaraciones del Presidente) y estar hace cinco meses encerrado”. Esa línea política ya la había trazado el ex presidente Mauricio Macri cuando llegó a Francia y dijo que allí “se vive en libertad”. En la presentación que hizo ayer en la quinta de Olivos, donde se anunció una nueva prolongación del aislamiento hasta el 30 de agosto, Alberto F. negó que la cuarentena implique “un acto de autoritarismo ni de prepotencia” de los gobernantes. El mandatario insistió, apoyado por Kicillof y ante el silencio del alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta, que el confinamiento estricto sólo se verificó en las primeras semanas después del 20 de marzo.

En el oficialismo se impone por estas horas la idea de presentar como “irracionales” a los sectores de la oposición que impulsan las protestas anticuarentena. El propio Alberto F. se preguntó ayer si un médico debe decirle toda la verdad a un enfermo o suministrarle placebos. Kicillof, a su vez, criticó que se permita el regreso del golf, como sucederá a partir de la semana que viene en la ciudad de Buenos Aires. El Presidente y el Gobernador estuvieron muy coordinados a la hora de entramar una línea argumental. Larreta, el tercer integrante del “tridente del AMBA, fue directo a los datos. No cultiva un estilo político sino que se apega a ultranza en la gestión. El alcalde porteño figura ahora primero en todas las encuestas de imagen, incluso por encima del Presidente. Pero aún con sus diferencias, los tres vienen llevando una estrategia conjunta desde el primer día de la cuarentena. “No intenten cavar más la grieta”, advirtió Kicillof.

 Pero lo cierto es que la sociedad se asemeja a una olla a presión. La propia quinta de Olivos se convirtió ayer en un botón de muestra de distintas demandas que, por imperio de la cuarentena y de la pandemia, quedan postergadas o invisibilizadas. Desde un grupo de ex policías, pasando por choferes de combis o los adjudicatarios de departamentos que no fueron entregados, todos se presentaron en las puertas de la residencia presidencial. Sobre la puerta de la quinta que da a la calle Villate se registró incluso algún momento de tensión, tal vez acumulada en los últimos meses sin que los conflictos hayan salido a la luz. En medio de esta situación, el Presidente pudo mostrar en esta oportunidad una luz al final del túnel: la inclusión de la Argentina en la elaboración de la vacuna Oxford. El golpe de efecto se sintió entre quienes critican una supuesta improvisación gubernamental.

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