El poder político acaba de dibujar su contorno para los próximos cuatro años. Al electorado le queda elegir -en primera instancia en unas PASO casi inútiles que no definen ninguna interna- quiénes van a gobernar y quiénes ejercerán la oposición, pero los actores en pugna ya están en cancha. En la oferta electoral oficializada anoche sobresale una clara diferencia de estilos y personalidades, pero en el fondo habrá una pulseada por el rumbo que lleva el país.
Tanto el Gobierno como los principales dirigentes de la oposición están convencidos de que representan, sin matices, visiones opuestas sobre la forma de ejercer el poder y la administración económica. Por ende, la confección de las listas de candidatos ejecutivos y legislativos perfila una campaña con fuerte tendencia a la polarización, que sería extrema en territorio bonaerense.
El presidente Mauricio Macri hizo un gesto de apertura al convocar a Miguel Pichetto como su compañero de fórmula, pero el senador peronista no consiguió ubicar a dirigentes propios en las listas de Juntos por el Cambio, la nueva denominación electoral de Cambiemos. Por el contrario, se verificó una consolidación de la alianza original entre el PRO, la CC de Carrió y la UCR.
Pichetto logró apenas el undécimo lugar en la lista de diputados nacionales para Alberto Assef, el presidente del partido UNIR, pero la jugada obedeció más a la necesidad política del oficialismo de desinflar la candidatura del liberal José Luis Espert, que a la intención de Pichetto de colocar a un dirigente fiel en la oferta electoral de la Provincia. El “peronismo” oficialista nació desdibujado.
A tal punto, que finalmente Claudia Rucci –de apellido ilustre en el peronismo- no encabeza la lista de candidatos a senadores provinciales por la Tercera Sección del Conurbano, sino que va en tercer lugar. “Es la sección más peronista. Seguro entran tres por el nivel de polarización que habrá”, justificó ayer un importante funcionario que estuvo involucrado en el armado de listas.
Peña y Vidal aliados
Pero más allá de Pichetto y los nuevos socios peronistas de Cambiemos, que no plasmaron en las listas el envión político inicial, el oficialismo volvió a asistir con absoluta naturalidad al poder interno de Marcos Peña, el jefe de Gabinete que diseñó personalmente la oferta electoral de Juntos por el Cambio: discutió con Macri, Vidal y especialmente con los radicales disconformes.
Las de Peña no fueron discusiones menores, porque lo que se armó en las últimas horas es la arquitectura del poder de cara al próximo mandato presidencial. Cristian Ritondo, el ministro de Seguridad de Vidal, aspira a quedarse con la presidencia de la Cámara de Diputados en caso de ganar las elecciones el oficialismo. El mismo lugar pretende ocupar el radical Alfredo Cornejo.
El gobernador de Mendoza y presidente de la UCR encabeza la lista de diputados nacionales por la provincia cuyana, al igual que Ritondo lo hace en Buenos Aires. El mensaje de Peña a los radicales fue que el PRO apuntalará a Ritondo, pero que Macri estaría dispuesto a ceder a la UCR la presidencia provisional del Senado, que hasta el fin de año ocupará Federico Pinedo.
Para ese puesto, que se encuentra en la línea de sucesión presidencial, ya circulan los nombres de Martín Lousteau –que será candidato a senador por la Capital- y el del formoseño Luis Naidenoff, que condujo el interbloque de Cambiemos en los últimos cuatro años. La composición y la relación de fuerzas de la Cámara alta será determinante para lo que sucederá en la política argentina.
De hecho, la ex presidenta Cristina Kirchner focalizó su esfuerzo político de la última semana en la colocación de dirigentes afines en las listas de candidatos a senadores por las distintas provincias. Para muestra sobra un botón: en Neuquén se quedó con la postulación Oscar Parrilli, su secretario todo-terreno. Otros tres cristinistas puros fueron “amadrinados” desde el Instituto Patria.
Según se mire, la intención política de Cristina al fortalecer su bloque en el Senado nacional tiene dos lecturas: la primera es que se concibe a sí misma como una dadora de gobernabilidad en caso de que el Frente de Todos gane las elecciones y Alberto Fernández llegue a la Casa Rosada. La segunda es que se asegurará el mantenimiento de sus fueros en los dos años que le quedan como senadora, si la victoria fuera oficialista.
La lapicera de La Cámpora
Para fortalecerse en el Senado, Cristina tuvo que negociar con los gobernadores del PJ. Con algunos saltaron los chispazos, como sucedió con Domingo Peppo (Chaco) y Gustavo Bordet (Entre Ríos). Pero el armado de las listas de diputados nacionales fue más ríspido aún, porque ahí se impuso directamente La Cámpora bajo la batuta de Máximo Kirchner y de Wado de Pedro.
En la Provincia, varios intendentes del PJ mostraron su desconcierto porque no los incluyeron en las negociaciones, entre ellos Gustavo Menéndez (Merlo) y Mario Ishii (José C. Paz). Pero también Sergio Massa, el líder del Frente Renovador, sufrió en carne propia un veto de Cristina Kirchner, que le dejó claro que no habría lugar para Diego Bossio en la lista de diputados nacionales.
Bossio encabezó la ANSES durante el segundo mandato de Cristina y se fue del kirchnerismo ni bien tuvo que dejar el poder. Pasó hacia el peronismo federal y finalmente terminó como jefe de campaña de Massa, cuando el tigrense todavía no había acordado con Alberto Fernández. El diputado oriundo de Tandil avaló la reunificación peronista, aunque le signifique un trago amargo.
La dificultosa integración de Massa al Frente de Todos –no sólo por la relación con Cristina, que intentó apaciguar con dos reuniones- tiene por delante un desafío crucial para el tigrense: cómo procurar que sus votantes lo sigan acompañando y no migren a otras opciones anti-kirchneristas: una de ellas podría ser la fórmula que integran Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey.
La dupla de Consenso Federal 2030 tuvo muchos problemas para cerrar sus candidaturas en la provincia de Buenos Aires: recién anoche se terminó de integrar la fórmula para la Gobernación (“Bali” Bucca-Miguel Saredi) y el armado de la lista de diputados nacionales y bonaerenses dejó múltiples heridas en la alianza. Graciela Camaño se impuso visiblemente a Margarita Stolbizer.
La negociación en ese espacio fue complicada por la presencia de sindicalistas como Luis Barrionuevo y la opinión en las sombras de ex presidente Eduardo Duhalde. Los salteños que responden a Urtubey estuvieron a punto de retirarse pero el gobernador instruyó el acuerdo: se mantuvo coherente con su postura inicial de no aliarse con el macrismo ni con el kirchnerismo.
La misma lógica siguió Juan Schiaretti, el gobernador de Córdoba que tras ser ampliamente reelegido en su provincia terminó armando una lista corta de diputados nacionales, invitando a los cordobeses a “elegir a quien quieran” para la Presidencia de la Nación. En la Casa Rosada lo interpretaron como un guiño político a Macri, aunque desde el PJ creen ver allí una jugada de rebeldía del cordobés.
Ocho puntos abajo
El jefe de Estado parte hacia la contienda electoral abajo en las encuestas. Solo en la provincia de Buenos Aires está ocho puntos abajo de la fórmula Fernández-Fernández, admitieron en el entorno de la gobernadora Vidal. La apuesta del macrismo pasará por reducir esa distancia a menos de cinco puntos en las PASO y empatar la elección en las elecciones generales de octubre.
Macri y Pichetto no estarán en condiciones de hacer campaña con la economía –a juzgar por la persistencia de datos negativos como la desocupación al 10,1%- pero apuntarán a apuntalar una suba del consumo popular en la Provincia y a refrescar la memoria colectiva sobre la idiosincrasia del kirchnerismo, mientras que Vidal profundizará en la “lucha contra las mafias”. La incorporación de María Luján Rey en las listas va en ese sentido.
Con todo, la inscripción de las candidaturas para las elecciones de este año dejó la impresión de que otra vez habrá dos polos que se disputarán el voto de las mayorías. La disolución de la grieta queda así para más adelante.
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