Es el país, no solo el fútbol, el que siempre vive en emergencia. Solemos exigir un fútbol más ordenado. Pero, a veces, parece casi un milagro que nuestro fútbol se mantenga competitivo en medio de tanta fragilidad.
Fue Flamengo el que definió el sábado en Qatar la final del Mundial de Clubes contra Liverpool. No fue River por cuestión de minutos. El mismo River que, aún con un partido menos, tiene cuatro equipos delante suyo en las posiciones que cerraron la Superliga en 2019 (Argentinos, Boca, Lanús y Vélez). Y Colón fue finalista de la Sudamericana. Y el sábado mismo Lio Messi siguió batiendo records. Uno tras otro, para cerrar otro nuevo año en la cima del fútbol mundial. Por no hablar del Kun Agüero y su vigencia goleadora en Manchester City, de la explosión de Lautaro Martínez en el Inter italiano. De Paulo Dybala, Ángel Di María. De la recuperación de Mauro Icardi. De la vuelta al buen nivel de Gonzalo Higuaín.
¿En qué otro escenario Argentina podría ofrecer tanta competitividad? Los cracks que lucen en el exterior, es cierto, lo hacen en un contexto diferente. Con todas las ventajas del Primer Mundo. Su vigencia, eso sí, confirma un desequilibrio que afecta especialmente desde hace tiempo a la selección argentina: demasiados goleadores juntos y, al mismo tiempo, pocos defensores y volantes de marca en ese mismo nivel top. Es un desequilibrio que Lionel Scaloni ha logrado disimular en una selección que ha recuperado fuerza en 2019. Scaloni mismo es una de las grandes sorpresas del año que se va. Su inexperiencia, y su designación en el cargo, abrían presagios de corta estadía. No fue así. Buenos resultados. Apuestas personales como Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y el propio Lautaro. Apoyo del equipo, Messi incluido. Y un cuadro que terminó dándole razón a la decisión de Claudio “Chiqui” Tapia, quien cierra 2019 con fuerte apoyo en la AFA, donde validó la posibilidad de un tercer período, dato no menor en pleno cambio de gobierno y tras el retorno sorpresivo a la presidencia de San Lorenzo de Marcelo Tinelli, su viejo y acaso nuevo rival. El reciente pedido público (y a destiempo) de Tinelli para que San Lorenzo pueda retener a sus jugadores de la selección Sub 23 parece un primer aviso.
Otra noticia de peso en el balance futbolístico de 2019 significó el fin del largo ciclo macrista en Boca y el arribo de Juan Román Riquelme como dirigente. La misión es recuperar una Copa Libertadores que mantuvo como principal equipo argentino al River de Marcelo Gallardo, un club que lleva ya un quinquenio celebrando, sin conflictos, unido en dirigencia, cuerpo técnico y jugadores y, como sucedió en su increíble derrota contra Flamengo, demostrando que también sabe perder. Es un dato no menor para un fútbol argentino que siempre ha hecho un drama ante la derrota. Racing despide el año sin el Chacho Coudet, pero lejos de la crisis de Independiente, donde se desnuda un cuadro inesperado para la conducción de la familia Moyano. El fútbol jamás ofrece garantías. Ni para el dirigente superpoderoso como Daniel Angelici. Ni para el sindicalista temible como Hugo Moyano.
Solo Diego Maradona puede sentirse inmune a todo, con lo peligroso que puede significar eso, como él mismo ya lo ha comprobado (vean el documental de Asíf Khapadia, el mejor que ofreció el deporte de 2019). Imposible omitir la aparición este año de la Liga femenina, como también la designación inédita de una mujer (la ex Leona Inés Arrondo) en la Secretaría de Deportes. Al frente de un deporte que premió como Olimpia de Oro al interminable Luis Scola. Su vigencia, su apuesta permanente al largo plazo son un contraste para ese país que, en cambio, vive siempre en estado de emergencia.
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