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PUNTO DE VISTA

El tipo de cambio real debe ser una de las prioridades para el próximo gobierno

Los principales indicadores sectoriales son consistentes con la estanflación vigente. Hay una cierta paz financiera y cambiaria desde septiembre de 2018, momento que arribó Sandleris al Banco Central. Se estima que las reservas internacionales, para citar un indicador de confianza, seguirán aumentando de modo tenue a lo largo de 2019 con un dólar todavía retrasado en la percepción general.
La política cambiaria debería alentar una mayor depreciación del peso. El nivel de dólar de equilibrio, que no es trivial determinar, está en torno a 45 pesos. Cuando se ordene y normalice la economía y se llegue a un estado más confiable con retorno de capitales, mayor inversión extranjera directa, el tipo de cambio real podría ser inferior por el ingreso de dólares. En el futuro, con el nuevo gobierno, la tendencia puede estar caracterizada por el ingreso creciente de capitales en las diversas oportunidades de negocios del país.
La decisión política debería ser no dejar caer al dólar por la necesidad de sostener la competitividad de la economía tanto en el frente exportador como para la defensa del mercado interno amenazado por las importaciones.
El proceso de retorno de capitales, un indicador claro de mayor confianza, deberá alentar al gobierno a establecer políticas proclives al control de capitales de corto plazo. Sabemos que los resultados de estos controles son discutibles incluso en el reconocido experimento chileno de los ‘90. Todavía existe demanda de saldos reales de dinero que da margen para emitir más y alejar lentamente el fantasma de una aceleración de la inflación.
Se asume para 2019 un incremento acotado de la Base Monetaria con el objetivo de estabilizar la moneda. En la nueva gestión en el Banco Central ya no rige el inflation targeting, moda vigente de los macroeconomistas en la región. El régimen de metas de inflación, supuestamente, pretendía no controlar el valor del dólar, pero en los hechos es una variable que se debe orientar desde la macro dada nuestra condición bimonetaria.
El regreso del crédito a niveles similares a los de la Convertibilidad parecería difícil hasta que se recupere la confianza en el sistema financiero. Las políticas monetaria y fiscal que fueron planteadas en el presupuesto seguirán siendo contractivas como desde fines de 2018 en el marco de un nivel de desempleo que puede crecer en 2019. La destrucción de puestos en el sector de no transables, el que ocupa más personas en el país, y la evolución del empleo formal e informal en la industria colaboran este año en la dirección de destrucción neta de empleo. Se estima una caída significativa de puestos de trabajo en los últimos 12 meses. La dinámica del desempleo, como se sabe, hay que relacionarla con los planes sociales existentes que ayudan a moderar su impacto.
Al margen de cuestiones opinables de instrumentación, estos planes han sido eficaces para contener la marginalidad con el riesgo cierto de fomentar la cultura del no trabajo. Esto es especialmente crítico porque se acumulan faltas de capacidades que repercuten en la productividad y en la competitividad del sistema productivo en el largo plazo.
Como cierre de algunos aspectos de la coyuntura, las importaciones disminuyeron y, en consecuencia, mejora la cuenta comercial. La estabilidad de la tasa de la Fed es una buena señal. Los desembolsos del Fondo Monetario Internacional (FMI) parecen alejar fantasmas de default.
Adicionalmente, la cosecha puede ayudar. En relación a nivel de actividad, quedó más cerca de los pronósticos del FMI que los presentados en el Presupuesto. La caída de la recaudación en términos reales hace difícil la meta déficit primario cero pero el esfuerzo fiscal será avalado de todos modos por el FMI.
La reducción de la tasa de inflación será un dato notorio en este 2019 a pesar de que sigue muy elevada. Se cierra una década con muchas recesiones moderadas. Una década para olvidar en la macro esperando una recuperación cíclica acotada en 2020 acompañada de una tasa de inflación mucho menor a la de 2019. En la agenda del próximo gobierno, cualquiera sea su signo político queda pendiente reducir el gasto público heredado del kirchnerismo, tema muy complejo en el que esta administración avanzó muy poco y que, en parte, generó este clima político de fracaso económico.

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