La cuenta regresiva para la asunción de Axel Kicillof viene rodeada de enigmas pronunciados. Existe un atisbo de lo que parecería ser su equipo económico y no mucho más. Algunas de sus decisiones en torno de su gabinete están enlazadas con lo que decida Alberto Fernández. No sólo eso: con la omnipresencia de Cristina Kirchner.
El mandatario electo mira a su vez otro escenario: el de la herencia que le dejará María Eugenia Vidal. Prevé que la carga será pesada, por el rojo de entre 50 y 80 mil millones que ya dejaron trascender funcionarios salientes. Se anotan otras inquietudes. Una de ellas es el irresuelto reperfilamiento del bono de cerca de 4.300 millones de pesos con el Banco Provincia que vence el 6 de diciembre.
Un nuevo intento para diferir el pago de ese monto al Bapro por parte de la Provincia, acaba de fracasar. No hubo quórum en la última reunión del directorio porque al rechazo opositor se sumó el concurso de algunas piezas del propio oficialismo. La firma de ese acuerdo quema porque existen dictámenes internos de la propia entidad financiera que desaconsejan esa operatoria por considerarla perjudicial para su patrimonio.
El fantasma del default
¿Qué hará la Provincia frente a esa resistencia? En el ministerio de Economía prometen que no habrá default. “Se va a terminar pagando”, afirman. Kicillof observa ese desenlace con suma atención: ya habría sugerido que esos fondos lleguen desde la Nación en lugar de que se transformen en otro bache para lo que tenga que recibir.
Otra cuestión asoma las narices en el último tramo de la gestión de Vidal. Tiene que ver con la falta de acuerdo con la Nación para que se le reconozca a la Provincia una recomposición por inflación del Fondo del Conurbano por unos 25 mil millones de pesos. La gestión se puso en marcha en tiempos en que Hernán Lacunza comandaba la cartera económica bonaerense y aún no había cruzado la General Paz. A pocos días del recambio sería una bocanada de oxígeno para la gestión entrante, pero hasta el momento todo parece indicar que será uno de los asuntos que Kicillof tendrá que negociar con Alberto Fernández luego de su asunción.
El gobernador electo se prepara para otro frente desafiante. En enero vence una deuda de cerca de 600 millones de dólares, a lo que hay que sumar otros 60 millones de dólares en diciembre. Se aproxima una segura negociación con los acreedores que acaso se lleve a cabo en sintonía con la que estará obligada a ensayar la Nación. En ese marco, no resultaría casual que Kicillof se esté inclinando por un especialista en finanzas como Pablo López para ocupar la cartera de Economía. En el último gobierno de Cristina Kirchner, López formó parte de la negociación con los fondos buitre.
Otra de las piezas centrales del equipo económico será Augusto Costa, quien se encamina a liderar un megaministerio de Producción que incluya a Trabajo y Ciencia y Técnica. Cristian Girard, quien presidiera la Comisión Nacional de Valores, quedaría a cargo de la Agencia de Recaudación (Arba).
En ese acomodar acompasado de piezas sigue sin anotar certezas el ministerio de Seguridad. Es una de las áreas que entrará en la coordinación con la definición que adopte el gobierno de Fernández. Pese a todo, en las últimas horas parecieron revivir las posibilidades de Sergio Berni. A otros de los nombres que se mencionaba, Martín Arias Duval, le estaría jugando en contra su presunta cercanía con Sergio Massa, que ha visto cómo se le vienen cerrando puertas para desembarcar con su gente.
Intendentes preocupados
La expectativa sobre estas decisiones de Kicillof llegan con forma a preocupación para los intendentes peronistas. Varios de ellos afirman que el diálogo con el futuro gobernador está prácticamente cortado. “El grupo de WhatsApp que teníamos con él no funciona desde hace semanas”, sostienen.
Presas de la incertidumbre, comienzan a sentir una mayor comodidad en las arenas de la playa que les ofrece Alberto Fernández. De hecho, uno de los suyos, Gabriel Katopodis (el alcalde de San Martín) se encamina a transformarse en ministro nacional de Infraestructura. Se trata de una puerta gigante para acceder a recursos con forma de obras para sus distritos.
Los intendentes caminan por el sendero de una pesada resignación respecto de las chances de contar con espacios relevantes en el elenco del Gobernador. Kicillof tiene resuelto que su gabinete, al menos en sus primeros planos, tenga el monocolor de su impronta. Quizás, con algún que otro espacio para La Cámpora.
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