Seguramente les pasó alguna vez, leyendo un diario o simplemente haciendo “zapping” en las redes. Un promocional publicitario imperdible o una aparente bomba periodística. Algo que hizo que por un segundo nada sea más importante. Primicias que ya no lo son, ofertas inexistentes y urgencias que pueden esperar. Mecanismos para captar el bien más preciado.
¡Atención!
Si todavía están ahí quiere decir que ya los tengo, entonces les cuento que también pasa en la tv cuando los canales “ponchan” placas rojas con leyendas enormes logrando que el frenetismo del control remoto se detenga. El anuncio que sigue es que faltan un par de días para la primavera o alguna nimiedad similar. Mirame, mirame, mirame y ahora que te tengo ya no me importás. Pequeñas decepciones que se transforman en grandes fraudes.
¿Qué pasa después?
Dicen que la máquina la hace el hombre y es lo que el hombre hace con ella pero está sucediendo que el “sistema” moldea las expectativas. Se trabaja entonces mucho más en la captación que en la retención. Es que nunca fue tan fácil enviar un mensaje pero al mismo tiempo tan difícil generar una repercusión sostenida en el tiempo.
Lo más importante es el “click” para la estadística y lo que sigue después (la relación o la venta) es materia de trabajo de unos pocos. Producto, precio, servicio, experiencia. Todo se reduce a los datos duros que después terminan blandos de tan débiles.
Tanto en el periodismo como en la publicidad hay dos factores fundamentales que se están destruyendo bajo este paradigma. Me refiero a la credibilidad y al valor agregado. Confío de todas formas en que son etapas y que seguiremos trabajando para personas, leyendo comportamientos, detectando necesidades. Observando lo que piensan, cómo se sienten y de qué manera se comportan.
Titular, copete y contenido. Todo es importante si es que llegaron a este punto final ya que de otro modo solo quedarían con el impacto del “Fraude” como palabra perspicaz en un domingo de elecciones. Paso.
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