None
OPINIÓN

Los Amores de Mary Ashe Cromwell Futton

En el condado de Devon, sur de Inglaterra, cuya capital es Exeter, nació en 1766 Mary Ashe, séptima hija de una familia de trabajadores fuertemente victoriana. Era – dicen – una niña que muy pronto al alcanzar la adolescencia se transformó  en una joven bella y talentosa. Esta belleza no pasó desapercibida al joven Cromwell, oficial del ejército de su majestad, muy destacado no sólo militarmente, sino también amatorio, pues se asegura que no hubo cama de doncella que no visitara. Como a la historia este tipo de cosas no le interesan (a veces), prefiero tender un manto de piadosa discreción y limitarme a los hechos.
Mary como dije, era hermosa. Y la hermosura es un don que también tiene su precio. Y el que lo pagó gustosamente fue Cromwell, que dicho sea de paso, era descendiente del famoso Oliver que había comandado la revolución en la que fue destituido y ejecutado el rey Carlos I. Oliver fue proclamado protector de la Gran Bretaña en el año 1563 y designado Lord. Por este feliz acontecimiento, nuestro joven militar fue también designado con este título y automáticamente Mary Ashe pasó a ser Lady, es decir, dama de la corte.
Pero lo militares suelen ir a la guerra, al menos por aquellos años. Y a una de ellas fue el flamante marido de Mary Ashe Cronwell. Y allí murió. No sé cuanto tiempo habrá llorado la viuda, pero lo cierto es que un rico empresario del llamado Percy Futton se enamoró y casó con ella, con lo que al título sumó riqueza.
Un hijo de esta mujer integró uno de los batallones que desembarcaron en el Río de la Plata en la primera invasión. Esto no debe llamarnos la atención, pero sí el hecho de que la mamita que todavía parece estaba bastante dispuesta, acompañó a su esposo a viajar a New Orleans. Para mala fortuna del señor Futton, el barco naufragó, y con el naufragio Mary Ashe Cromwell de Futton enviudó una vez más. Que cruel destino, conseguir un título nobiliario, quedar después  rica y para colmo quedarse solita…
Pero América es generosa. En New Orleans, Mary Ashe conoció a un pastor presbiteriano de mucho prestigio por su severidad de vida y dotes oratorias. Salvo un pequeño detalle.  Entre ambos había una diferencia de años que sumía  a Mary en cavilaciones inoportunas.  Ella era treinta años mayor. Pero cuando la naturaleza dota y la práctica agiliza en recursos y experiencia, todo puede solucionarse. Ella se impuso, hizo feliz al Pastor, el que un buen día amaneció duro como una estatua. Las autoridades tras una serie de incómodas investigaciones echaron luz sobre las habladurías comarcanas y determinaron que Mary Ashe era completamente inocente del cargo de envenenamiento. Que no fue otra cosa la causa de la muerte del religioso.
El detalle de mal gusto con el que culminó su azarosa existencia de mujer con mala suerte, fue el hecho de terminar regenteando una alegre local de bailarinas, licores y juego que hizo del puerto de New Orleans, un atractivo motivo de detenimiento para marineros, viajantes y comerciantes.
Y yo termino asaltado por una suerte de incontestable afirmación que pertenece  a un famoso: Anatole France que dijo “Cuando una mujer es muy bonita y de caderas generosas, se le puede perdonar absolutamente todo”. Personalmente no me importa mucho si realmente lo dijo o no porque creo que tiene razón.

COMENTARIOS