Alberto Fernández está pasando por su mejor momento en términos de imagen positiva. Todas las encuestas la ubican por encima de los 60 puntos porcentuales. En buena medida, el crecimiento de la ponderación social respecto del Presidente se debe a que la mayoría de los argentinos piensa que está actuando correctamente frente al coronavirus.
Las medidas drásticas que adoptó lo pusieron además en un rol de liderazgo político que estaba más difuso antes de la pandemia. Los sondeos más recientes evidencian esta situación. Una medición de la consultora Inteligencia Analítica precisó que el 64 por ciento de los consultados tiene ahora una imagen “muy buena, o buena” de Alberto F.
Otra encuesta, de Management&Fit, reflejó que el 61,6 por ciento de los entrevistados consideró que el Gobierno “actuó en tiempo y forma” ante la amenaza del virus COVID-19. Con estos números, la oposición concluyó que no tiene margen para diferenciarse del Presidente.
En una videoconferencia de la que participaron Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich y Miguel Pichetto entre otros, la coalición opositora decidió acompañar las medidas del Gobierno nacional, en especial la cuarentena obligatoria.
Pero en rigor, esa preocupación por el impacto económico del coronavirus -que no es exclusiva de la Argentina, ya que el tremendo golpe económico provocado por la pandemia se siente en todo el mundo- también anida en el oficialismo.
Se escuchan por lo bajo críticas a Alberto F. porque plantea la disyuntiva “salud o economía”, en términos morales más que sanitarios, para dotar de épica a su discurso político. Pero el Presidente tiene en claro que el “plan anti-coronavirus” le saldrá muy caro al Tesoro nacional y propuso al G20 la creación de un fondo humanitario para financiarlo. Pero se decepcionó porque los líderes europeos siguen enfocando la ayuda financiera en África.
El costo del plan anti-virus
El ministro de Economía, Martín Guzmán, pasó toda la semana en la quinta de Olivos, donde se instaló el Presidente tras decretar la cuarentena. El funcionario buscaría conseguir respaldo del FMI por 2.500 millones de dólares para anclar la emisión monetaria con la que se financian las medidas anti-crisis.
Guzmán ya hizo los números para mantener durante abril los beneficios que se dieron a distintos sectores de la sociedad para mitigar la parálisis económica que conlleva la cuarentena. El ministro, que en forma paralela comenzará esta semana a tomar contacto con los tenedores de bonos de la deuda argentina, no reniega de la emisión como una herramienta válida de política monetaria. Pero el escenario es muy delicado: según Goldman Sachs, la Argentina caerá 5,4 por ciento este año.
En lo inmediato, las alarmas se encienden por lo que sucederá con la actividad económica en abril, especialmente en el sector privado. Los empresarios pyme tienen dificultades para continuar la cadena productiva y corren riesgo los salarios de los trabajadores del sector. La construcción también está paralizada, salvo la vinculada a obras públicas como la instalación de hospitales de emergencia. La economía argentina ya está en un pozo: viene de caer un 2,2 por ciento el año pasado.
En medio de esa situación, el Gobierno comunica medidas prácticamente a diario. Alberto F. combinó con Sergio Massa una sesión de la Cámara de Diputados para congelar alquileres y ejecución de hipotecas, pero en el Congreso hubo reparos –especialmente en el Senado- para reunir a los legisladores en el recinto. Entonces el mandatario avanzó con un decreto de necesidad y urgencia. Así, la emergencia sanitaria y económica profundizó el poder de decisión presidencial.
Pero la gobernabilidad es un concepto mucho más amplio que la concentración del poder en una lapicera. Hay hechos que escapan a la voluntad presidencial: por estos días, el principal motivo de preocupación en Olivos pasa por las violaciones a la cuarentena que se registran en todo el país, pero que resaltan en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), justamente la región más afectada por el coronavirus. La densidad poblacional es tan alta que no hay control que alcance.
Controles y comportamiento social
En forma reservada, el Gobierno apela a todo tipo de herramientas para tener una impresión cabal de lo que está sucediendo. Desde informes de inteligencia, pasando por datos que le proporcionan las compañías telefónicas sobre el movimiento de las personas, hasta el seguimiento que se hace de quienes llegaron del exterior, todo sirve para acumular información fidedigna. En La Matanza, por caso, 1.400 personas que estuvieron fuera del país transgredieron la cuarentena obligatoria.
Las imágenes que llegaron el viernes desde el Conurbano –y también de La Plata- alertaron a los funcionarios, justo cuando Alberto F. debe definir la continuidad de la cuarentena, que vencerá el próximo martes. Este domingo habrá una videoconferencia de los especialistas que asesoran al ministro de Salud, Ginés González García, y luego el Presidente se tomaría 24 horas para madurar la decisión. Tal vez haya cambios en la forma de implementación, deslizaron fuentes oficiales.
El escollo más evidente radica en que el pico de contagios del virus recién llegará en mayo, con lo cual queda al menos un mes y medio por delante, según los cálculos optimistas, de restricciones sociales y económicas. Es la ventana de tiempo que tendrá el sistema sanitario para adecuarse a la emergencia, partiendo de una realidad humillante: en el Conurbano, donde viven 17 millones de personas, hay solo mil camas de cuidados intensivos para los casos más graves de coronavirus.
Más que una discusión sobre el Estado presente o el imperio del mercado, lo que habría que consensuar es cómo conseguir un Estado que funcione. De otro modo, el debate político queda encerrado en el ideologismo: si Kicillof pide médicos cubanos para el Gran Buenos Aires o si Macri autorizó el ingreso de médicos venezolanos anti-chavistas. En el combate contra la pandemia del Covid-19, las posiciones radicalizadas quedan en evidencia y ganan terreno los moderados.
La duda que se proyecta, para más adelante, es qué sucederá cuando el coronavirus haya desaparecido del mapa y a la Argentina le queden expuestas sus penurias económicas. La misma pregunta se hacen, con marcada incertidumbre, tanto en el oficialismo como en la oposición.
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