En silencio, a través de reuniones reservadas, el vidalismo se está preparando para integrar -con peso fundacional- lo que estima será la etapa post gobierno del PRO, si se repite el resultado de las Primarias de agosto.
Se trata de fortalecer la vieja alianza interna de la gobernadora con Horacio Rodríguez Larreta, a quien siempre ha reconocido como su mentor. Se piensa un espacio en el que el alcalde porteño, quien probablemente sea reeleecto y termine siendo de los pocos oficialistas que tengan motivos para festejar en octubre, se erija como una suerte de líder nacional de la oposición, dueño de uno de los distritos más importantes del país.
Según fuentes de su entorno, Vidal se percibiría a si misma como la cara visible de ese esquema en la Provincia de Buenos Aires donde, si se repite el escenario de las Primarias de agosto, el gobernador será Axel Kicillof, representante del peronismo-kirchnerismo.
En este esquema de pensamiento, Larreta sería el nuevo jefe partidario, en desmedro de un eventualmente derrotado Mauricio Macri.
Toda la energía del vidalismo, pues, estará puesta en realizar la mejor elección posible en octubre para tener una presencia fuerte en la Legislatura provincial que quedará conformada a partir del 10 de diciembre próximo. Sólo un detalle preocupa al oficialismo: la reacción que tendrá la Unión Cívica Radical, que viene mandando mensajes subliminales de posibles rupturas de lo que hoy se conoce como los bloques bonaerenses de Juntos por el Cambio y que mezclan amarillos y boinas blancas.
Vidal sabe que su poder en la eventual oposición bonaerense se desdibujaría si los radicales se cortan por su lado armando bloques autónomos en un futuro gobierno justicialista. En ese escenario descorcharía, eso sí, el eventual gobernador Kicillof: de esa forma podría negociar números favorables por separado para sus pretensiones legislativas.
Lo mismo le pasa a Larreta, aseguran fuentes porteñas.
Si él ganara en la Ciudad Autónoma, y acaso reclamara el cetro de liderazgo que podría dejar Macri, ¿logrará el alineamiento de los líderes nacionales del radicalismo, como Gerardo Morales, Alfredo Cornejo o Gustavo Valdéz? Gran desafío del actual oficialismo: mantenerse unido ante una eventual ola celeste peronista con Alberto Fernández y Cristina Kirchner a la cabeza. Nadie arriesga hoy cómo será ese desenlace.
Aunque jamás será reconocido en público, pero sí se comenta en voz baja, los vidalistas que hoy están en el gabinete provincial imaginan a la capital como un lugar de desembarco para los próximos cuatro años si, finalmente, tienen que dejar el gobierno provincial.
En rigor, en muchos casos sería como un regreso a las fuentes: es que, en definitiva, fue el gobierno porteño, allá por 2015, el que nutrió de funcionarios públicos a la Provincia de Buenos Aires cuando le tocó a Vidal suceder a Daniel Scioli. Ella misma era la vicejefa de gobierno de aquel distrito hasta que asumió en el Palacio de la calle 6. Cuatro años después, a esos funcionarios le sigue costando el viaje diario a la ciudad de La Plata.
A pesar de las diferencias históricas con el personaje, Vidal habría estado de acuerdo en que se sume a este proyecto de sucesión de liderazgos en el PRO el todavía titular de la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó.
Monzó ya habría fichado para el proyecto nacional de Larreta, siempre atado a que el alcalde renueve en la Ciudad en octubre próximo. El diputado suele ser un buen canal con el universo peronista que no se referencia en el kirchnerismo. Su inclusión sería un claro indicio de cómo Larreta y Vidal han decidido escindirse de la estrategia nacional de la Casa Rosada para encarar la elección de octubre y también el futuro.
Que se suma a la decision de provincializar las respectivas campañas electorales y tal vez trabajar en un corte de boleta estratégico en desmedro de la reelección de Macri en los dos distritos. Supervivencia política.
Esa decisión, la de esconder a Macri, habría sido una orden que escuchó, por ejemplo, el actual vice jefe de Gobierno porteño, el colorado Diego Santilli, a quien Larreta encomendó la tarea de trabajar muy fuertemente la zona sur de la Capital, tradicionalmente la más apegada al voto peronista. “Hacé lo necesario para que ganemos nosotros”, le ordenó el alcalde. Santilli, de origen justicialista, ya se abocó a esa faena.
Conviene volver a la figura de Vidal. No son pocos los dirigentes del actual oficialismo que, haciendo hipotéticos ejercicios a futuro, imaginan una cierta dosis de resistencia partidaria dentro de Juntos por el Cambio contra un eventual liderazgo de la gobernadora en la oposición.
Son los que arriesgan que tal vez los intendentes amarillos que puedan esquivar la eventual ola peronista, algo que sería evaluado como una reivindicación de esas gestiones locales, reclamen el derecho a una proyección política provincial. Esas mesas rosqueras de alcaldes ya existen. Sólo han prometido silencio y tranquilidad hasta el día despues de la elección de octubre.
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