La demencia es la primera causa de discapacidad en adultos mayores; causa de dependencia, sobrecarga económica y stress psicológico. Y es un reto prioritario para la salud pública según definiera la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2012.
En la misma línea, la Organización Panamericana de la Salud lanza en el 2015 un Plan Regional de Acción en Demencias.
Estamos ante una enfermedad cerebral de carácter crónico y progresivo, y la forma más frecuente de demencia, que representa el 60-70 % del total de los casos, con un crecimiento progresivo.
El enfermo de Alzheimer suele estar acompañado de un estigma social, una negación de la enfermedad en el ámbito familiar y la falta de recursos adecuados. Puede presentar dificultades para las actividades de la vida cotidiana, confusión en las relaciones familiares, dificultad con el uso de las palabras y números, pérdida de memoria y presentar cambios en el humor y comportamiento.
De acuerdo con las cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se espera que la prevalencia de la demencia aumente un 50% en los países de altos ingresos y en un 80% en los países de medianos y bajos ingresos.
Hacia el año 2050 se estima que el 71% de la población con demencia vivirá en regiones de menor desarrollo. Mientras que en los países desarrollados se encuentran diagnosticados el 50 % de los casos, en los países subdesarrollados apenas llega a un 10%. Esto, asociado a la realidad de que es mayor la prevalencia en poblaciones de bajo desarrollo intelectual y con hábitos sedentarios, nos muestra que desconocemos gran parte de la población que hoy padece en el mundo de la enfermedad.
En el marco de Atención Innovadora de Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT), la OMS proporciona una base sobre la cual rediseñar los sistemas de salud para evitar la atención medica de mala calidad, y la muerte prematura, y logar una atención integradora. Se ha de contemplar el cuidado dentro y fuera de los centros de salud, y la asistencia integral del paciente ambulatorio. Se deberán contemplar no solo el gasto médico directo, sino el indirecto y el costo social.
El gasto global en datos del año 2015 ronda los U$S 818 billones, mientras se espera que para el año 2030 esa cifra se aproxime a los U$S 2 trillones. Es decir, cualquier medida preventiva en el ámbito de las políticas públicas es importante.
Se ha de trabajar con un criterio preventivo sobre los factores de riesgo modificables: enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus, tabaquismo, sedentarismo, déficit de sueño, sabiendo que es muy poco lo que se puede hacer en el caso de los factores no modificables, como pueden ser la edad, la historia familiar y los antecedentes genéticos.
El plan de acción global de la Salud Pública 2017-2025 tiene por objetivo mejorar la vida de las personas con demencia, sus cuidadores y sus familiares, y reducir el impacto de la demencia. Impulsando que el 75% de los países tengan políticas públicas y planes de apoyo a los cuidadores y familias; que al menos el 50% de enfermos estén diagnosticados en el 50% de las naciones, que se duplique la producción mundial en investigación. Es muy claro el diagnóstico, y el trabajo a desarrollar podemos decir que está en sus comienzos, sabiendo que estamos ante una enfermedad que aumenta con la esperanza de vida de la población y para la cual debemos estar preparados y abiertos a todas las mejoras que puedan darse al paciente, a su familia, a los cuidadores y su entorno más próximo.
(*) Profesora investigadora de la Licenciatura en Gestión de Servicios de Salud de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE).
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