OPINIÓN

Síndrome de Asperger: mejor acompañados

Bruno tiene 11 años y ya sabe todo sobre el coronavirus. Cada nuevo caso, su localización, los síntomas y medidas de prevención. Sigue las novedades minuto a minuto, en un mapa dinámico. Los temas de salud siempre le interesaron, al punto de ponerlo un poco nervioso.
Lo hace solo, en su cuarto, con su computadora. Cuesta sacarlo de allí. No quiere ir a la pileta (le molesta mucho el sol), quisiera ir de vacaciones siempre al mismo lugar y, si pudiera, directamente se quedaría en su casa.
Es que para una persona con Síndrome de Asperger, estar solo es uno de los restauradores emocionales más efectivos porque las situaciones sociales, especialmente las que involucren más de dos personas, resultan sumamente estresantes.
El dicho “dos son compañía, tres son multitud” se aplica especialmente para una persona con Síndrome de Asperger.
En esta condición, que forma parte del espectro del autismo, las reglas de la interacción social resultan particularmente complejas.
Procesar la información de muchos integrantes que interactúan a la vez es una tarea que puede llevar mucho más tiempo o directamente resultar poco accesible para la persona en cuestión. Puede suceder, entonces, que quede fuera de “sintonía” y permanezca silencioso y retraído o, por el contrario que intervenga realizando un error social (hablando fuera de contexto o haciendo un comentario poco oportuno).
La mamá de Bruno comenta que conversan juntos con frecuencia, especialmente sobre los temas que le interesan a él. “Antes yo trataba de desviar la conversación de sus tópicos pero me di cuenta que esta era la mejor manera de conectarme con él y de a poco ir hablando de otras cosas”.
Pero cuando viene gente, sean familia o amigos de su hermana, Bruno se refugia en su cuarto. “No quiere saber nada”…se lamenta su mamá, “me dice que quiere estar tranquilo y que no quiere que sus primitos toquen sus cosas”.
Algo parecido pasaba en la escuela, los maestros no sabían bien cómo tratarlo. Bruno pasaba los recreos solo, en clase hacía comentarios constantemente, casi no copiaba y caminaba de una punta a la otra de la clase “como en un triángulo, siempre igual”, dice Claudia, su maestra de ciencias naturales.
Para su sorpresa, esta maestra se dio cuenta de que, a pesar de no copiar y estar en movimiento, Bruno estaba atento y contestaba correctamente lo que se le preguntaba y como lo notó particularmente interesado en temas de salud, no solo lo dejó moverse en clase a voluntad sino que le encargó un trabajo práctico sobre enfermedades infecciosas.
Le pidió, además, que lo hiciera en grupo. Bruno se lo tomó muy en serio y le pidió a cada uno que escribiera una parte. No todos lo hicieron y varios se atrasaron en su tarea. Bruno entonces decidió hacerse cargo de lo que faltaba, logrando una buena nota y ganándose la admiración de parte del grupo.
Tony Attwood, un reconocido psicólogo, especialista internacional en Síndrome de Asperger asegura que si existe una compatibilidad alumno-profesor, este hecho se verá reflejado en la actitud del resto de los compañeros. Si el maestro presta su apoyo, los compañeros también lo harán. Si la actitud es crítica y excluyente, el resto de la clase adoptará esa misma actitud negativa.
La postura de la escuela será central, entonces, para evitar situaciones de hostigamiento o bullying. Aceptar la diferencia, guiar las interacciones, valorar las habilidades y acompañar a nuevas experiencias constituye el gran desafío para padres y docentes.
A Fabián, el papá de Manuel, no le resultó demasiado fácil. Había esperado compartir con su hijo entrenamientos y tardes en la cancha pero Manuel no mostraba el más mínimo interés por el fútbol o casi ningún otro deporte. Ni siquiera podía llevarlo a pescar porque Manuel se indignaba hasta las lágrimas por el sufrimiento causado a los pobres peces con redes y anzuelos.
Con el apoyo de su terapeuta fueron encontrando actividades para hacer juntos. La de andar en bicicleta no fue la actividad preferida de Manuel, pero su papá insistió con cariño y paciencia y cuando finalmente Manuel logró andar sin rueditas sobre el pasto suave, la expresión de orgullo y satisfacción en su carita fue tal que Fabián se alegró de no haber abandonado el intento. Lo vio por primera vez salir con un vecino a andar en bici por la cuadra.
También escribir en cursiva le había dado bastante trabajo pero el colegio accedió a que escriba en imprenta y después en un dispositivo. Eso lo alivió mucho, tanto como tomarle las evaluaciones oralmente.
Bruno y Manuel, a diferencia de otros chicos y chicas con condiciones del espectro autista, tienen capacidades cognitivas dentro del promedio y aspectos formales del lenguaje conservados. La tendencia a la rigidez, los desafíos en la posibilidad de establecer y sostener amistades y dificultades en la motricidad gruesa y fina o en lo sensorial estuvieron presentes desde el desarrollo temprano y suelen persistir en la adolescencia y adultez en mayor o menor medida.
Estar atentos al desarrollo armónico de las habilidades sociocomunicativas es tarea de padres, docentes y profesionales y realizar una evaluación que aborde los diferentes aspectos de la vida de una persona puede ser útil y necesario ante alguna preocupación en este sentido. Una evaluación interdisciplinaria y un eventual diagnóstico permitirá a la familia y a la escuela adquirir conocimientos y experiencia en esta área, así como disponer de acceso a recursos y apoyos específicos que permitan a la persona con Síndrome de Asperger sentirse comprendida, saberse aceptada y, todavía mejor, acompañada en un camino donde las diferencias no sean obstáculos sino oportunidades.


(*) Médica psiquiatra (MN76410). Jefa del Servicio de Psiquiatría Infantojuvenil de Fleni.