Cuando uno ejerce la profesión de abuelo empieza a rememorar las fábulas aprendidas en la niñez. En estos días he recordado dos que creo vienen a cuento de la actual coyuntura económica.
Una antigua fábula originaria de la India relata que seis hombres ciegos querían saber cómo era un elefante. Pensaron que la forma más práctica de hacerlo era salir en busca de un ejemplar y palparlo.
Sin embargo, cada uno de ellos llegó a una conclusión diferente. El que pasó su mano por la barriga proclamó que el paquidermo era parecido a un barril.
Quien tocó su trompa aseguró que era parecido a una serpiente. Un tercero tocó los colmillos y concluyó que el paquidermo era similar a una lanza. Así cada uno arribó a una conclusión diferente.
Algo parecido ocurre hoy con los analistas de la economía argentina. Quienes se concentran en los indicadores fiscales y financieros concluyen que está teniendo un comportamiento ejemplar.
Se ha reducido el déficit fiscal primario –y este año llegaría a cero-, el tipo de cambio se ha estabilizado con tendencia a perforar el piso de la banda de flotación y se ha reducido el riesgo país. Las metas del acuerdo con el FMI se cumplen puntillosamente.
Sin embargo, quienes observan el comportamiento de los indicadores de la producción señalan que estamos atravesando uno de los peores periodos. Por un lado, la economía acumula ocho meses consecutivos de caída; en noviembre, el Estimador Mensual de Actividad Económica se ubicó un 7,5% por debajo de igual mes de 2017, con mermas del 17% en comercio y del 12,6% en la industria.
La actividad manufacturera viene registrando variaciones negativas desde mayo del año pasado. En el marco de este cuadro híper recesivo, la inflación mensual se mantiene por encima del 2%.
Estamos en el peor de los mundos: alta inflación e híper recesión.
Según las proyecciones del FMI, en 2019 la economía argentina caería un 1,6% adicional; es decir se profundizaría la recesión.
Si así fuere, el PBI per cápita de este año sería un 8% inferior al de 2015 y un 12% menor al de 2011. O sea, la cantidad de bienes disponibles por habitante es cada vez menor.
Si la torta es cada vez más chica, ¿cómo se van a pagar las deudas que hoy devengan una tasa de interés del 50% en dólares?
Por otra parte, si bien es cierto que el déficit fiscal primario en 2018 se redujo al 2,4% del PBI, paralelamente creció el déficit total debido al acrecentamiento en el pago de intereses. Lo que se ahorró en salarios, jubilaciones y prestaciones sociales fue compensado por la factura de intereses.
Panorama oscuro
El único dato “positivo”(?) es que el desempleo no ha avanzado en paralelo con la caída en la producción. Las cifras de noviembre último indican que el empleo registrado cayó “apenas” en 172.000 puestos de trabajo, en comparación con igual mes de 2017. Suspensiones y eliminación de horas extras parecen ser los medios preferidos para ajustar la producción, dejando los despidos como recurso de última instancia.
También es cierto que el proceso inflacionario ha licuado el valor real de los salarios, reduciendo su incidencia en los costos empresarios. Comparando noviembre de 2018 con igual mes de 2017, el índice de salarios total calculado por el INDEC creció un 27,9% frente a un aumento en los precios minoristas cercano al 50% y del 74% en los mayoristas.
Este conjunto de circunstancias ha asegurado hasta ahora una relativa paz social que permite seguir adelante con el plan económico. Sin embargo, sería prematuro cantar victoria.
En realidad, esto me hace recordar la segunda fábula. Había un campesino muy pobre que, deseando hacer economías, decidió tratar de acostumbrar a su asno a subsistir con cada día una menor ración de pasto. Su plan fue exitoso, pero tuvo tanta mala suerte –relataba quejoso- que justo cuando ya lo había acostumbrado a alimentarse con apenas una brizna de pasto, el borrico se murió.
La situación socio-económica transita por un delgado desfiladero. La estabilidad financiera tiene su contraparte en una delicada situación de la actividad productiva acechada por tasas de interés superiores al 50% y una muy fuerte caída en el consumo.
¿Cuánto tiempo más podrá sostenerse esta contradicción entre la economía real y la financiera? El tiempo lo dirá, pero sería bueno tener en cuenta que es en la economía real donde se genera la mayoría de los bienes y servicios que circulan y que abastecen las necesidades de la población.
(*) Economista, profesor de la Universidad de Belgrano y de la UBA.
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