Axel Kicillof, ante la encrucijada de hasta dónde ceder y con quién negociar el ajuste impositivo
Los estruendos de la política bonaerense se anticiparon a los estallidos festivos de fin de año. El aumento de impuestos que impulsa Axel Kicillof chocó de frente con el rechazo de Cambiemos. La ley sufrió un freno brusco y sonoro, un impacto tan fuerte que hace presagiar que así como está redactada, con los ajustes establecidos por la nueva administración peronista, se encamina a no encontrar camino despejado en la Legislatura.
El frustrado debate dejó al descubierto varias cuestiones. La primera, la fragilidad del embrionario acuerdo que la nueva administración peronista parecía haber logrado con Cambiemos y que había tenido su debut con la aprobación de las leyes de emergencia. En segunda medida, que la fortaleza opositora en el Senado obliga al Gobernador a negociar más allá de los límites de sus deseos.
El nuevo gobierno empieza a acomodarse a esa realidad. Se lo impone la necesidad de contar con una herramienta central de gestión como es la ley que establece cómo será la política tributaria del año que viene que contempla aumentos en el Inmobiliario Urbano y Rural de hasta el 75% para las propiedades de más alta valuación fiscal. Lo empuja, además, las acuciantes necesidades financieras de una Provincia que mezcla voluminosos vencimientos de deuda inminentes, muy altos niveles de pobreza y necesidades extendidas en todas las áreas del Estado, y que ha sido discriminado en la distribución de la coparticipación federal.
La oposición está obligada también por sus propias urgencias. El ajuste impositivo impacta en mayor medida sobre parte de la clase media y el campo. “Son nuestros votantes”, reflexionan en Cambiemos. Justamente, la masa de apoyo que hizo que María Eugenia Vidal llegara al 38% de los votos en octubre.
Hay otra razón que ha puesto en situación incómoda al armado opositor: el hecho de que Kicillof y sus funcionarios salieran a vincular aquél rechazo a un toma y daca por una serie de cargos que usualmente los oficialismos ceden a las representaciones parlamentarias con las que deben negociar en la Legislatura. La distancia entre una y otra cuestión surge estrecha y costosa para Juntos por el Cambio. Tanto, que sus legisladores huyen espantados ante la casi inevitable lectura de que si la ley finalmente ve la luz obedecerá a un acuerdo por la cesión de aquellos espacios de poder.
¿Negociarán aumentos menores?
La morigeración de los aumentos surge como un hecho natural. Casi como una sentencia irrevocable, en la Legislatura ya le escribieron el epitafio al texto original que envió el Ejecutivo. La fallida puesta en escena del viernes por la noche cuando Kicillof mandó a su tropa a intentar una aprobación exprés en Diputados de la reforma impositiva y no consiguió número, acaso haya sido la última y arriesgada jugada legislativa para lograr ablandar a la oposición en el Senado.
En medio de las esquirlas de las sesiones fallidas, ayer en el Ejecutivo seguían las críticas a Cambiemos, pero abrían las puertas para retomar una negociación con la idea de destrabar el proyecto.
Los interrogantes sobre ese diálogo remiten a dos aspectos centrales. Uno tiene que ver con la disposición que tendrá Kicillof para atender al menos en parte los planteos opositores de que el impacto del aumento sea menor. “Hicimos una contrapropuesta ante los planteos de ellos pero cortaron el diálogo”, se quejan en el Ejecutivo.
La otra cuestión es esencialmente política. ¿Seguirá el Gobernador privilegiando el diálogo con Cambiemos y la propia Vidal o buscará entablar negociaciones mano a mano con intendentes que ayuden a conseguir un quiebre en el bloque de senadores opositor que por ahora se mantiene monolítico?
Esta última idea siempre sobrevoló el círculo cercano a Kicillof. De una u otra forma, le demandará negociar el texto final del proyecto. Los intendentes necesitan tanto como Kicillof que la ley Impositiva prospere, porque parte de esos recursos se transforman en coparticipación que reciben las comunas. Esa necesidad puede ser una de las llaves para el oficialismo. Vidal ya lo probó con éxito durante su mandato cuando cerró trato y consiguió mayorías con el concurso de varios alcaldes del peronismo.