La medicina del futuro no sólo tendrá una mayor demanda por el aumento de la expectativa de vida, sino también, el desafío de contemplar la individualidad de cada paciente. Los medicamentos biológicos son un ejemplo de esta medicina moderna basada en la precisión y personalización.
Como cada ser humano es único, también lo es su enfermedad. Existe la individualidad también en la patología y por lo tanto también en su tratamiento. El enorme avance que existe hoy en día en el desarrollo de medicamentos biológicos permite a los médicos disponer herramientas terapéuticas que nos acercan cada vez más a la medicina del futuro: una medicina de precisión y personalizada.
Cada vez es más común el empleo de medicamentos de síntesis biológica para enfermedades tan diversas como el cáncer, las enfermedades autoinmunes o neurodegenerativas. Por definición estos fármacos biológicos presentan un principio activo producido por un organismo vivo; en contraste con el fármaco tradicional que se produce a través de reacciones químicas.
Los especialistas médicos se encuentran entonces con el desafío cotidiano de ya no solo interpretar los síntomas clínicos que observan en sus pacientes para definir el tratamiento, sino también, sobre las particularidades entre las diferentes herramientas terapéuticas biológicas disponibles en el mercado.
Sin lugar a dudas, el mejor ejemplo de un fármaco biológico es la insulina para el tratamiento de la diabetes. Antes de su descubrimiento y de su purificación a partir de páncreas porcino, allá por 1921, una persona insulina-dependiente tenía una esperanza de vida que no pasaba de la adolescencia. Con el advenimiento de la ingeniería genética, se logró comercializarla para el año 1982 la primera insulina humana recombinante producida en bacterias. El uso de organismos unicelulares genéticamente modificados generó una revolución en la industria farmacéutica. Al día de hoy, toda la insulina es producida por esta técnica, la cual permitió incluso el desarrollo de nuevas formulaciones con cadencias diferentes en su accionar (desde las ultra-rápidas a las ultra-lentas), permitiendo tener un control más fino de las individualidades de los diabéticos o la ocasión.
Otro universo importante de terapia biológica resulta la inmunoterapia; esto es, el uso de anticuerpos monoclonales para el tratamiento de enfermedades. De hecho, el Nobel de Fisiología de 2018 fue justamente para dos investigadores que desarrollaron anticuerpos que combaten ciertos tipos de cáncer. Hoy en día, los oncólogos analizan también la individualidad genética de cada tumor para decidir la terapia a seguir. Si bien para ciertos tipos de tumores la farmacogenética es una realidad, esta estrategia no es masiva ni tampoco reemplaza el tradicional algoritmo terapéutico de cirugía/rayos/quimioterapia.
Al igual que los oncólogos, los reumatólogos también se encuentran a la vanguardia de las terapias biológicas. En Argentina, el primer anticuerpo monoclonal aprobado para la Artritis Reumatoide (inflamación crónica de las articulaciones) ocurrió en 1998. Veinte años después, los reumatólogos ya cuentan con más de una decena de anticuerpos para el tratamiento de esta enfermedad que afecta al 1% de la población.
Cada uno de estos anticuerpos tiene blancos diferentes, son producidos en plataformas distintas e incluso el origen del ADN no siempre es humano (anticuerpos humanizados y quiméricos provienen de ADN de ratón), siendo pocos los ejemplos de anticuerpos monoclonales totalmente humano en el mercado. Independientemente de cuál sea la estrategia biotecnológica para la producción del fármaco, estas terapias se basan en una profunda precisión por parte del anticuerpo que obligan al especialista a tener una comprensión acabada de cuáles son las bases moleculares de las enfermedades que diagnostican.
Los especialistas médicos se encuentran entonces con el desafío cotidiano de ya no solo interpretar los síntomas clínicos que observan en sus pacientes para definir el tratamiento, sino también, sobre las particularidades entre las diferentes herramientas terapéuticas biológicas disponibles en el mercado.
Lamentablemente, son pocos los ejemplos de medicamentos biológicos íntegramente desarrollados en Argentina. La falta de inversión privada en desarrollo y tecnología explica este fenómeno, aunque el nivel científico-académico de nuestros investigadores es garantía asegurada de que el país presenta los recursos humanos para dar un paso hacia la medicina personalizada que exige el futuro.
(*) Dr. en Ciencia y Tecnología. Lic. en Biotecnología. Docente de la carrera Bioingeniería del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITB).
COMENTARIOS