El papel del sistema financiero en una sociedad es el resultado de decisiones políticas, como se puede ver al comparar lo que sucedía durante el gobierno anterior con lo que se hace durante el actual. De estar al servicio de la especulación, los bancos pasaron a estar al servicio de la producción, gracias principalmente a las decisiones de su regulador: el Banco Central. Por decisión política del gobierno de Alberto Fernández, el mismo sistema financiero que hasta el 10 de diciembre solo atendía a los sectores especuladores, hoy se reorienta para servir de instrumento de la producción y el trabajo nacional. Esto se vio apenas asumido el nuevo gobierno, con importantes bajas en las tasas de interés, para volver a hacer posible el financiamiento de la producción mediante el crédito, y con regulaciones tanto sobre el pasivo como el activo de los bancos, regulando así el spread, el margen de beneficio de estos.
Las idas y vueltas por los cambios de gobierno hacen que no dispongamos de un sistema financiero con suficiente profundidad. La inclusión financiera de personas y empresas sigue siendo una tarea pendiente. Más de la mitad de las 650.000 empresas de nuestro país no pagan sueldos a través de transferencias bancarias, y la gran mayoría nunca accedió a un crédito.
La pandemia tiene un impacto económico devastador a nivel mundial. El gobierno argentino tomó desde el principio una serie de medidas para proteger la producción y el trabajo, como el IFE, los créditos al 24% para MiPymes, la prohibición de los despidos y el ATP, que incluye postergaciones y reducciones en los pagos de aportes patronales, salario complementario para el sector privado y créditos a tasa cero para monotributistas y autónomos. Estas medidas tienen un alcance enorme. Benefician a millones de personas y cientos de miles de empresas. Vemos un aumento histórico de 21% de los préstamos del sistema financiero a empresas desde el inicio de la pandemia.
Desde el Banco Ciudad, como parte de la banca pública, seguimos trabajando en esta etapa clave para sostener el aparato productivo, mediante el otorgamiento de diferentes líneas de créditos a tasas reales negativas: capital de trabajo, descuento de cheques, compra de tecnología, pago de nóminas, entre otras, por un total de miles de millones de pesos. Esto es indispensable para sostener la cadena de pagos, y permitirles a las empresas aguantar la crisis. Es también una oportunidad para acercar a muchas personas y empresas al sistema financiero, en una relación que debería perdurar en el tiempo. La inclusión financiera puede ser una herramienta central para el cambio estructural que requiere nuestra economía.
Necesitamos aumentar la profundidad del sistema financiero (aumentar su peso relativo sobre el PIB) y su accesibilidad. Solo así lograremos un sistema que sea inclusivo, que esté al servicio del trabajo y la producción, y que no solo incluya a las MiPymes sino que las multiplique, fortaleciendo y democratizando la economía.
(*) Economista y directora del Banco de la Ciudad de Buenos Aires.
COMENTARIOS