OPINIÓN

Las nostalgias tienen apellido

Repasando libros y apuntes me reencontré con un hombre que recuerdo con gran cariño: Gustavo Rodríguez. Y gracias a él, con una enorme figura del tango como Enrique Cadícamo. Y Junín – una vez más – tiene algo que ver con este poeta del  tango, pues una hermana se casa con un joven médico llamado César Gustinelli  y se instalan entre nosotros.
Enrique Cadícamo comenzó escribiendo para el teatro y es en esta época donde clausura su primer nombre – Domingo – para pasar a ser  sencillamente Enrique. El Buenos Aires de entonces (1924) muestra una importante variedad de orquestas de tango. Por ejemplo, en el cabaret “Abbaye”, actúa el quinteto de Eduardo Rolas. El pianista Roberto Goyeneche (no confundir con el cantor),  se presentaba en el “Café Iglesias” de Corrientes al 1500. Y precisamente con este Goyeneche, Cadícamo  escribe los versos de “Pompas de Jabón”. Después escribe los versos de “Yo te perdono”. Pero Cadícamo tendrá la fortuna de que Carlos Gardel  le grabó veintitrés temas. Incluso el gran escritor argentino Leopoldo Lugones, le dedica a Cadícamo unas líneas elogiosas en La Nación del año 1926.
Al “Café los 36 billares” solía concurrir un hombre de mucho prestigio. Se llamaba Gerardo Matos Rodríguez. Era un joven de elevada estatura y que cursaba estudios universitarios de arquitectura. Cadícamo lo conoce diciéndole que tenía unos versos que tal vez podrían interesarle. Se trataba de “Che papusa, oí”. El título le gustó a Matos Rodríguez, quien de inmediato le puso música.
El éxito comenzaba a codearse con Cadícamo. Y también comenzaron los pedidos de obras. Por encargo de José Razzano, Cadícamo escribe cuatro temas que debía grabar Gardel. Uno de ellos era el foxtrot “Yo nací para ti” y tres valses que estaban en pleno auge: “La divina dama”, “Ramona” y “Un pueblito de España”, este último lo firmó con otro apellido, no con el propio.
Termina el período presidencial de Alvear y llega por segunda vez a la presidencia Hipólito Yrigoyen. Una noche en “Los 36 billares” Cadícamo se encuentra con su amigo Luis Visca y ambos amigos deciden hacer un viaje a Europa. Y así un 28 de Julio abordaron un barco con rumbo a Barcelona. En esta ciudad Cadícamo se encuentra con la orquesta del trío Irusta, Fugazot y Demare; que a diferencia de otras orquestas argentinas,  sus integrantes se vestían con ropa de gala. Una tarde Fugazot le pide unos versos y Cadícamo escribe los versos de “Pa mí es igual”, a los que Demare instala una hermosa melodía. Demás está decir que fue un éxito.
Pero como todo llega, para Cadícamo también. Y fue pensar en su soltería. El “Malevo” Muñoz le aconsejaba que no era bueno andar de un lado al otro siempre solo. Y así en el año 1961 resuelve casarse con Nelly, una bailarina de tango. Poco conocido es el dato que Cadícamo en el año 1968 escribe una novela a la que tituló “Café Camareras”. Después escribe una biografía homenaje a su amigo Juan Carlos Cobián que había fallecido en 1953.
Pretender escribir datos puntuales sobre Enrique Cadícamo sería intentar un inútil esfuerzo. Es tan rica su trayectoria y tan fecunda en obras que inutilizaría los esfuerzos de los recuerdos y las consabidas nostalgias. Pero algunos tangos se amontonan pujando con la fuerza que solo la auténtica calidad impone: “Compadrón”, “Por la vuelta”, “Muñeca brava”, “Mano brava”, “Nostalgias”, “Los mareados”, “La novia ausente”, “Adiós Chantecler”, etc.
Insisto. Cadícamo no solo fue un poeta para el tango; fue sencillamente un poeta, un gran poeta que no sólo se limitará a letras de éxito, sino también un autor de obras literarias: “Canciones”, “La luna de bajo fondo”  y “Viento que llevas y traes”. Y por si fuera poco también hizo cine, dirigiendo dos películas.
Nunca imaginé que en el año 1976 Enrique Cadícamo me hiciera llegar sus “Memorias” con su firma autógrafa. Tal vez no tenga más importancia que la que tiene, pero cuando tuve el libro en mis manos sentí como si el alma misma del tango se metiera dentro de mí.

Roberto Cánepa Leiva.