A principios del 2020, el dólar oficial salía $60 y el contado con liquidación, que es el paralelo legal, se conseguía a $75, por lo que la brecha era del 25 por ciento. Esa diferencia es moderada pero suficiente para empezar a generar incentivos para que los importadores aceleren sus compras y los exportadores las demoren, reduciendo por tanto el ingreso de divisas al Banco Central.
En enero, además, nuestro principal socio comercial vendía dólares a cuatro reales por unidad y nuestra competitividad cambiaria con ellos estaba en los mismos niveles de los últimos 18 meses, que nos habían permitido estabilizar el resultado comercial.
Pero las dos brechas se dispararon desde marzo y explotaron en abril.
El contado con liquidación trepó $27 (subiendo 32 por ciento) y el dólar en Brasil pasó de R4,00 a R5,33, después de haber tocado los seis reales por unidad (con una escalada del 33 por ciento). En contraste, durante los primeros cinco meses, nuestro dólar oficial solo se movió 14 por ciento, a pesar de una inflación acumulada de cerca del 12 por ciento.
Con un dólar paralelo que llegó a los $125 la posibilidad de comprar billetes subsidiados por el Central a $70 es una ganga, pero para hacerlo hay que importar algo ya que es la única manera en que se puede acceder a esa promo.
Ni hablar de los que tenían billetes americanos, los vendían en el paralelo (siempre hablando de la versión legal) y se compraban autos importados, embarcaciones y hasta aviones, pagándolos a $70. Un auto importado que se conseguía en el exterior por 40.000 dólares, por ejemplo, podía comprarse por 33.600 en Argentina, si el interesado vendía ese monto en el paralelo a $125 y con esos pesos le pagaba al importador los 40.000 dólares al tipo de cambio oficial, incluyendo el 50 por ciento del impuesto a la importación.
No hace falta haber ido a la facultad de Económicas para darse cuenta de que, si se puede comprar un producto importado más barato que en el país de origen, algo anda mal. Y tampoco hay que ser especialista para entender que semejante liquidación no puede durarpara siempre.
Devaluación o más cepo
Los precios de las cosas tienen una función en el sistema económico; señalar la escasez relativa, para que los consumidores y los productores ajusten sus decisiones. Si faltan dólares, su precio tiene que subir, para indicarle a las familias que deben ahorrar divisas (consumiendo menos cosas importadas, que compiten con las importaciones, o que son potencialmente exportables) y a las empresas que tienen que tratar de producir indirectamente más dólares, fabricando bienes que compiten con las importaciones o que tienen chances de ser vendidos en mercados externos.
La demora del Central en corregir las dos brechas (con el dólar paralelo y con Brasil), produjo el efecto contrario e hizo que desde mediados de abril el BCRA haya tenido que vender 1571 millones de dólares, justo en los 45 días en que normalmente hay mayor flujo de ingresos de divisas con motivo de la cosecha gruesa. Nadie se quiso perder el regalo; durante abril 1.200.000 personas compraron el dólar ahorro, porque incluso pagando el 30 por ciento de impuestos quedaba muy por debajo del blue y aunque no tenemos todavía datos de mayo es posible que la tendencia haya continuado.
El agujero se explica en un error de cálculo en el timming de la negociación de la deuda y de la duración de la pandemia. La autoridad monetaria especulaba con que parte de la brecha con el dólar paralelo se despejaría si el gobierno alcanzaba un acuerdo con los acreedores, pero después de sucesivos aplazos ese frente todavía no se despeja. Al mismo tiempo, conjeturaban que pasada la fiebre del coronavirus la economía brasileña se estabilizaría, reduciendo la presión sobre el dólar en el país vecino, pero después de 70 días de desarrollo del virus, el pico de contagios todavía está por delante, tanto en Brasil como en Argentina.
Como ninguna de las dos cosas ocurrió, la entidad que conduce Miguel Pesce optó esta semana por endurecer el cepo, limitando aún más el acceso a las personas físicas y jurídicas al mercado de cambios oficial. Si no devaluó es porque todavía tienen la expectativa de una salida en la cuestión de la deuda y un freno a la pandemia.
Las consecuencias del cepazo Las nuevas restricciones no serán gratuitas. Con un cepo tan duro, el permiso para importar opera en la práctica como una patente que le permite a su dueño poner un precio más cercano al del dólar paralelo, cuando vende la producción en el mercado. Cuando no había limitaciones a la compra de dólares, los precios debían guardar relación con la paridad importación, puesto que, si un productor quería cobrar un bien importado o que tenía un sustituto que se podía comprar afuera, a precio blue, cualquiera podía disciplinarlo trayendo un container más barato.
Pongamos el ejemplo de un vendedor de perfumes, que los traía a 50 dólares, incluyendo todos los costos y su ganancia. Si quería venderlos a $6000, pensando en un dólar de $120, cualquiera podía comprar un container del mismo producto al dólar oficial de $70 y venderlo a $3500 quedándose con todo el mercado.
La libertad de los importadores para acceder al dólar de $70 mantenía los precios internos disciplinados a ese dólar y lo mismo aplicaba para los productos que se fabricaban acá con insumos importados.
Las trabas para que los importadores de insumos y bienes finales puedan acceder al dólar oficial, se traducirán en mayores precios de esos bienes, que es exactamente lo mismo que ocurriría si se hubiera devaluado la moneda. Los sectores en los que se mantenga el acceso ilimitado a divisas seguirán fijando precios con la referencia del tipo de cambio oficial, pero el Banco Central seguirá perdiendo divisas por esas ventanillas. La medida, además tiene un claro sesgo anti exportador porque los que venden al exterior tendrán costos a dólar paralelo y precios al dólar campo, que es el resultado de restarle al oficial, las correspondientes retenciones.
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