Restan apenas tres meses para las primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del próximo 11 de agosto, y poco más de 40 días para el cierre de listas, previsto para el 22 de junio venidero.
El tiempo corre y a medida que avanza el año electoral, el oficialismo, en medio de un contexto nacional desfavorable, parece adentrarse más y más en una encrucijada cuyo desenlace podría ser determinante para su futuro como coalición.
¿Qué objetivo priorizarán los estrategas políticos del Gobierno con vistas a las próximas elecciones, en especial, los arquitectos electorales del PRO? ¿Tratar de que Mauricio Macri gane y así renueve su mandato como Presidente a cualquier precio o esforzarse para que sea la alianza Cambiemos, eventualmente, la triunfadora?
Enredados en su propio laberinto han quedado el "gurú" ecuatoriano Jaime Durán Barba y el "cerebro" del PRO Marcos Peña, además del propio Macri, como asesores estelares del jefe de Estado, en momentos en los que el radicalismo demanda aplicar cirugía mayor en la alianza gobernante.
Los decepcionantes resultados de las políticas económicas que implementó la Casa Rosada buscando, en teoría, combatir la inflación, reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de los argentinos en general ocasionaron, por un lado, cierta rebelión puertas adentro en Cambiemos propiciada por un sector del radicalismo y, por el otro, una palpable resurrección de las probabilidades del kirchnerismo de regresar al Poder.
Los radicales, tras haber fallado en su intención de lograr que el PRO habilitara una interna presidencial dentro del oficialismo, plantean ahora la necesidad de ampliar la alianza y sumar a referentes de otras fuerzas políticas, como por ejemplo el ex ministro de Economía Roberto Lavagna.
Se trata del sector del radicalismo que se considera parte de Cambiemos y que asistirá con esa postura a la Convención Nacional del 27 de mayo próximo en Parque Norte, donde rivalizará con sus correligionarios que entienden que la Unión Cívica Radical (UCR) debería soltarle la mano al PRO.
En este contexto, es probable que el resultado de las elecciones cordobesas de este domingo empiece a acomodar el tablero electoral y a definir cuestiones vinculadas con posibles alianzas e incluso candidaturas: los ojos de la clase política doméstica se han enfocado especialmente en esos comicios, los primeros relevantes de 2019.
De cualquier modo, así como Cambiemos se dividió en Córdoba por discrepancias internas irreconciliables entre Mario Negri y Ramón Mestre, está en manos del PRO la potestad de resolver si ese síntoma de ruptura experimentado en la provincia mediterránea se convierte, o no, en una enfermedad capaz de agravarse y tornarse letal para la coalición gobernante.
El partido que encabeza Macri es el que debería establecer si trabaja para que gane su líder en las próximas elecciones o para que prevalezca Cambiemos en el Poder, incluso cuando la (eventual) supervivencia de la alianza traiga aparejados daños colaterales para el propio jefe de Estado y su futuro político inmediato.
Preguntas sin respuestas
Ciertamente, la imagen negativa del Presidente se mantiene estancada en el orden de los 60 puntos porcentuales de acuerdo con encuestadores, un nivel similar al que muestra la figura de la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner en consultas de opinión: ¿qué significa esto? Básicamente, rechazo y desconfianza.
Se impone entonces una pregunta: si llegara a ganar Macri en los próximos comicios, ¿cómo hará para gobernar? Es decir, ¿cómo hará para construir consensos y credibilidad para llevar adelante su gestión?
Interrogantes similares penden sobre la posible candidatura de Cristina, que reunió a una multitud en la presentación de su libro "Sinceramente" este jueves pasado en Palermo, en una suerte de lanzamiento de campaña con maquillaje literario, pero que mantiene el suspenso con respecto a sus ambiciones electorales en 2019.
Es evidente que la imagen de Macri como líder político ha ido diluyéndose en los últimos meses y que el temor a que regrese el kirchnerismo al Poder explica en cierta medida que Cambiemos con el actual jefe de Estado como postulante a la reelección en octubre próximo conserve un generoso caudal de "intención de voto" en las encuestas.
Si le alcanzará para triunfar lógicamente, está por verse. De todos modos, mantener a Macri como candidato casi como un capricho electoral podría ocasionar daños irreparables si el PRO está efectivamente decidido a privilegiar sus propios intereses, y los de su líder, por encima de los de Cambiemos.
Está claro que en el Gobierno son conscientes de que la dirigente del oficialismo que mejor mide es la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, quien parece confinada a ir en busca de una reelección en la Provincia "a pedido" de los estrategas políticos del macrismo.
También parece obvio que, si llegara a producirse un golpe de timón y se activase un "Plan V" para competir por la Presidencia de la Nación este año, Macri indefectiblemente quedaría relegado a un segundo plano, a un papel de reparto dentro de Cambiemos, salvo que consiga reinventarse a tiempo como una especie de "estadista" de la centro derecha doméstica.
La pelota está en el campo del PRO. El macrismo necesita de la estructura que le puede aportar la UCR para amplificar y robustecer su alcance territorial, pero la encrucijada está planteada: "convencer" a los radicales para avanzar juntos hacia las elecciones o arriesgarse a dinamitar Cambiemos persiguiendo intereses exclusivamente partidarios.
Apenas tres meses quedan por delante para las PASO. Luego, el 27 de octubre se llevarán adelante las elecciones generales y en caso de ser necesario, el 24 de noviembre próximo es la fecha designada para una segunda vuelta.
Mientras el tiempo avanza, el Gobierno recurre al simbolismo de la convocatoria a la oposición, el movimiento obrero y la Iglesia, entre otros sectores, en busca de acordar una estabilidad política durante el tramo decisivo de la campaña electoral y recibe el respaldo alegórico del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del presidente estadounidense Donald Trump.
Pero las decisiones más complejas aún están por tomarse y la incógnita permanece latente: ¿podrá Cambiemos vencer al PRO?
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