Cenar afuera es uno de los programas más comunes en nuestra ciudad y en torno a esa salida hay un par de ceremonias comerciales que quiero destacar en esta columna.
Quizá sea de uno de los contactos visuales más esperados, el verdadero amor a primera vista, es el momento en el que el mozo nos identifica y asiente con su cabeza al llamado desesperado. En el medio, chistidos, apelaciones que redundan en diminutivos y maniobras para llamar la atención que dibujaron firuletes en el aire.
¿Qué es el servicio de mesa?
La relación comienza y se nos plantean dos formas de premiar una buena o mala atención. La primera de ellas es impuesta y nadie se atreve a preguntar de qué se trata, es el denominado “servicio de mesa”. No hay precisiones al respecto pero se entiende que a cambio del “canon” mencionado tenemos que recibir “algo”. Ya sea una panera elaborada, una empanada o un gesto que apacigüe nuestra espera en formato grisín.
El rol social de la propina
Pasando a la segunda forma de demostrar conformidad o disconformidad con un servicio, se impone la tradicional propina como agradecimiento aunque pocas veces como castigo. Es que son contados los casos en los que el comensal se atreve a demostrar descontento por este medio y salir airoso del salón, quizá el temor al que dirán supera el malestar.
Junín es tierra de pizzas, pastas, carnes y dos o tres lugares con platos un poquito más elaborados. Ninguno se despega demasiado si solo consideramos el producto, léase el “morfi”. El concepto de la “panera de oro” contempla revisar las cuestiones vinculadas a la experiencia de los comensales y en este punto la ambientación y la calidez de la atención, entre otras cosas, pueden completar la experiencia diferencial.
Es importante destacar que cumplir con un servicio no representa un valor por si mismo sino que es tan solo limitarse a lo obvio, a lo esperado. La clave radica, justamente, en construir momentos inesperados. Implica construir pequeños gestos de atención, detalles que hagan del plato una anécdota más en un contexto donde cada uno de los componentes promueven algo superador.
Llegar al lugar, ser recibido por una persona que nos sugiere una mesa. Traernos una bebida, dejarnos la carta y servirnos algo que contenga la ansiedad. Comentarnos la demora e indicarnos un plato. Observarnos, estar atento por si falta algo en la mesa. Saber cuándo es momento de levantar los platos, entender el clima y mantener el contacto para saber cuándo es tiempo de presentar la cuenta. Despedirnos con amabilidad y naturalmente recibir una buena propina. Casi un plan de negocios, se trata de lo que denomino “la panera de oro”, un valor comercial fundamental que propone llevar la experiencia al poder y transformar clientes medianamente satisfechos en fanáticos de nuestro comercio.
COMENTARIOS