El Gobierno transmitió ayer una sensación de alivio por la reacción de los mercados frente a las restricciones cambiarias que impusieron el Palacio de Hacienda y el Banco Central. No hubo en la Casa Rosada un clima de victoria, pero sí de empate esforzado para el cual se apeló a estrategias indeseadas.
En los despachos oficiales, la analogía del lunes sobre el que pesaban los peores pronósticos fue el buen resultado que sacó el Boca de Alfaro en el estadio Monumental, frente al poderoso River de Gallardo.
“A veces jugar feo también puede servir”, deslizó un funcionario entre reunión y reunión. Al igual que a Tevez no le cayó bien el planteo de su DT, el presidente Mauricio Macri tampoco era partidario de volver al “cepo” cambiario, aunque la actual versión del ministro Hernán Lacunza y del titular del Banco Central, Guido Sandleris, es más light que el modelo kirchnerista 2011-15.
Pero Macri cedió ante las circunstancias: Lacunza ya le había planteado el control de cambios en los primeros contactos que tuvieron cuando el Presidente buscaba un reemplazo para Nicolás Dujovne. Por eso avanzó primero con la idea de “reperfilar” los vencimientos de deuda a corto plazo.
El efecto de esa medida no resultó el buscado por el ministro, a tal punto que se triplicó la salida de tenedores de plazos fijos, que pensaron con la lógica de “nosotros somos los próximos” y pasaron de pesos a dólares. Lacunza insistió entonces ante Macri y el Presidente flexibilizó su ortodoxia económica.
En los hechos, el Gobierno terminó cediendo así ante un pedido concreto que le hizo Alberto Fernández, el candidato presidencial más votado en las PASO, al propio Macri: que no se dilapiden las reservas del Banco Central para financiar una fuga de capitales. Lo mismo que le planteó al Fondo Monetario Internacional.
Nuevo plan político
En medio de la inestabilidad económica, que tiene efectos directos sobre la gobernabilidad, Macri también instruyó a los miembros más combativos de su Gabinete –los más críticos del peronismo- a que bajen el perfil en los próximos días. Los señalados fueron Patricia Bullrich y Alejandro Finocchiaro.
La nueva estrategia de la Casa Rosada también fue comunicada a la gobernadora María Eugenia Vidal, el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta y los referentes parlamentarios de la UCR y la Coalición Cívica. Ya no habrá una ofensiva antiperonista, sino un plan político de diálogo con la oposición a través de sus líderes, referentes parlamentarios y gobernadores.
Por eso también estuvieron en la Casa Rosada el compañero de fórmula de Macri, Miguel Pichetto, y la socia fundadora de Cambiemos Elisa Carrió, tal vez los dos dirigentes que más incomodan al peronismo reunificado en el Frente de Todos. En una reunión de la mesa de acción política del oficialismo, el Presidente pidió que bajen el nivel de confrontación.
En simultáneo, reaparecieron en la sede gubernamental legisladores dialoguistas como Emilio Monzó y Federico Pinedo, de fluidos contactos con el PJ, que recomendaron no exponer al ministro Lacunza a una visita al Congreso que pudiera transformarse en una suerte de interpelación.
La instrucción presidencial fue enfriar el clima de campaña en el plano discursivo y concentrarse en transmitir certezas de gobernabilidad.
En definitiva, el plan de Macri se ciñe a lo que algunos dirigentes ya denominan “el plan llegar”. Este mismo martes, con los mercados estadounidenses funcionando tras el feriado de ayer, el Gobierno afrontará otra prueba dentro de ese plan.
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