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Alberto Fernández consensuó la continuidad del aislamiento a través de una teleconferencia con los gobernadores.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

Finalmente, llegó el momento de la pandemia más temido por el Gobierno

La evolución de la pandemia en el AMBA enciende luces de alarma en la Nación, la Provincia y la Capital Federal.

Hubo un momento de zozobra en el que los funcionarios intentaron asimilar los números. “¡Casi me desmayo!”, reconoció uno de ellos. Otro mostró, en la pantalla de su teléfono celular, una planilla con los casos positivos de Covid-19 en el barrio Padre Mugica, más conocido como Villa 31 de Retiro. Un tercero, con la cara semicubierta por un barbijo, evidenció preocupación en el tono de voz. La escena, que tuvo lugar en la Casa Rosada en las últimas horas, transmitió incertidumbre sobre la evolución de la pandemia en el AMBA.
El Área Metropolitana de Buenos Aires es, como lo remarcaron anoche el presidente Alberto Fernández, el gobernador Axel Kicillof y el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta, hoy el foco de contagio de coronavirus a nivel nacional. El viernes último murieron 20 personas infectadas, la mitad en la Capital. Y en la última semana se revirtió la tendencia: a diferencia de las dos anteriores, la Capital Federal registró más fallecidos (30) que la Provincia (27). Pero es claramente un problema compartido.
De hecho, el 20% de los internados por coronavirus en hospitales y sanatorios porteños reside en el Conurbano. Por eso en la sede gubernamental se sentaron a la mesa funcionarios nacionales, bonaerenses y porteños, mientras el Presidente recorría las provincias de Tucumán y Santiago del Estero, para señalar que la cuarentena –a esta altura una de las más extensas en todo el planeta- resulta eficaz para evitar la circulación del virus en la mayor parte de la Argentina.

Cómo salir
En la oposición tienen una mirada distinta. “A toda velocidad nos aislamos, pero ahora no sabemos cómo salir”, deslizó un influyente diputado radical, guardando distancia en el salón de los Pasos Perdidos.
 A la preocupación por el parate económico que provoca el confinamiento, se vislumbran proyectos que generan incertidumbre: la idea de que el Estado reclame acciones a cambio de la ayuda a empresas en dificultades financieras fue la más comentada de la semana. “Suman tensión innecesariamente”, deslizó el legislador que manejó desde su provincia para asistir a la sesión de la Cámara de Diputados. 
En medio de ese clima político, el titular del cuerpo Sergio Massa intentó bajar los decibeles y anunció la próxima visita del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, a brindar el informe de gestión ante el Congreso. El funcionario acudirá esta semana al Senado –tras hablar con Cristina Kirchner- y durante junio hará lo propio en la Cámara baja.
Menos tensión provoca, por cierto, el proyecto oficialista para gravar por única vez a las “grandes fortunas” del país. “Parece que lo trae el general Alais, no llega nunca”, ironizó el referente opositor, barbijo de por medio. 
Aunque solo con el hecho de haberlo anunciado, el kirchnerismo calmó las aguas en su propia tropa, ávida de iniciativas de ese tenor. Pero en reserva, Cristina da otro tipo de señales y está muy preocupada por el curso de las negociaciones con los bonistas. A tal punto, que le pidió al exceo de YPF Miguel Galuccio que hiciera una gestión ante Larry Fink, alma mater del fondo BlackRock, cuya cartera incluye bonos de todos los colores pero que es especialmente importante para la Argentina. 
El mensaje que habría transmitido “el mago” del negocio petrolero es que la vicepresidenta se inclina por un acuerdo para que el país no caiga en el noveno default de su historia, lo que hipotecaría el panorama económico del Gobierno.
La misma instrucción le dio Alberto Fernández a Martín Guzmán, con lo cual el ministro de Economía resolvió estirar otros diez días –tras el “deadline” que cayó el viernes- las conversaciones para evitar la cesación de pagos. En forma paralela, el titular del Palacio de Hacienda empezó a darle forma al proyecto de Presupuesto 2020, cuya ausencia genera controversia con la oposición, que insiste en cuestionar el decreto 475 que otorgó facultades extraordinarias al jefe de Gabinete.
Aunque la oposición enfrenta un problema político notorio: no cuenta con voces potentes para salir a disputar la batalla dialéctica con el oficialismo. El persistente silencio del expresidente Mauricio Macri, de la exgobernadora María Eugenia Vidal y de la exdiputada Elisa Carrió es tan palpable que el titular de la UCR, Alfredo Cornejo, habló de la existencia de una “autocensura” en Juntos por el Cambio. El alcalde Larreta, en tanto, no cultiva un estilo político de confrontación.

Los problemas de Larreta
Tal vez por eso el Presidente lo eligió como un socio circunstancial para saltar la grieta, lo cual somete a Larreta a problemas impensados, como las denuncias que lo obligaron a reformular el sistema de contrataciones del Gobierno porteño y que pusieron el dedo en la llaga de la compra de barbijos y el alquiler de hoteles para hacerle frente a la pandemia. Por lo bajo, hasta su aliada Carrió no se privó de hacerle llegar su enojo por la “desprolijidad” de algunos funcionarios.
El oficialismo tiene problemas de arrastre con la transparencia. La renuncia de la Oficina Anticorrupción a la querella en las causas Los Sauces y Hotesur; y el pedido de absolución para él mismo que hizo el jefe de los abogados del Estado, Carlos Zannini, son dos ejemplos. Se agrega la sospecha de que reasumiría el senador tucumano José Alperovich –denunciado por violación- para aportar su voto a la designación del juez Daniel Rafecas como procurador general de la Nación.
Alberto F. surfea este tipo de cuestionamientos a caballo de la cuarentena. O mejor dicho: del empoderamiento social que consiguió al haber tomado medidas preventivas para evitar una catástrofe sanitaria como las que impactaron a Italia, España, los Estados Unidos o más cerca, a Brasil. Aunque la población está desgastada por el extenso confinamiento, tanto en términos económicos como psicológicos, lo cual pone al Presidente ante una encrucijada de salida incierta.
Más aún, cuando el período de duplicación de casos –el parámetro que toman los expertos para medir la propagación del COVID-19- se acortó notablemente en el AMBA y lo obligó a repensar –en medio de chispazos políticos entre la Provincia y CABA- la manera en que proseguirá la cuarentena, con más restricciones a la circulación de personas y con operativos sanitarios en las villas de emergencia. Por eso la fotografía de anoche volvió a reunirlo con Larreta y Kicillof.
Para Alberto F. ya no se trata solamente de apelar a la imagen de la “unidad nacional”, sino también de compartir el eventual costo político de la pandemia con dos referentes que bien podrían tener aspiraciones presidenciales en el futuro. Aunque la delicada situación del AMBA no aplica a toda la Argentina: también hay mucha preocupación por las comunidades originarias del Chaco y por los cientos de camioneros brasileños que ingresan al país sin controles adecuados.
En la frontera de Misiones se agudizó el contrabando de cigarrillos, dada la escasez del producto en el país; mientras que en Formosa se registra el cruce de ciudadanos paraguayos para cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de $10.000 que paga ANSES. La realidad nacional es tan variada como regiones tiene la Argentina, pero el denominador común es la imprevisión. Como sucedió a lo largo de la historia, el país va transitando de una emergencia rumbo a la siguiente.
En esta ocasión, el alerta temprana que tuvo Alberto F. de parte de la canciller alemana, Angela Merkel, respecto de la gravedad inusitada del coronavirus, posibilitó que la Argentina tendiera una red de contención en torno al sistema sanitario. El liderazgo que demostró el Presidente ante la irrupción de la pandemia también sorprendió a propios y extraños. Aunque las carencias estructurales siguen siendo las mismas de siempre y sobre ellas anda a los saltos el Gobierno.

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