CARTA DEL LECTOR

La muerte del Dr. Manuel Retes

Su facie rubicunda de piel turgente y rosada que el contraste con el abundante pelo cano acentuaba, tenía una singularidad que debía compartir con algún allegado, para su confirmación. No podía creer que alguien agonizando en Terapia Intensiva no tuviera el mínimo gesto de dolor. Solo irradiaba la infinita bondad que lo caracterizó en su vida.
Coincidió su compañera de los últimos años Gladys, que me tiró una pista: en las manos del Vasco había caído un libro intranscendente, en el cual el autor interroga varias personalidades sobre su creencia más allá de la muerte.
Las respuestas banales de la gente de la farándula descarté rápidamente para concentrarme en una entrevista a Jorge Luis Borges (donde el periodista cree llevarlo a una trampa confusa): 

- Dígame Borges, ¿en alguna instancia de su vida se puso a rezar?
- No, aunque tenía el ejemplo de mi madre.

- ¿Cómo se hace para atravesar la vida sin recurrir a la oración?
- No sé…tal vez yo pronuncié a media voz algún poema de Whitman, cierto soneto de Shakespeare. En el sonido de esas palabras encontré el bálsamo que encuentran los creyentes en las oraciones oficiales.

- ¿De dónde deviene su descreimiento de lo divino?
- Yo soy ateo, como mi padre. Mi madre en cambio era muy católica. Yo comparto lo que decía mi padre: este mundo es tan raro que todo es posible, hasta la Santísima Trinidad. Si, en realidad yo creo que la teología es una rama de la literatura fantástica.

- Si no cree en Dios, ¿cree en el libre albedrío?
- Presiento que es un mero consuelo, una ilusión necesaria. Creo que cada acto mío es fatal.

- Imagínese que el Papa hubiera estado este rato escuchándonos.
- No me lo imagino, tiene mucho que hacer ese hombre.

- ¿Le gustaría conversar con alguien como el Papa?
- No me despierta curiosidad, es solo un político más notorio que otros. Es un funcionario…y eso no sé si es una mala noticia, pero buena no es.

- Borges, ¿le molestaría que hablemos ahora de la muerte, de su muerte?
- Por supuesto que no, al contrario…siento una gran esperanza y alegría por ella, además.

- Estamos hablando de la muerte, ¿por qué alegría?
- Porque con ella podré recuperar la oscuridad en toda su plenitud. La de los ciegos es una oscuridad bastante precaria…A veces me siento triste por diversos motivos, pero me consuelo sabiendo que voy a morir pronto…En mi último libro digo: por qué me preocupa tanto mi destino si ese destino ya no tiene destino; por qué me preocupa tanto lo que me pasa, si lo que me pasa me va a dejar de pasar. En efecto, por qué preocuparme si tengo la gran esperanza de la muerte.

- ¿Y si la muerte le llegara esta misma noche?
- La recibiría con alegría sobre todo si me aseguran que no hay inmortalidad, porque si la hay, entonces, la muerte es una broma.
Gladys comenta que, horas antes de cerrar los ojos, le tomó la mano diciéndole: “me siento feliz”. 
¡De la mano del Vasco y éste de Borges, comprendo ahora que yo también tendré esa oportunidad de ser feliz!

Eduardo Sabus

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