La comparentalidad es un nuevo modo de conocerse con el único fin de tener un hijo y constituirse padre y madre. Es cuando dos personas se buscan, se encuentran, se conocen y deciden de común acuerdo armar un nuevo modo de familia.
Así de simple, así de complejo. En este contrato privado entre personas, la sexualidad y el género no son condición ni determinantes a la hora de decidir. Lo que prima es el deseo de constituir familia. De ocupar la función materna y paterna para entre los dos y bajo ciertas condiciones criar a ese hijo.
Esto ha traído mucho ruido a la sociedad que, como es natural, ante lo nuevo reacciona con miedo, dudas y cuestionamientos.
La educación y la cultura juegan un papel preponderante frente a cómo nos sentimos ante lo nuevo que el mundo se empeña en adelantar a nuestra propia evolución como personas.
Al menos para mí en lo profesional me invita a hacerme preguntas, a escuchar nuevas demandas de consultas y a involucrarme en estos nuevos modos de ser familias en este siglo. Ante mi primera opinión en mis redes sociales, que se hizo pública, me llovieron llamados de diversos medios de comunicación pidiendo una palabra tal vez que aliviara un poco la sensación de que el amor ya no era prioridad a la hora de desear tener un hijo.
Esta falacia o concepto construido, me permite hoy poner a jugar el tema entre todos y lanzarlo al universo para que lo tome quien lo desee y lo ponga a trabajar.
El amor y el deseo de tener un hijo implican responsabilidad, un proyecto, anticipación y mucho tiempo y disponibilidad para dedicarle a ese ser que está por venir.
Implica contar con personas alrededor que puedan acompañar a su manera en este tránsito. Porque no se puede ni se debe criar en soledad.
Lo que sucede es que como antes se veía como diferente a quienes adoptaban o incursionaban en tratamientos de fertilización asistida, ahora esta nueva opción realimenta los prejuicios y habrá que esperar muchos años para comprobar cómo serán estos niños nacidos de la "coparentalidad elegida". La particularidad de este nuevo modo de encuentro es una suerte de tinder para futuros padres, que según la modalidad de chat, app o página, previamente al encuentro real intercambian de modo virtual, gustos, deseos, expectativas, características de cada uno que los lleva a establecer que son "compatibles" para luego conocerse personalmente e iniciar el camino juntos.
También por amistad o afinidad previa sin recurrir al chat se buscan independiente del amor de pareja y de un vínculo atravesado por el sexo y el matrimonio o la unión convivencial.
Conocer a alguien. Enamorarse. Formar una pareja. Tener un hijo. Esa secuencia, que durante décadas impuso nuestra forma de relacionarnos, hoy se está poniendo en duda. De la mano de los nuevos modelos de familia, la coparentalidad es una opción que cada vez más personas y en especial los argentinos están teniendo.
Cuando nace el hijo, organizan la crianza de manera parecida a las parejas que no viven juntas o que están divorciadas. Por ejemplo, se dividen los días de cuidado y el hijo o hija tienen una habitación en la casa de la mamá y otra en la casa del papá. Aquí está el punto.
Las personas que se constituyeron padres así, es recomendable que tengan una relación afectiva. Esto no es que estén vinculados amorosamente desde la sexualidad, sino que para que funcione, el vínculo debe estar basado en el respeto y la responsabilidad compartida. Eso también es amor.
Una de las racionalizaciones de las personas que piensan como opción posible la coparentalidad es la edad, donde las mujeres luego de varios logros profesionales, laborales o materiales descubren en su soledad, que asomando los 40 años, sienten que es momento de ser madres y no quieren serlo solas y se despierta el deseo.
Como dije en otras oportunidades que pude abordar y nombrar este nuevo modelo de familias, es un tema que está empezando a circular en las nuevas generaciones. Creo que hay como una fobia al amor, a constituir relaciones estables. Pero no renuncian al deseo de constituirse como padres.
Me han consultado muchas personas, si es algo saludable para los niños y niñas por venir y yo pienso que, la coparentalidad está más cerca del amor que de la violencia, en contraposición a las parejas normalmente constituidas donde puede haber traición, abandono, odio y mentira y donde a veces los chicos son botín de guerra o rehenes de sus padres.
No es ni bueno ni malo, simplemente es una nueva forma de vincularse con un propósito: el deseo de tener un hijo. Será necesario seguir pensando, para estos cambios que se avecinan, que la finalidad máxima sea la protección de los derechos de los niños y de las niñas y una relación con ellos desde el amor y el deseo de ofrecerles una crianza responsable y feliz.
(*) Psicóloga y psicopedagoga, especialista en crianza educación y nuevos vínculos, autora de "Criando hijos creando personas" y "Los Nuevos Padres". Redactora de la Guía de Crianza sin Violencia para Unicef.
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